Mi vestido de novia

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Después de aquella charla que tuvimos hace una semana él hizo lo que habíamos acordado; dejó los estudios y a los tres días comenzó a trabajar, Axel le había estado ayudando en eso por lo que consiguió rápido uno, no gana tanto, pero si más que sea lo básico, algo como para una boda sencilla; además, mis padres y mi querido suegro nos apoyaron con un poco de dinero.

Oh, y ni que hablar de Axel y Sophia, ellos también nos estan apoyando, por lo que habría boda muy pronto.

Estoy muy emocionada, tan feliz porque me casaré en poco tiempo con el hombre que amo con toda mi vida.

— Cariño.

— ¿Si?

— Tu mamá quiere que vayas con ella, ven, te ayudaré.

— Está bien, yo puedo, gracias.

— Que testaruda.

— Así me amas.

— Pero por supuesto, ahora vamos, señora Smith.

— Smith está bien, ¿Pero señora? Me hace sentir vieja.

— ¡Uy! Perdón, señorita Smith.

— Así está mejor –sonreí, me levanté y caminé hacia la puerta, guiandome con la pared–. No te veo pero aún te siento aquí –él rió– no tienes que estar cuidándome.

— Tendrás que aguantar, y ahora mucho más que serás mi esposa.

— ¡Ay, Dios!

— ¿Te molesta eso?

— No, claro que no, es solo que no siempre tienes que estar pendiente de mi.

— Te aguantas –dijo burlón.

— Pero...

— Tic toc, tic, toc, tic, toc –me interrumpió, bufé y él volvió a reír– vamos, pequeña –ambos salimos de la habitación y fuimos a la de mamá.

— Cariño.

— Madre –sonreí.

— ¿Me dejas a solas con mi hija, Adam? –pidió de manera amable.

— Oh, si, claro ma...señora Dawson –hubo un silencio un poco incómodo por parte de él–. Yo...las dejo solas –Adam caminó hacia la puerta.

— Sabes que puedes llamarme así, Adam, no me molesta.

— Sería todo un honor, mamá... –su voz se oía un poco quebrada pero luego se compuso–. Ahora sí ya, ya me voy, con permiso.

— Claro, hijo, vé –Adam salió de la habitación, dejándonos solas– muy bien, cariño, te tengo una sorpresa.

— ¿Ah, si? ¿Qué es? –pregunté entusiasmada.

— ¿Recuerdas mi vestido de novia?

— Si.

—  Es... Ahora es tuyo, cariño –dijo con voz quebrada, acarició mi rostro con ambas manos– mi niña...

— Mamá, no llores... –me acerqué más a ella y la abracé, correspondió mi abrazo.

— ¿Cómo no? Eres mi única hija y ya te vas a casar. Parece que fue ayer que naciste.

— Mamá, me harás llorar.

— Lo siento, cariño, es que me da nostalgia de ver qué mi hija ya creció.

— ¿No esperabas que no lo hiciera, verdad?

— Claro que no, pero no creí que estarías lejos de mi tan pronto.

— Estaremos cerca, mamá. Viviremos a lado con el señor Lían ¿Lo olvidas?

Hasta que la muerte nos separe  [Completa ✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora