Los Zambada

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— Marietta. ¿Estás lista?.

Volteé a la puerta, al escuchar la voz de Midiam.

— ¿Puedo pasar?. — volvió a preguntar. 

— Sí. 

Apareció detrás de la puerta con una enorme sonrisa. Y a diferencia de ayer y hoy en la mañana, venía un poco más arreglada. 

Sentía que yo a lado de ella, me veía muy infantil con el vestido que traía. Pues ella tenía puesto un vestido verde entallado, que marcaba sus perfectas y prominentes curvas. 

Esperaba algún día, yo verme igual cuando tuviera su edad.

— ¿Lista?. Ya todos están abajo, afuera esperándote. 

Todos... Cómo si eso ayudara.

— Cómo que todos. Pues, ¿Cuántos son?. — pregunté nerviosa. 

Dio una risa bajita, y negó.

— Sólo la familia. No te preocupes. — tomó mi mano y comenzó a caminar — Ven. Vamos con ellos. 

Anteriormente, la inmensidad de escaleras había, hacía que se me parecieran eternas al bajar. Pero, esta vez parecía como si las hubiéramos cruzado brincando. Y a medida que nos acercábamos a la puerta, que se encontraba abierta, se podían escuchar varias voces hablando al mismo tiempo. Sin ignorar, que también se escuchaba música en vivo.

En medio del patio, había unas cuantas mesas decoradas con copas, losas y cubiertos. A mi gusto, todo era elegante, y hasta podría decir que caro. Incluso las personas que estaban ahí, vestían de la misma forma. Pero tampoco hasta al punto de verse TAN formal. 

No es que me crea la gran cosa, pero. Todo esto para "conocerme".

Qué eran, ¿Políticos?, ¿Mafiosos?, ¿Empresarios?.

De un momento a otro, dejé de sentir la presencia de Midiam a mi lado. Y ante las miradas de todos, me empecé a sentir nerviosa.

Realmente si eran muchos.

Recorrí a todos con la mirada, y cada uno tenía la misma expresión de asombro, acompañado de una pequeña sonrisa. Finalmente mi mirada se detuvo en Ismael, que al igual que los demás, tenía una sonrisa, pero de orgullo.

Desvié mi mirada a los músicos que estaban en una esquina. Hasta que escuché que alguien carraspeó su garganta y empezó hablar.

— Bueno familia. — empezó acercarse — Supongo que es más que obvio el motivo de esta reunión familiar. — suspiró — Todos en la familia saben quién es Mariettita. Y también saben que la he estado buscando por todos lados, todos estos años. — sentí como ponía su mano  en mi hombro izquierdo, rodeándome con su brazo. Dándome una especie de abrazo — Y hoy gracias a dios, puedo decir que nuevamente está con nosotros mi niña. 

Escucha como algunos decían un "aww", otros un "wooh", y otros aplaudían. Uno que otro, más que nada las mujeres, limpiaban lágrimas mientras sonreían. Entre ellos estaban Midiam e Ismael. 

Todo esto me hacía sentir incómoda. Algo parecido, podría decir que me sentía como el fenómeno que exhiben en el circo.

— Pero no quiero llevarme el crédito de todo. — interrumpió Ismael — Todo esto no hubiera salido tan bien, sin la ayuda de mi trabajador estrella. — al parecer, todos parecían saber de quién estaba hablando, pues voltearon a ver por donde se encontraba Vicente, a lado de un hombre moreno, alto y cuerpo atlético  — Rodrigo. Quiero agradecerte por haber hecho un excelente trabajo buscando, y trayendo a mi princesa. Gracias, cabrón. Te debo la vida.

Nuevamente los aplausos se escucharon por todo el lugar. Ismael me dio un cálido abrazo, que respondí sólo para no ser grosera. Aunque, no me incomodaba abrazarlo a él. Pero si lo hacía abrazar otros desconocidos.

Todos parecían tan ilusionados de haber encontrado a esa chica que pensaban que era, pero en realidad no era yo. Ahora me daba pena y algo de lástima por ellos. Cuando estuvieran listos los resultados, probablemente se sentirían mal de haber estado equivocados.

Unos minutos después, vi que Midiam se empezó acercar junto con otras tres mujeres que parecían más o menos de su edad.  

— Y bien... ¿Cómo te sientes?. — preguntó. 

— A parte de incómoda. Creo que estoy bien. 

— Tranquila. Nada más somos la familia. No hay nadie desconocido. — dijo mientras ponía su mano en mi espalda y la sobaba. 

Para mí sí. Pensé.

Asentí.

— Por eso... Mira, te presento a Mayte, Mónica y Teresa. — las señaló — Son nuestras hermanas.

Las tres me miraban con una mirada curiosa, pero también con una sonrisa que parecía sincera.

— Hola, Marietta. — dijo Teresa. 

— No sabes lo felices que nos sentimos, de que estés aquí de nuevo con nosotros. — quién era Mónica me abrazó. 

Me quedé inmóvil ante aquel acto, pero al igual que Ismael, le correspondí el abrazo.

— Ha pasado mucho tiempo, pero eso no va a ser excusa para no llevarnos bien. — habló Mayte  — De aquí no me sacan hasta que tú y yo nos hagamos mejores amigas. 

— Oye... Yo voy a ser su hermana favorita. — dijo Teresa.

— No creoo. — ahora dijo Mónica. 

— Ay, no. Estas locas. — Midiam negó divertida — No te preocupes, así juegan. Pero todo es broma. — me guiño un ojo. 

— La cena está lista. — llegó Ismael a un lado de nosotros. 

— Gracias, papá. Ya vamos. — le respondió Mónica. 

Las tres empezaron a caminar de nuevo a sus mesas, y cuando Midiam iba hacer lo mismo, la detuve.

— ¿Puedo sentarme contigo a cenar?. — le pedí. 

Abrió la boca para decir algo, pero sólo volteó a ver a Ismael. Quién solo asintió lentamente con los ojos cerrados. 

— Claro. — sonrió — Ven. Te voy a presentar a mis hijos y mi esposo. 

Llegamos a la mesa que compartía con Mónica y Vicente. Estaba a punto de presentarme a su esposo, cuando se escuchó una voz en la entrada a la casa.

— A ver. Es cierto que ya apareció mi competencia. 



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Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora