Volteé para poder verlo mejor.
— Ovidio. — sonreí — Hola.
— Qué haces. — preguntó dejando su mochila en el piso y empezándose acercar.
— Ermida me pidió de favor que le ayudara con la sopa, en lo que traía algunas cosas. — expliqué — Pero, le preguntaré si la puedo ayudar. Es que estoy aburrida. — reí.
Sonrió. — ¿Y qué harán de comer?. — preguntó asomándose.
— Caldo. — respondí.
— ¿Caldo?. ¿Con este calor?. — preguntó haciendo una mueca.
— Como toda buena señora mexicana que se respeta. — bromeé.
Negó riendo.
— Eso sí.
— ¿Ya vienes a tomar tus clases con Rodrigo?. — pregunté volviendo a menear la sopa.
— Así es.
— ¿Y cómo vas con él?.
— Bien. Ahí va.
— De qué tratan... Sí no es mucho la indiscreción.
Se quedó callado unos segundos. — Defensa personal... Sí.
— Ohh. Qué padre. — sonreí — Entonces ya sabes defenderte si algún día te intentan asaltar. — volteé imitando una especie de KO, para de nuevo volver a la estufa — Pero esperemos que nunca pase.
Escuché su risa mientras de reojo vi que se recargó sobre su espalda en la orilla de la barra y se cruzó de brazos.
— Obvio. Uno nunca sabe. — y de un momento a otro ambos nos quedamos en silencio, sólo se escuchaba la comida chillar.
Quería voltear para verlo porque obviamente sabía que no se había ido, pero la curiosidad me había ganado.
— ¿Qué?... — pregunté con una risita nerviosa, al ver que estaba entretenido viéndome.
Conectó su vista con mis ojos y carraspeó.
— Nada, nada. — asentí — Perdón si te incomodé.
— No pasa nada. — sonreí tratando de ocultar mi nerviosismo.
Si supieras cuántas veces he hecho lo mismo contigo.
— Perdón.
Suspiré. — Te quedarás a comer... — preferí cambiar de tema — ¿O te freseas porque es caldito y hacer calor?.
— Yo nunca me rajo, bonita. — dijo arrogante y poniendo una sonrisa, pero al darse cuenta de lo que había dicho abrió los ojos — Digo... Me refiero a... No... Perdón. — sus mejillas empezaban a tomar color.
— Eso ya lo sé, gracias. Según Sera es porque me parezco a él. — quise bromear un poco para suavizar la tensión, aunque por dentro estaba gritando.
— Ese Serafín. — negó sonriendo — Pero...
— Ay, muchas gracias Mariettita. Ya traje aquí. — entró Ermida a la cocina con varios ingredientes en mano, dejándolos en el lavadero con la llave abierta.
— De nada. Si quieres te puedo seguir ayudando. Para que acabes más rápido.
— Bueno. Ayúdeme a picar las papas y calabaza. Por favor. — asentí.
Tomé todo lo que iba a ocupar y me puse a un lado de Ovidio, empezando a picar.
— Decías...
— ¿Qué?.
— Me estabas diciendo algo. Algo de Sera. — le pregunté sin quitar mi vista de la tabla.
— Ah, no. Nada.
— Ahora me quedaré con la duda.
— No te preocupes. No era nada de él.
— ¿Entonces?... — lo volteé a ver.
— Nada. — sonrió — El chino me ocupa. Te veo al rato.
— Pero vienes. — lo advertí y él asintió.
Aproveché que iba de espalda para quedármele viendo, hasta que se fue perdiendo en el camino.
Nuevamente volteé mi vista a la tabla, pero lo que llamó mi atención, fue que Ermida me estaba viendo.
— Le mueve el tapete el joven, ¿Verdad?. — preguntó con una sonrisa de lado.
Yo sólo negué, sin evitar sonreír nerviosa. Ya me torcieron en la movida.
...
— Ay, apá... — suspiró — Yo creo que ahora si me voy a morir de cansancio. — Sera se sentó en el suelo y recargó su espalda y cabeza en una silla, que esta se fue haciendo hacia atrás, provocando que se resbalara y pegara en la cabeza — Ay.
— Sonó bien huecote. — se carcajeó Isma.
— Se le murieron las últimas dos neuronas que le quedaban. — agregó riendo Vicente.
— Y eso que no te fuiste a la bodega con tus hermanos, y nada más contaste una cuarta parte. — lo miró serio Ismael.
— Por eso... Estoy tipo, "Ay wey, mi mente". — hizo un ademán con sus manos.
Me carcajeé al escuchar sus ocurrencias.
— Mi vida. Qué haces. — Ismael habló al notar mi presencia.
— Nada. Vengo de la cocina. Ermida y yo ya hicimos la comida.
— ¿Ya está la comida?. — preguntó sólo levantando la cabeza.
— Síp. — asentí.
— Pues de una, ¿No?. — dijo Vicente frotando sus manos.
— En corto, pa. — dijo Isma poniéndose de pie.
— El último en llegar es un marinela. — dijo Sera para empezar a gatear rápido.
Antes de que pudieran avanzar más, Isma lo tumbó y se echó a correr.
— El primero en llegar es un huevo podrido. — gritó en el suelo.
— Ayy, no. — negó Ismael viéndolos — ¿Y qué hicieron de comer?.
— Caldo.
— Mmm. Rico.
— Falta que digas como Ovidio. Qué caldo con este calor.
— ¿Todavía anda aquí?.
Asentí. — Sí. De hecho lo invité a comer, ¿Está bien?.
— Claro que sí. — me abrazó — Pues vamos a comer, entonces.
— Pero. Quería esperarlo, para que no coma solo.
Juro que se me había quedado viendo raro. ¡Ups!.
— ¿Esperarlo?. — asentí — Seguro ya ha de haber acabado. Le mando a decir al Chino que ya lo suelte para acá.
— ¿Sí?.
Asintió. — Sí. Ándale, para que comas tú también.
Los dos comenzamos a caminar hacia el comedor para sentarnos con los demás.
A ver... Convénzanme de hacer maratón 👀🫣
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Marietta - OGL
Ficción General- Quién diría que una "desgracia", me devolvería a mi familia... 🔜 Marzo 04, 2023 🔚 Junio 04, 2023