Capitulo 47.

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Victoria: Porque estoy demasiado asustada de la respuesta (confesó en un susurro)

Ángel: Igual que yo. Estaba asustado de hacerle la prueba sanguínea a Nicole (contestó saliendo de la cama y suspirando) Tenía miedo de la respuesta

Victoria: ¿Tenías miedo? (sorprendida)

Victoria se volvió para mirarlo. Entonces, él vio las lágrimas de sus ojos y la abrazó presionando su cabeza contra el pecho y rodeándola por la cintura.

Ángel: Por supuesto. Deseaba tanto que fuera mía... era mucho más sencillo convencerme a mí mismo de que era mi hija que intentar aceptar que no lo era (tomo su rostro entre sus manos)

Victoria: Es tuya (afirmó por si aún le quedaba alguna duda)

Ángel: Lo sé (contestó sin vacilar) Pero Elisa no es mi amante, ni nunca lo fue (añadió disculpándose con los ojos) Es de Santiago. Va a ser su futura mujer, para ser exactos, Como mi padre se puso enfermo, Santi y yo hemos estado muy ocupados y él apenas ha podido verla. No han podido ni arreglar las cosas para la boda. Por eso decidí ir a visitarla un par de veces por semana, para distraerla. Ella no sale mucho (le conto)

Victoria: Pero fue al baile del ayuntamiento

Ángel: Sí, y estaba deseando conocerte. Pero yo no la dejé. Había usado su nombre para hacerte daño y no quería que sufrieras más presentándotela. Además, tú pensabas que era mi amante. Elisa se enfadó mucho cuando se lo conté. Salimos a la terraza y yo le pedí disculpas. Le prometí que dejaría que Santiago volviera un mes entero con ella si nos concedía unas cuantas semanas más a los dos para cimentar nuestra relación. Y ella me lo concedió exigiéndome a cambio que te contara la verdad. Iba a hacerlo cuando la niña se puso enferma. Entonces había tantas cosas que me preocupaban que lo olvidé. No sabía cómo decirte que amaba a nuestra hija cuando ella yacía inconsciente en la cama de un hospital (hizo una mueca y se puso tenso)

Victoria lo escuchaba en silencio. Luego continuó:

Ángel: Era demasiado tarde. Lo había ido dejando todo y al final era demasiado tarde, ya no podía decir todo lo que quería, ni a Nicole ni a ti. Después, mi padre confesó y todo se vino abajo. Sentí que no tenía derecho alguno a decir nada, a ninguna de las dos. No lo merecía'(bajo la cabeza)

Victoria: Así que te fuiste para vengarte de ti mismo, ¿no? (lo tomo de la barbilla para que levantara el rostro)

Ángel: Sí, hasta que recibí esa llamada histérica de mi padre. Entonces me apresuré a volver (asintió)

Victoria: Si perdonas a tu padre, te perdono yo a ti por mentirme sobre Elisa (ofreció)

Ángel: Otra vez me estás pidiendo que me comporte de un modo muy poco siciliano (rozo su nariz con la de ella)

Victoria: ¿Es que necesitas algún incentivo más? (preguntó mostrando en esos ojos color esmeralda un lúgubre lleno de promesas) Lo único que tengo es esa... visión, ya sabes (añadió comenzando a desabrocharle los botones de la camisa) de un hombre acostado desnudo en la cama con su mujer encima, diciéndole palabras que... (Victoria no pudo terminar de explicarse. Ángel la besó hambriento)

Ángel: Tú ganas (murmuró) Dejaré a un lado mis raíces sicilianas. Perdono a todo el mundo. Incluso a mi padre, aunque desde luego no se lo merece (le mordió el labio)

Victoria: ¿Puedo ir a decírselo? (sonrió contenta)

Ángel: Después (contestó inclinándose para tomarla en sus brazos) El viejo diablo puede esperar su turno (la llevo a la cama) Antes de perdonar a nadie más tenemos que ensayar una visión (la acostó delicadamente en la cama y él se posó sobre ella apoyándose en sus codos)

Victoria: Pero llevas demasiada ropa para ese ensayo (se mordió el labio seductoramente)

Ángel: Ahora sí pero dentro de un momento no (contestó levantándose de la cama y comenzando a desvestirse mientras ella lo observaba. Sus ojos verdes no escondían nada de lo que sentía al ir él revelando partes cada vez mayores de su cuerpo) ¿Bastará con esto? (preguntó de pie arrogantemente desnudo delante de ella)

Victoria: Cierra las cortinas (susurró ella sensual) Cierra las puertas y suelta las cortinas del dosel de la cama (sonrió)

Los ojos de Ángel se oscurecieron y brillaron. Se movió desnudo por la habitación con la soltura y la gracia que le caracterizaban mientras iba haciendo lo que ella le había pedido. Soltó por fin las cortinas de seda de la cama y se tumbó a su lado. Luego ella se puso encima de su amado sin la bata. Su pelo caía sobre los hombros de Ángel. Abrazó su amplio pecho y con ojos solemnes comenzó a decir:

Victoria: Hermoso. Eres tan hermoso, Ángel...

FRUTO DE LA TRAICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora