Extra I

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Empecé a sentir movimiento a lado mío. Eso sólo significaba una cosa.

Mario se había despertado.

Mantuve los ojos cerrados, así esperando que al verme dormida él volviera a dormirse. Y al principio pareció funcionar, pero a los pocos segundos el sonido del ronquido de mi marido me hizo abrir los ojos.

No pues, él si estaba bien a gusto dormido.

Ahora mis ojos se posaron en donde estaba Mario acostado a un lado mío.

— Buenos días, mi amor. — me acerqué a darle un besito — ¿Dormiste bien?.

Mi pobre criatura nada más volteó a ver a su padre con sus manitas sobre sus orejas.

Me reí bajito al ver como se quejaba de él.

— Ven, vamos a dormir otro ratito. Si es que nos dejan. — lo acerqué hacia a mí abrazándolo que por su parte fui correspondida.

Es tan buen niño mi bebé.

Poco a poco fui cerrando los ojos al sentir que Mario empezó a tranquilizar su respiración. Nuevamente me estaba relajando conciliando el sueño.

Hasta que nuevamente Ovidio comenzó a roncar.

Quise ignorarlo, pero al sentir como Mario se empezó a remover entre mis brazos, abrí los ojos.

Se sentó sobre la cama y sin dejar de ver a su papá gateó hasta donde Ovidio estaba, y aprovechando que tenía la boca abierta, se quitó una de sus calcetitas metiéndosela a la boca.

Me volví a reír al ver que realmente sí funcionó por un momento.

Creo que se le pegaban muchas mañas a mi hijo estando con su tío Serafín.

Volvió acurrucarse entre mis brazos y cerramos los ojos tratando de dormir. Nuevamente el silencio estaba en la habitación dándome tranquilidad.

Sólo bastaron unos escasos segundos para que mi marido comenzara a toser y hacer arcadas.

— ¡Ay, wey!.

Se hizo presente la risita traviesa de Mario, mientras se aferraba más a mí.

— No mames, en qué momento... — empezó a toser como si quisiera expulsar la primera papilla que se comió de bebé.

— Dice tu hijo que lo molestas con tus ronquidos, amor. — solté una risita cuando volteó a vernos.

— ¿Yo?. — preguntó ofendido y asentí — Pero bien que yo me aguanto las patadas que avienta en toda la noche.

— Mi niño no patea.

— Pues nomás a mí, entonces. — aventó la calcetita a un lado y se acercó a nosotros — O nomás a su padre le da esas patadas...
¿Eh?. — comenzó hacerle cosquillas — ¿Nomás a su padre?.

Mario sólo se reía mientras se movía en la cama.

— ¡Mamii, mamii!. — decía entre risas.

— Vente mi vida. — abrí los brazos para que se acercara.

Pero su papá fue más rápido y él se acercó a mí abrazarme. Acto que mi hijo no pasó por alto, pues él se metió en medio del huequito que había entre los dos.

— Cuidado, campeón. Lastimas a mami y a tu hermanita.

Una vez ya cómodos los cuatro, Ovidio pasó su mano por mi cintura pegándonos más e igual yo hice lo mismo con él.

Apretaditos, pero así nos gustaba estar.

La tranquilidad nuevamente estaba en la habitación, seguramente era cuestión de minutos o segundos para nos volviéramos a dormir.

Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora