Hasta Aquí Llegaste, Virginidad

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— Vero...tomatito –susurró moviéndome un poco fuerte.

— ¿Si? -respondí entre despierta y dormida.

— Despierta, debemos ir al instituto –me tallé los ojos y luego los abrí lentamente para mirarlo.

— Mmm, no quiero ir –dije peresoza. Él rió y me golpeó con La almohada.

— Vamos, Aurora, levántate peresoza.

— ¿Y mi beso que? –Hice un puchero. Adam se acercó lentamente a mi pero luego se detuvo, quedando a unos cuantos centímetros de mis labios.

— Soy un maldito dios griego, no un príncipe, y tú mi Afrodita, no una princesa –esbozó una sonrisa egocéntrica y se levantó de la cama.

¿Afrodita? ¿A caso no ha visto bien mi cuerpo? Bueno, sobre todo mi trasero que tiene estrías aunque solo se ven si se le quedan viendo fijamente. No soy una Afrodita ni en broma, si Afrodita lo escuchara lo demandaría por insulto.

— ¿Entonces no me vas a dar un beso? –él se acercó y me dio un beso corto.

— Listo, mi amor, no chille, ahora a levantarse que debemos ir al instituto.

— No voy a ir, quiero dormir, no pude dormir en toda la noche porque tú...

— ¿Porque yo...?

— No, nada, solo quiero dormir –tomé la sábana y me arropé de pie a cabeza, pero luego él me destapó.

— ¿Que yo que, Verónica?

No quiero decirle que no dormí porque el se quejaba toda la noche, luego va a pensar que ya no quiero que venga a dormir conmigo y obviamente no es así, además; es la primera ves que pasa.

— Ya te dije que nada, Smith –rasqué mi mejilla y luego pasé la mano por mi nuca, acariciando este.

— Sé que mientes, Jones, rascas tus mejillas o acaricias tu nuca cada que te pones nerviosa o cuando mientes, y acabas de hacer las dos cosas.

Joder, ni yo sabía esa parte de mi.

— OK, tú ganas.

— Yo nunca pierdo, mi niña –rodé los ojos y suspiré.

— Anoche no pude dormir porque no tenia sueño y cuando trataba de dormir tú te quejabas y decías: «ya no mas, por favor para», traté de despertarte pero tenías el sueño pesado –miró a la nada un poco serio.

— No volverá a pasar, lo prometo, ahora levántate hay que ir a estudiar –se sacó la camisa y se puso otra, hizo lo mismo con el pantalón.

— Yo dije que no iría –tomé nuevamente la sábana y me tapé.

— No podemos faltar todo un siempre, señorita.

— Pero tengo un sueño maldito, mejor ve tú –bostecé.

— No iré si tu no vas.

— ¿Por qué no?

— Porque –se acostó a mi lado y me quitó la sábana– quiero pasar cada segundo de mi vida contigo.

— Y en antes apenas me mirabas –ambos reímos como un par de locos y luego nos miramos por unos segundos, para después besarnos.

— No sé como explicar lo que siento, Jones –mencionó después de separarse– me he encariñado tanto contigo que ahora tengo miedo a perderte, te deseo tanto. Las palabras son pocas, pero las ganas de hacerte gritar mi nombre son muchas -susurra en mi oído.

— Tú tampoco sabes cuanto te deseo, Smith, también temo a perderte -lo besé, lentamente deslice mi mano por su abdomen hasta llegar a su pantalón y desabotonar este. Él me tomó de la mano y la quitó de ahí, me miró.

Hasta que la muerte nos separe  [Completa ✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora