La bella y la bestia - Final

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Pasé suavemente la yema de mis dedos por la carita de Mario, mientras tenía sus ojitos cerrados y succionaba de mi pecho como si su vida dependiera de ello.

— Si que tenías hambre, mi amor. — lo miré sonriendo.

— Todavía, la verdad. Pero pues ya di mi palabra que iba a comer hasta que llegáramos a casa de mi apá. — Ovidio entró por el marco que dividía la sala de la entrada.

Una vez cerca le hice una seña para que guardara silencio.

— ¿O quieres otro concierto en el camino como la semana pasada?. — dije susurrando.

Negó. — Ohh, ¿De esa comida hablábamos?. — se acercó haciendo de lado la mantita con la que medio tenía cubierto al niño — Quién fuera tú, campeón. — suspiró.

Lo miré divertida y negué.

— ¿Ya nos vamos?. — le pregunté, cambiando el tema.

Asintió. — Síp. Nada más los estoy esperando.

— Ya casi acaba. — lo miré — Sólo espero que se quede dormidito todo el camino, para no tener que ir batallando como la vez pasada.

— Pues andaba fastidiado, mi rey. ¿Cómo no iba ir llorando?. — se acercó a darle un besito.

— Eso sí. — suspiré.

Ovidio se sentó de lado de mí, cruzó su pierna y encendió el televisor bajándole el volumen a este.

Mientras tanto yo cada que pasaban los segundos, iba sintiendo como Mario succionaba cada vez más lento, hasta que al final me soltó.

Bajé mi mirada para verlo y ya estaba profundamente dormido.

— Ya cayó. — dije victoriosa mientras lo limpiaba.

— ¿Ya se durmió?. — asentí — ¡Me toca!. — puso una sonrisa juguetona.

— Aaah, no. Usted se estaba quejando que ya íbamos tarde, y cómo es así, ya nos vamos. — comencé a ponerme de pie.

— 'Ombree. Tú que me haces caso. De seguro todavía ni prenden el carbón. — puso cara de perro atropellado — Rapidito.

— No. — le hice como el meme — Ándale, ya vámonos antes de que se despierte.

Sin más, asintió de mala gana tomando la pañalera y colgándosela en el hombro.

Tras luego de dos horas de camino en terracería, por fin habíamos llegado.

Aunque no lo pareciera, si se me hacía algo pesado estar dos horas sentada, escuchando canciones de Mario. Pero no era tan malo, al fin y al cabo, ya estaba acostumbrada a lo último.

Y al parecer el papá también.

— Soy una taza, una tetera, una cuchara y un cucharón. — lo volteé a ver al escucharlo tararear la canción.

Lo miré con una sonrisa divertida.

— ¿Qué?. — volteó a verme mientras le bajaba el volumen a la música.

— Nada. — negué divertida — ¿Por qué le bajas, no venías bien ambientado?.

— Ah, es que... Me voy a estacionar. — sonrió inocente.

— ¿Y es necesario bajarle?. — dije riendo.

— Es que luego como que no veo. — se excusó.

Solté la carcajada cuando por mi mente pasó preguntarle "que si la música fuerte no lo dejaba ver".

Pero me tapé la boca cuando caí en cuenta que había despertado a Mario y empezó hacer pucheros.

— 'Iraa. — chistó.

Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora