Gracias a ti

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Veronica Jones


Al fin había pasado, al fin había sucedido lo que tanto soñaba. Me casé con la persona que amaba con toda mi vida, las palabras quedaban cortas para describir lo feliz que me sentía en este momento.

Estaba de pie frente al mar, sintiendo la brisa en mis mejillas. Sophia me tomó del hombro con cautela y luego me abrazó.

— Muchas felicidades, amiga mía. Ya quiero sobrinos, o, al menos uno –rió– y obviamente quiero ser la madrina.

Reí y la tomé de las manos.

— Lo prometo, así será. Solo espero que a los tres bebés le des regalos  por igual.

Ella abrió los ojos de par en par, no podía verlo, pero sabía cuáles son sus reacciones dependiendo el tema.

— ¿Co-como que tres? ¿Estás embarazada? ¿Tendrás trillizos? –reí nuevamente.

— No, no estoy embarazada. Adam un vez me contó que su familia por amabas partes, han tenido gemelos y trillizos, eso es hereditario. Por lo que yo podría tener trillizos o gemelos también.

— ¡Oh my good! Que Dios se apiade de ti.

— Que sea lo que él quiera, más bien –me sacudí de hombros, sonriendo.

— Bueno, tu hombre se acerca, te dejo.

— Vale, gracias –asintió y luego se fué. Adam me abrazó de la cintura y besó mi cuello. Me volteé para abrazarlo mejor y le di un beso en los labios–. Te amo, lo sabes ¿No?

— No me cabe la menor duda –acarició mi cabello–, te ves hermosa.

— Gracias, ya me lo haz dicho setenta mil veces.

— ¿Yo que culpa tengo que estés hermosa las veinticuatro siete del día? –reí.

— Ok, ok.

— ¡Ay, Dios! En fin, ¿quieres descansar o seguir?

— ¿Descansar? Apenas la fiesta comienza –sonreí– quiero quedarme un rato, o, ¿Ya te quieres ir?

— No, claro que no. Y aunque fuera así de todas formas me quedaría; si tú te quedas, yo me quedo, ¿Vale?

— Vale.

— ¡Chicos!

— ¿Si? –respondimos al mismo tiempo.

— Todos queremos verlos bailar, ¡Ah! Y que partan el pastel.

— El pastel, si, pero el baile...

— ¡Ya vamos, diles que nos esperen un segundo, por favor!

— Vale, ya les aviso.

— ¡Gracias, ahí estaremos! –Sophia asintió y se fué.

— ¡Ay, Dios! No quería bailar, pero bien, lo haré.

— ¿Por qué no?

— Adam, yo no sé bailar y lo sabes.

— Uno no nace sabiendo, podemos aprender juntos, lo sabes. Vamos.

— ¿Tengo otra opción? –rió.

— No.

Ambos fuimos con el resto de la gente, todos al vernos comenzaron aplaudir, silbar y también a gritar.

— ¡Que vivan los recién casados! –sonreí.

Ambos nos quedamos de pie en medio de todos ellos, el viento golpeó mi rostro y desordenó un poco mi cabello. Adam acomodó unos mechones detrás de mi oreja y luego besó mi frente.

Hasta que la muerte nos separe  [Completa ✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora