Capitulo 23.

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Victoria suspiró tensa sintió que Ángel miraba en su dirección, pero no le prestó atención, aquel precioso lugar era el centro de todas sus pesadillas, necesitaría concentrarse si quería mantener el control. Nicole, se dijo a sí misma, sólo debía pensar en Nicole. El coche paró y el conductor le abrió la puerta, sus sentidos estaban inundados por la fragancia de las flores y la paz del lugar, pero no eran más que otras emociones a las que debía combatir, el aspecto de la casa por la parte de atrás era humilde comparado con la impresionante fachada principal, era una pared blanca con pequeñas ventanas y contraventanas azules bajo un tejado de tejas color terracota, las puertas azules, gemelas, permanecían abiertas en señal de bienvenida, Victoria apretó los dientes e intentó caminar. una cigarra cantó entonces desde algún escondite en un árbol, no había ningún otro ruido, nada, tendió la mano en un gesto inconsciente y encontró otra mano más cálida, más fuerte, que se cerró presionando sus dedos. Entró en un vestíbulo cuadrado y fue ajustando los ojos a la escasa luz interior, le resultaba todo muy familiar, los cuadros de las paredes, la mezcla de exquisito gusto de muebles en colores oscuros, los adornos, las flores y el ama de llaves esperándolos en pie con una expresión dura, pero su hija su pequeña Nicole no estaba allí para darle la bienvenida, miró a Ángel con los ojos inquisitivos y ansiosos, él dio un paso atrás y habló en voz baja con el ama de llaves, luego se dio la vuelta y la agarró de la mano.

Victoria: ¿Dónde...? (trato de decir)

Ángel: Por aquí (le indico el camino)

Tenso la llevó calzando el vestíbulo y pasando bajo un arco hasta una de las muchas escaleras de piedra de la casa, de varios pisos. En el piso de arriba estaban las cocinas, garajes y las habitaciones de la servidumbre, luego estaba el piso en el que la familia Armenta hacía las recepciones formales, los salones. Debajo, la planta dedicada al imperio Armenta, con oficinas y todos los equipos necesarios. La siguiente planta estaba dedicada a los aposentos de la familia, le seguía la dedicada a las habitaciones de invitados y por último los salones de recreo donde estaban las únicas televisiones de toda la casa y las terrazas ajardinadas que daban a la playa, unos doscientos escalones más abajo, Victoria había contado esos escalones en una ocasión, en uno de esos largos períodos en que Ángel no estaba y ella huía de la compañía de su suegro. Mientras Ángel la guiaba sus piernas temblaron, los recuerdos avivados por el lugar comenzaban a invadirla, recuerdos de una preciosa habitación con una cama con dosel y un hombre moreno desnudo en ella, sobre sábanas blancas, un hombre al que le encantaba simplemente estar ahí tumbado mientras la observaba moverse por la habitación, cepillarse el cabello, cuidar su cutis...

Ángel: ¿Victoria? (dijo elevando un poco la voz para sacarla de sus pensamientos)

Ella se había detenido sin darse cuenta, sólo fue consciente de ello al oírle decir su nombre. Entonces volvió a la realidad con una expresión de dolor, el mismo hombre que había estado recordando desnudo la observaba, era el mismo, pero no era el mismo, aquél tenía una expresión de perezoso placer, éste un gesto duro y frío.

Ángel: Por aquí (dijo invitándola a seguir bajando la escalera)

Victoria: Pero... (objetó)

Entonces comprendió; Había supuesto que Nicole estaría en uno de los dormitorios de la familia. Qué estúpida e ingenua había sido, pensó, seguramente habrían acomodado a Nicole en una de las habitaciones de los invitados en la siguiente planta, no pertenecía a la familia igual que ella, no lo era en el verdadero sentido de la palabra, así que bajó la cabeza para que Ángel no viera la expresión de ironía de su rostro y lo siguió, bajaron a la siguiente planta en silencio y allí tal y como había esperado la llevó hasta uno de los dormitorios, al llegar a la puerta Ángel hizo una pausa como si tuviera que prepararse para entrar, Victoria hizo lo mismo, la puerta se abrió, Victoria se quedó inmóvil al lado de Ángel, su corazón, sus pulmones, todo en su interior se paró al ver lo que se presentaba a sus ojos; Al otro lado de la habitación, junto a uno de los balcones abiertos a la terraza había un hombre, su pelo negro estaba más cano de lo que recordaba y su figura en otra época imponente se veía disminuida por su estado en una silla de ruedas, pero no sólo el hombre llamaba su atención: también le extrañó lo que tenía en los brazos. Recostada contra su pecho tenía a una niña sin nada más que un pañal y una camiseta de algodón. Apoyaba la cabeza contra su hombro y lo abrazaba por el cuello. Por un momento se le empañaron los ojos, su hija, su única hija, se abrazaba a su peor enemigo como a una roca de la que dependiera; Entonces aquella cabeza cana se volvió y los ojos dorados de viejo cazador buscaron los de ella, su expresión le heló la sangre en las venas, expresaban posesión, una posesión fiera; Por fin Victoria comenzó a comprender, era a su hija. En su enfermedad, Álvaro había visto próxima la muerte, se había soñado a sí mismo en su lecho de muerte sin haber tenido la oportunidad de abrazar a su nieta, ya no tenía importancia alguna que esa niña fuera de Victoria, la quería y lo que Álvaro Armenta quería lo conseguía, aunque tuviera que robar para ello, aunque tuviera que soportar a la mujer que odiaba. Quería a Nicole, en su mente ya no cabía duda alguna de que había sido Álvaro quien la había raptado.

Victoria: ¡No! (gritó)

De pronto de forma instintiva encaminándose hacia él y viendo horrorizada cómo él se abrazaba a su hija en un acto convulsivo negándose a aceptar la separación.

Álvaro: ¡Ella no quiere estar con nadie más que conmigo! (exclamó con expresión de triunfo) ¡Mira cómo se abraza a mí, míralo!

Victoria: ¡No! (gritó de nuevo negándose a aceptarlo y negándole su derecho a sentir aquello por su hija tal y como él se lo había negado a su propio hijo)

Entonces la niña, como si hubiera notado la cercanía de su madre, suspiró temblorosa contra el hombro de Álvaro llamando la atención de su madre y de pronto Álvaro fue relegado al olvido. Ángel, tenso aún en el umbral fue igualmente relegado al olvido. Victoria lo olvidó todo al ver cómo su hija con sus rizos rubios giraba lentamente la cabeza y miraba hacia arriba a su madre dejando escapar otro suspiro y levantando un brazo hacia ella. Victoria se inclinó, agarró a la niña y la abrazó poniendo una mano sobre su espalda y la otra sobre su cabeza, la niña se acurrucó contra ella abrazándola y hundiendo el rostro en su pecho y entonces nadie se movió. Nadie habló. Victoria simplemente se quedó en pie con los ojos cerrados y la mente en blanco. Lo que sentía era algo tan profundo que no se mostraba en su rostro.

FRUTO DE LA TRAICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora