La vida no es ilimitada

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Después de la pequeña salida que tuvimos fuimos a su casa, no sin antes avisarle a mis padres que dormiría en casa de Adam: dormimos juntos, amanecimos juntos, nos duchamos juntos y luego Adam fué a dejarme a mi casa ya que él tenía que ir por sus exámenes y no podía quedarme sola.

Yo estaba preocupada, esa tos daba miedo y anoche casi no pudo dormir y por lo tanto yo tampoco debido a eso, él no me lo decía pero yo sabía que de su boca salia sangre a causa de aquella tos.

— Debes descansar, anoche no dormiste por mi culpa –acarició mi mejilla.

— Corrección "debemos" –corregí.

— Prometo descansar apenas llegue ¿ok?

— Ok –Adam me tomó de las mejillas y depositó un largo beso, luego se separó de mis labios para luego abrazarme con fuerza. Yo hice lo mismo, le di un fuerte abrazo como si este fuera el último, eso me dió un poco de miedo, el abrazo duró unos minutos siquiera.

— Quisiera quedarme así contigo para siempre, no soltarte nunca.

— Yo igual –sonreí, tenía la parte izquierda de mi rostro pegado a su pecho.

— ¿Lo oyes? –coloqué mi oreja en el punto donde se encontraba su corazón para escuchar su pulso

— Si, lo escucho –cerré mis ojos y seguí escuchando los latidos: eran fuertes y latía con un poco de rapidez.

— Está latiendo por ti, por lo tanto, es tuyo.

— Al igual que el mío, te pertenece a ti –besé su pecho con delicadeza– mi corazón también es tuyo, siempre lo ha sido.

— Lo sé, lo supe desde que te conocí –reí un poco.

— ¿Sabías que me volví loca por ti desde la primera vez que te ví?

— No lo sé, tal vez no hubiera sido fácil de no ser porque descubrí a una loca espiandome a través de su ventana.

Mierda...
Que vergüenza.

— Vaya, pero que loca ¿Y como era ella?

— Una pelinegras hermosa, de ojos azules grandes y perfectos, un poco enana, con una cara de inocente pero en realidad es el diablo en persona y me convirtió en el hombre más afortunado del mundo ya que ahora es mi novia. Será mi futura esposa y madre de mis cinco hijos: se llama Verónica Jones y muy pronto le dirán señora Smith.

— Puedo decir que ambos somos afortunados por tenernos el uno al otro.

— ¿En serio? ¿Te sientes afortunada por tenerme a tu lado, Verónica?

— Que no te cabe la menor duda –lo tomé de las mejillas y lo besé, pude sentir la sonrisa dibujarse en su rostro. Él me tomó de la cintura pegandome a él pero luego me alejé– ya vé o llegarás tarde.

— Está bien, hasta luego –besó mi frente– te amo ¿ok?

— Yo a ti, ve con cuidado.

— Lo haré –se alejó de mí y escuché la puerta de mi habitación cerrarse, pero luego se volvió a abrir.

— ¿Cariño?

— ¿Mamá?

— Te traje unas galletas oreo con un vaso de yogurt.

— ¡Oh! Gracias, mamá –ella se sentó junto a mi en la cama.

— No hay de que, ¿Cómo te sientes? –preguntó con voz suave y dulce, acariciando mi pierna.

— Bien, dentro de lo que cabe, sé que todo estará bien, mamá.

— Así será, todo saldrá bien y me alegra saber que puedas sobrellevarlo.

Hasta que la muerte nos separe  [Completa ✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora