¿Era ella?

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Empecé a sentir como se cerraba mi garganta y me empezaba a quedar sin aire. Todo se veía borroso y se tornaba oscuro.

Sólo podía escuchar la voz de Alfredo llamándome.

— Carnal... ¿Estás bien?. ¿Carnal?

Abrí los ojos y volteé a los lados asustado.

— ¿Estás bien?.

Estábamos en el coche aún.

— ¿Todo bien, carnal?. — volvió a preguntar.

Volteé a verlo y su rostro reflejaba una pizca de preocupación, pero en sí me miraba algo burlón.

— Sí. — contesté.

— Qué pedo, wey... Te empezaste a quejar y a llorar dormido. No mames. — soltó una risa — ¿Que soñabas?. 

(Me lo imaginé hablando dormido y pegando brinquitos jajaja)

Toqué mis mejillas y evidentemente estaban húmedas.

Mierda.

— Que... Había atropellado un perrito. — mentí.

— Aaah... Y ese perrito tiene nombre, ¿Marietta?, no sé. — preguntó divertido.

Lo miré.

— ¿Cuánto falta para llegar?. — desvié el tema.

Tiró una carcajada.

— De hecho. Ya llegamos. — dijo abriendo la puerta — Sólo te estaba despertando bella durmiente. Amos, Ratón.

— Ve tú, Alf. Ahorita te alcanzo. — dije estirándome en el asiento.

— Ta' bueno, pues... No te tardes. — sin más, salió.

Menos mal todo había sido un sueño. 

Porque Serafín ya me tenía traumado con nuestros hijos.

...

MARIETTA

— ¿Entonces cuándo salimos de aquí, Sera?. — pregunté con cierto fastidio.

— Pues las cuarenta y ocho horas se cumplen mañana en la tarde. Pero dijo el doctor que lo más seguro es que te podrías ir en la noche, o pasado mañana en la mañana. 

— ¿Tanto tiempo?. — hice un puchero.

— Bueno, pues es que no quisiste despertar antes. ¿Yo qué?. 

Abrí ligeramente la boca ofendida.

— Estaba sedada, grosero.

Chistó sin importancia. Yo sólo rodeé los ojos divertida, pues no me podía reír porque me dolía la herida.

Sera y sus ocurrencias.

Nos habíamos quedado en silencio unos minutos. Sólo se escuchaba el sonido de los tiktoks que veía Sera, hasta qué...

— ¡Aaahh!. Chisme, chisme, chisme... ¡Me había olvidado de contartee!. — dijo aplaudiendo y reincorporándose del sillón donde estaba acostado.

Reí.

— ¿Qué pasó?. — lo volteé a ver aun riendo.

— No es por ser chismoso, pero... Él está aquí. — susurró acercándose.

— ¿Él... Quién?. 

— Topoyiyo. 

(¿Alguien entendió de dónde viene la referencia?👀)

¿Qui... Aahh.

— ¿Ovidio?. — pregunté.

Asintió. — Desde la mañana está aquí.

— Ohh, está bien. No importa. Seguro es por compromiso. — dije "indiferente".

— No, no. Si te importa. — puso una sonrisa ladina.

— A que no.

— Síii. ¿Entonces por qué empezó a pitar más el monitor?. — dijo divertido.

— Sera... — reproché.

— Ya, ya, pues... Pero bueno, no te preocupes. Hace rato cuando estábamos afuera, le hice un montón de caras y gestos de tu parte.

— No seas grosero.

— Lo bueno que no te importa. — dijo poniéndose sus pantuflas de dinosaurio — ¿Tienes hambre?. — negué — ¿A poco no se te antojan unos taquitos al pastor de aquí por la esquina?. Están buenos.

Reí levemente. — No puedo. Y tampoco tengo hambre. 

— Mmta. Te lo pierdes, entonces. — ahora se colocó su sudadera — Deja le pido a los plebes que vayan por algo pa' papear. Ahorita vengo.

Yo nada más asentí.

Escuché sus pasos cerca de la puerta abriéndola, y supe que ya había salido por el sonido de esta misma cerrándose. Ya que no podía voltear, estaba acostada de lado por lo mismo.

Una vez toda la habitación en silencio, volví a recordar aquella voz que me dió tanta paz.

— Despierta, mi niña... Todavía te falta mucho por delante... Hay ciertas personitas que te van a necesitar... Los amarás como nosotros a ti, corazón.

No recordaba mucho de la "conversación"...  Quizás sólo fue un sueño, pero... ¿Era ella?

Mis pensamientos fueron interrumpidos al escuchar la puerta de nuevo abrirse y cerrarse.

Era raro que Sera no haya empezado hablar luego, luego que entró. Pero aún así no le dije nada.

— Sera... — dije cuando sentí su mano en mi cabeza.

Nada.

— Oye... 

Quise voltear un poco.

— ¿Cómo te sientes?. — preguntó susurrando.

Era él.

Por un momento pensé que Serafín había estado bromeando.

— ¿Qué haces aquí?. 

— Yo... Vine a ver cómo estabas. — seguí el sonido de sus pasos que rodearon la camilla — Me enteré de lo que había pasado.

Mi corazón se empezó acelerar cuando lo vi frente a frente. ¡Maldito monitor!.

— Estoy bien. Gracias. 

Luego de unos incómodos eternos segundos de silencio, volvió hablar.

— Me preocupé mucho cuando supe. Quise venir inmediatamente, aunque decían que estabas fuera de peligro. — confesó haciéndome voltear a verlo.

— ¿Entonces?.

— Quise asegurarme por cuenta propia que en realidad estabas bien... Aun después de todo, me importas, Ttita. — lo último lo susurró. 

Seguía con el mismo criterio. No iba a cambiar.

El sentimiento se comenzaba apoderar de mí, pero no quería llorar. Mucho menos enfrente de él. 

— Vete por favor, Ovidio. — hablé firme.

— Ma... — algo o más bien, alguien lo interrumpió.

— Ni modo. — se escuchó la voz de Serafín entrar — Tocó sacrificarse besando a las enfermeras para que me dejaran pasar mi cena. — rio — Ra... ¿Ovidio?. 

Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora