Él no tiene la culpa

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— Ella y el bebé están bien. — dijo Serafín.

Todos se quedaron en shock.

Sin contar que don Ismael palideció y Ovidio sólo abrió los ojos sorprendido dejando de respirar.

— B... Be... ¿Bebé?. — preguntó Ismael.

— ¡Dios mío!. — dijo Mónica.

— Voy... ¿Papá?. — susurró Ovidio, y afortunadamente nadie lo escuchó.

Serafín inhaló y exhaló para continuar, pero la risa le ganó.

— Naahh, es que así dicen en las películas, y siempre quise decir eso. — sonrió — Pero Ttita está bien. Ya despertó.

Ovidio sintió cómo se le devolvió el aire a los pulmones.

— Pinche Serafín, cabrón. — Ismael frotó con frustración su rostro.

— Te pasaste de verga, wey. Nos asustas. — dijo Vicente.

— Sera... No juegues así. — reprochó su hermana.

— Jeje, sorry.

De pronto salió el doctor que los había atendido a los dos.

— ¿Alguien va a pasar a ver a la señorita?. — preguntó.

Todos levantaron la mano.

— Sólo uno a la vez. Además, necesito explicarle sobre algunos medicamentos y la salud de la señorita.

— Vaya, apá. Usted primero. — dijo Isma.

Él asintió, y siguió paso al doctor.


MARIETTA

Miré detenidamente cómo bajaba el suero por la cámara de goteo. Me daba algo de cosita "lastimarme" moviendo la mano así que mejor la dejé quieta.

— Mi vida. ¿Cómo te sientes?. — entró Ismael, seguido por el doctor. 

— Bien, bien. No me duele tanto. — le sonreí.

— Es por el medicamento. — aclaró el doctor. 

— Ay, mira nada más cómo quedaste. — pasó su mano por mi frente y mi brazo — Serafín no debió subirte. Pinche chamaco, pero va a ver.

— Fue un accidente. Además, ya hablé con él y se disculpó... No le digas nada, no tiene la culpa. 

— Pero debió tener más cuidado. 

— Así pasa cuando sucede. — reí — Igual, no fue grave. 

Soltó un suspiro negando.

El doctor empezó a explicarle a Ismael un poco sobre los golpes de Serafín y míos. Recetó un par de medicamentos y pomadas para los raspones. 

Y también me había mandado a realiza unos estudios por el tema de mis defensas bajas, pero nada más. Después de estar un ratito aquí adentro, Ismael salió junto con el doctor. 

Obviamente después de quitarme el suero o medicamento.

Entonces fue ahí cuando los muchachos aprovecharon que no les podían decir nada y entraron el montón, menos él. 

Preguntaron cómo nos sentíamos y Sera no dejaba de disculparse cada cinco minutos.

Media hora después salieron todos, el sueño me empezó a calar y no supe en qué momento me había quedado dormida.

...

Sentía algo recorrer por mi mano, haciendo camino y jugueteo en mi brazo provocándome cosquillas, pero no era para nada molesto, al contrario, se sentía bien.

Hasta que recordé cuando a Serafín se le había subido la cucaracha.

Entonces desperté de golpe.

Era Ovidio quién estaba acostado a un lado mío. Pareció sorprenderse cuando desperté, pero luego soltó una risita silenciosa.

— ¿Eres tú?. 

— Sí. ¿Te asusté?.

— No... Bueno, creo que eso ya se te es costumbre. — sonreí recordando la vez que lo conocí.

— No era mi intención. Lo siento. — se sentó sobre la cama, después de que yo lo hice — ¿Cómo te sientes?. Me preocupé muchísimo cuando vi que no despertaste.

— ¿Me?. — pregunté "inocente". 

— Bueno, nos... Pero si me asusté. 

— Me siento bien. — contesté sincera — Pensé que me dolería más cuando se me pasara el efecto del medicamento. Pero estoy bien, fue algo leve.

— Pero tienes dos suturas en la cabeza. Cómo va a ser algo leve. — pasó sus dedos algo lejos de la herida.

— Diría Mayelito; a los cobardes no les hacen corridos. 

Se carcajeó.

— Así no va. 

— No quiero ser grosera. — sonreí — Por cierto dónde está, ¿Cómo siguió él?. 

— Bien. Escuché que salió a cenar, Vicente, Mónica e Isma ya se fueron a sus casas, tu papá está en el despacho ocupado. Y Midiam está con Rosario preparando la cena. — explicó. 

— ¿La cena?. — pregunté exaltada — Pues qué hora es.

— Son las siete... — miró su reloj — Faltan nueve para las ocho. Duermes mucho, pareces osito invernando.  

— Fue efectos del medicamento. — me excusé.

— See. Seguro.

Tocaron dos veces la puerta, seguido de un "Voy a pasar" por parte de Midiam.

Entró con una bandeja con platos y un vaso de... ¿Jugo?, tal vez.

— Ya está lista la cena, chica. Para que comas y te recuperes más pronto. 

— Sólo fue una caída. No estoy enferma.

— Déjese consentir. ¿Si o no, Ovidio?. 

Asintió. — Claro. 

— Ya vez. Ándale, come. — empezó acomodar las cosas en la mesita y me acercó la bandeja. 

— Bueno, te dejo para que cenes a gusto. — dijo Ovidio poniéndose de pie.

— No. — dije rápido ganándome la mirada de los dos.


¿Apoco ya querían un ratoncito? 👀🐭



Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora