La plática

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— Hola. — dijo uno de los muchachos.

Édgar, si no mal recordaba.

— Hola. — respondí relativamente tímida. 

Aún no entraba en confianza con ellos.

— ¿Cómo has estado?. — ahora preguntó el más bajito de los tres con una sonrisa en el rostro.

— Ehh, bien... ¿Ustedes?. 

— También. Bien, gracias a Dios. — respondió el primero. 

Pero él no decía nada, ni hacía ningún gesto. 

Sólo me veía y de vez en cuando de arriba abajo. Eso me empezaba a incomodar.

— Que bueno. — les sonreí.

— ¿Y él Sera?. — volvió a preguntar el chaparrito — Ese milagro que no anda de castrocito.

Él y Édgar tiraron una carcajada, mientras que el otro sólo asomó una leve sonrisa en su rostro.

Sí sonríe. Pensé que tenía parálisis facial, o algo así. 

— Se fue unos días a dónde su mamá y tardó un poco más de lo que dijo. Pero llega pasado mañana. — expliqué mientras me sentaba en el sofá y prendía la televisión — Si, gustan sentarse. O beber algo... 

— Yo sí. — dijo caminando al bar. 

— Pinche Iván. Son las tres y media. — dijo Édgar sentándose del otro lado. 

— ¿Y?. — se empezó a servir algo en un vaso. 

— No tienes remedio, me cae. — chistó negando. 

— Tú ratilla. ¿Quieres?. 

— No. — respondió sin dejar de jugar con un cojín. 

— Y tú, Marietta. ¿Tomas?. — volvió a preguntar. 

— No. — dije en una risita. 

— Serás wey. Todavía está chiquita. — exclamó Édgar — ¿Eres menor de edad, sí, no?. 

Asentí.

— ¿Pues cuántos tienes?. — preguntó Iván llegando del bar. 

— Diecisiete. — respondí. 

— Ni tanto. — dijo Iván — El año que entra te invitamos una chela, no hay pex.

— Quieres que mi padrino te meta un soplamocos por andarla induciendo al vicio. 

Se quedó unos segundos en silencio, pensando.

— Mejor agüita. Te hace bien. — tomó de su bebida. 

Reí asintiendo.

Luego los dos se pusieron a platicar entre ellos, mientras yo seguía viendo la televisión. Hasta que al parecer su papá les mandó a llamar, pero sólo se quedó él.

Honestamente era algo incómodo sólo escuchar el ruido de la televisión, cuando había dos personas en una habitación.

Sobre qué le podría hacer platica. 

¿Cuál es tu comida favorita?... No. Muy random, y no lo conozco lo suficiente.

¿Qué le digo?.

— No sabía que eras hija de mi padrino. — por fin habló, cortando ese incómodo silencio.

Volteé a verlo y él tenía la vista fija en mí.

Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora