Capitulo 20.

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Ángel bajó las escaleras y entró en el despacho, el lugar estaba lleno de aparatos de alta tecnología, dentro se encontraba Santiago, dos policías y otros dos hombres a los que no reconoció, pero supuso que provenían del departamento de servicios especiales. De pie o sentados, todos ellos estaban ocupados con el complicado equipo de comunicaciones.

Santiago: Es casi la hora (miro a Ángel) todo está preparado

Ángel asintió y se dirigió a la mesa del despacho, los demás lo observaban moverse por la habitación como un gato, con pasos de animal salvaje, estaban en tres grupos: uno seguía la pista a los secuestradores, otros sólo hablaban y otro hombre estaba listo para dar la señal en cuanto se lo indicaran.

Ángel: ¿Algún problema? (preguntó al sentarse)

Santiago: No (contestó) los hemos localizado en cierta área por el código, pero necesitamos más tiempo para poder estar seguros

Ángel: Tiene que funcionar (serio) si fallamos, cundirá el pánico y si cunde el pánico correremos riesgos innecesarios (frunció el ceño) no quiero que la vida de la niña corra peligro alguno, ¿está claro? (miro a todos)

Entonces el teléfono sonó, todos en la habitación se quedaron helados e inmóviles, Ángel estaba sentado en su silla muy quieto con las manos tensas y los ojos fijos en los dos policías. Esperaba, sonó dos veces, tres veces. Aquello parecía una eternidad, cuatro veces. Por fin agarró el auricular y contestó:

Ángel: Armenta (serio)

Secuestrador: Ah, buenas noches, signore (contestó una voz sibilante) espero que haya podido usted solucionar su problema de dinero en efectivo...

Comenzaba a amanecer cuando Ángel entró en el dormitorio de Victoria y la movió ligeramente para despertarla.

Victoria: ¿Qué ocurre? (contestó poniéndose alerta instantáneamente con los ojos asustados y somnolientos)

Ángel: Ya ha terminado todo, Victoria (murmuró suavemente) tu hija está a salvo (le dio la buena noticia)

Victoria: ¿A salvo? (parpadeó sin terminar de comprender) ¿Has dicho a salvo, Ángel? (dijo con la voz temblorosa) ¿De verdad está a salvo? (lo miró fijamente)

Ángel: Sí (asintió)

Victoria: ¡OH, Dios! (exclamó cubriéndose la boca con las manos mientras las lágrimas de alivio iban inundando sus ojos) ¿Cómo...? ¿Dónde está? (dijo emocionada)

Ángel: Te llevaré junto a ella en cuanto estés vestida y lista para viajar

Victoria: ¿Es que no está aquí? ¿Acaso le han hecho daño? (preguntó alarmada)

Ángel: No, ni le han hecho daño ni está aquí (contestó con calma) toma... (le ofreció una taza de algo caliente) tómate esto y luego vístete, me gustaría salir de aquí en media hora. ¿Crees que podrás estar lista para entonces? (espero con calma la respuesta)

Victoria: Sí, por supuesto... (asintió con euforia)

Sufría los efectos de un nuevo shock, el shock de salir por fin de las entrañas del infierno, y eso le impedía hacer todas las preguntas que sabía hubiera sido lógico hacer en ese momento.

Ángel: Bien (contestó dándose la vuelta deprisa para dirigirse hacia la puerta)

Victoria: ¡Ángel! (lo llamo con voz dulce e inmediatamente él se detuvo justo delante de la puerta y se gira para mirarla) Gracias (dijo sincera)

Después de lo que había ocurrido la noche anterior no carecía de ironía que ella le diera las gracias, sin embargo, él las aceptó en su justo valor y asintió ligeramente con la cabeza antes de salir por la puerta.

Ángel: te espero abajo dentro de media hora (añadió y salió de la habitación)

FRUTO DE LA TRAICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora