Una farsa

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Creo me sentía más nerviosa, que el día en que me trajeron aquí. Hace unos minutos atrás, Vicente y Serafín había ido a mi habitación a despertarme, diciéndome que su papá me había mandado a llamar. 

Me extrañé un poco, pues Vicente no me quiso decir más. Pero Serafín se adelantó y me dijo que ya habían llegado los resultados de las pruebas, y que no los querían abrir hasta que yo estuviera presente.

También me había tardado un poco en bajar, porque Serafín se había quedado en mi habitación y empezó hacerme plática mientras veía televisión. Hasta que Vicente se devolvió por él, llevándoselo casi arrastras.

Con todos los nervios del mundo, llamé la puerta del despacho de Ismael.

La puerta se abrió acompañado de un rasposo "Adelante". Ahí dentro estaban Ismael, Vicente y Serafín. Los dos primeros tenían un semblante serio y pensativo, mientras que el último estaba degustando una paleta tranquilamente.

— Buenos días. — dije una vez adentro. 

— Buenos días. — contestaron Ismael y Vicente. 

— ¿Me quería ver?.

— Sí. — asintió y suspiró — Bueno, creo que ya sabes porque te mandé hablar. — dijo Ismael viendo mal a Serafín. 

Que aun seguía muy entretenido con su paleta. Parecía no importarle otra cosa. Realmente él me empezaba a caer muy bien.

Asentí.

— Sí, algo así. — tomé una bocanada de aire para darme valor — Y bien, ¿Qué dice?. 

— Aún no la hemos abierto. Te estábamos esperando. 

— Ya estoy aquí. 

Asintió dándole una mirada rápida a Vicente. Empezó abrir con cuidado el sobre, y de adentro sacó el típico papel doblado en tres partes. Volteé a verlo a la cara, cuando vi que se había detenido y ahora me observaba a mí.

— Mejor míralos tú. Yo no tengo que comprobar nada. — me extendió la hoja. 

Si antes estaba nerviosa, ahora más.

Sin pensarlo mucho, desdoblé la hoja y la volteé del lado correcto para ver los resultados. 

Luego de confundirme con una tabla llena de números y letras, hasta abajo estaba lo que más me importaba. 

Existencia de relación genética: Porcentaje de paternidad del 99,999996 %

Sentí que el aire me faltaba.

— Marietta... ¿Te sientes bien?. — escuché a Vicente.

No podía responderle, me había quedado muda. Mi mente no podía procesar esto, y miles de preguntas rondaban en mi cabeza. ¿A caso toda mi vida había ido una farsa?. 

Las náuseas se hicieron presentes, acompañadas de una arcada.

— Hija. ¿Todo bien?. — habló Ismael. 

— ¡Inga suu!. — exclamó Serafín — Se puso como Simpson. Amarilla. 

— ¡Serafín!. — le gritó Ismael. 

Lo miré directo a los ojos y él me miraba con algo de preocupación. Desvié la mirada a Vicente y Serafín, que hacían los mismo que Ismael.

— Voy al baño. — doblé la hoja, dejándola en el escritorio — Estaré en mi habitación. 

Aún confundida caminé hasta llegar de nuevo a mi habitación. 

De nuevo regresó la arcada, al recordar el resultado. No me quedó de otra que entrar al baño a desecharlo, y al acabar enjuagar mi boca.

— ¿Que es todo esto?. — susurré.


Mientras tanto, los Zambada

Los tres hombres en el despacho vieron como salía de ahí Marietta. Fue Vicente quien tomó y leyó los resultados. 

— ¿Que dicen?. — preguntó su padre curioso, que a la vez algo temeroso. 

— Pues para qué se hace si usted ya sabe que pedo con esto. — dijo serio — Por supuesto que es una Zambada, chingao. — su semblante cambió regalándole una sonrisa y un abrazo a su padre.

— ¡Yaas!. Ahora ya tengo a quién hacerle la vida de cuadritos, así como me la hicieron a mí de chiquito. — dijo Serafín. 

— Prieto... — reprochó su hermano. 

— ¡¿Qué?!. Cuando a mi me hacían, ni les decías nada. Nomás te reías. — reclamó indignado.

— Ni se te ocurra hacerle algo. ¿Oíste?.

— Ya me bajaron tan rápido del trono. — fingió llorar. 

Su hermano mayor sólo negó viéndolo, pero cuando don Ismael comenzó hablar, le prestó atención.

— Si era lo que ella quería. Entonces ¿Por qué no se lo tomó bien?. — preguntó algo desanimado.

— Apá, entienda a la niña. Creció toda su vida creyendo que tenía otra familia. Sólo deje que agarre el rollo. Y verá cómo al rato agarra confianza ella solita. — dijo Vicente tratando de consolar a su padre. 

— Eso espero, Chente. 


MARIETTA

Me di la media vuelta y abracé la almohada. Tenía demasiadas dudas en mi cabeza. 

¿Por qué pasó todo esto?, ¿Quiénes son ellos?, Si esto era real, ¿Por que mi papá Antonio había hecho eso?, ¿Quién de los dos tenía la razón?, ¿Qué pasaría ahora conmigo?. A todo esto, solo había una forma de saberlo.  

Sé que sería difícil y tomaría algo de tiempo, pero todo esto lo hacía por el bien de todos y evitar malos entendidos.

Le presté atención a unos toquidos rápidos en la puerta. No pasaron ni tres segundos cuando volvieron a tocar, pero esta vez abrieron la puerta.

— Soy yo. — dijo Serafín entrando.

— Oyee. Es mi habitación. — le reproché fingiendo molestia. 

— No tenía seguro, querida. —  dijo burlón.

Me le quedé viendo esperando a que prosiguiera hablando. Pero sólo me miraba de la misma manera en que yo lo hacía, incluso hasta algo inocente.

— ¿Y?... — le pregunté. 

— ¿Qué?.

Ay dios mío. Si realmente es mi hermano, dame paciencia.

— A qué entraste. 

— Aaahh, sí. Venía a decirte que si bajabas a desayunar con nosotros. Hay huevito con tocino y nuggets en forma de dinosaurio. — dijo mientras subía y bajaba sus cejas repetidas veces.

Me quise reír.

— Me da pena, Sera. — dije bajando la voz. 

— No pasa nada. Más pena es que te cachen robando. — dijo estirándome del brazo para salir de la cama — O bueno, eso dice mi amá.

— Pero.

— Ándaaleee. — parecía como si fuera hacer un berrinche.

Luego de que me zafara el brazo de tantos jalones, por fin pudo pararme de la cama. 

Si quería que esto funcionara, tendría que poner mucho de mi parte.

Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora