Vete

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— ¿Eres igual que ellos?. — cuestioné separándome de él y cruzándome de brazos.

— Es que tienes que escucharlos, te lo van a expli... — lo interrumpí.

— Eres igual que ellos, ¿Sí o no?. — volví a preguntar.

Sólo se me quedó viendo por un pequeño lapso de tiempo. Me preocupaba que se mantuviera en silencio.

— ¿Y...?.

— Sí.

— Vete. — dije firme.

—Bonita, déjame explicarte. Deja...

— Vete.

— Por f...

— Vete de a...

No dejó que terminara, pues puso su mano en mi boca impidiéndome seguir hablando.

 — Deja que ellos te lo expliquen, necesitas escucharlos. No son malos como tú crees.

No fue necesario que yo retirara su mano para hablar. Cuando terminó de decir aquello, él mismo la quitó.

— Estaban torturando a un hombre, Ovidio... — nuevamente yo era un mar de lágrimas al recordarlo — Mataron a otro. ¡Ahí estaba!.

— Deja que te lo expliquen, de verdad... — suspiró — Primero escúchalos. Necesitas entender qué es lo que está pasando.

— ¡¿Y si me quieren hacer lo mismo?!.

— No, por Dios. Cómo dices eso, no. — me abrazó acariciando mi cabello — Todos en tu familia te aman y serían incapaces de hacer algo así. Mi padrino jamás lo permitiría.

Mientras seguía desahogándome con Ovidio, me quedé pensando en lo que había dicho sobre hablar con ellos porque realmente quiero una explicación sobre eso, no era algo que se tomaba a la ligera.

 Aunque también es evidente que quiero olvidar lo que vi.

Y de un momento a otro, mi cerebro hizo clic.

Ahora tenía todo el sentido del mundo que Ismael y el señor Joaquín fueran "compadres".

¡Claro!...

Armas, coches, lujos, dinero en grandes cantidades, el enorme rancho, música en vivo en todas las fiestas... Que tonta. Era más que claro que Ismael también es narcotraficante.

¿Mi papá es narcotraficante?... ¡A dónde me vine a meter!.

...

Abrí la puerta del despacho de Ismael. Y él estaba ahí, sentado donde siempre.

Una vez que se dio cuenta que yo estaba adentro, se puso de pie y empezó hablar.

— Mi cielo. Perdón por lo que viste, no debiste enterarte de esa ma... — lo interrumpí.

— ¿Qué fue eso?. Creo yo, eso no lo hacen los ganaderos. — solté.

— Yo... — le dio una mirada rápida a Ovidio.

— Los dejo para puedan hablar a solas. Con permiso. — dijo dándose la vuelta para marcharse. 

— No. Tú te quedas. También quiero que tú me lo expliques. 

Ahora él le dio una mirada rápida a Ismael y él asintió. 

— Bien, entonces... ¿Qué quieres saber?. — preguntó.

— ¿A qué te dedicas?... O no, mejor, ¿Quién eres?. 

Tomó un largo suspiro.

— Me llamo Mario Ismael Zambada García, me dicen o apodan don Mayo, o el Mayo. Soy líder del cártel de Sinaloa, me dedico al tráfico de mercancías algunas partes de Norte América, Europa y Asia.

— ¿Drogas?. — pregunté.

Asintió mirándome. — Sí. Supongo que lo demás ya tiene explicación. 

— ¿Y por qué no me dijiste la verdad desde un principio?. 

— Mija, no te ofendas. Pero eres bien mula, apenas y estabas agarrando confianza. ¿Cómo crees que te hubieras puesto?.

En eso tenía razón.

— Entonces, eso significa que te dedic... Se dedican a lo mismo. ¿Los dos?. — pregunté mirándolos.

— Toda la familia lo somos. — respondió Ismael.

— Hasta Midiam, Mayte, Mónica, Rosario... ¿Ellas también?. 

— No, bueno. Ellas no, pero sus esposos sí. 

— Pero no somos malas personas, bonita. — habló Ovidio — Claro tenemos que siempre hay que proteger a los nuestros. 

— ¿Rodeados siempre de peligro?. — reí sin gracia — Sí, así como no.

— Mi amor, a ti jamás te va a pasar algo. De mi cuenta corre. 

Ajá, sí... Sólo me secuestraron por diecisiete años, haciéndome creer que tenía otra familia. Pensé.

Asentí. — Y... ¿Siempre hacen eso?... Lo de la bodega. 

Sentí un nudo en el estómago, al recordarlo.

— No. — negó rápido — Esto fue diferente. Nunca quise que te enteraras de esto, de esa manera.

— Ya no importa, sólo... Quiero olvidarlo. — dije con asco. 

— Perdóname, amor. — caminó hacia a mi y me abrazó — De verdad perdóname.

...

Abrí los ojos al sentir sus dedos acariciar mi cabeza delicadamente. 

Sabía que era Ovidio, pues desde hace rato estaba acostado conmigo en la cama, después de haber cenado.

— ¿Sigues aquí?. — pregunté con una sonrisa volteándolo a ver.

— No me quería ir sin despedirme de usted, chula. No me quedaría a gusto.

— Ay... — me acerqué más a él y lo abracé — Entonces deja me duermo otra vez. Para que te quedes. — dije cerrando los ojos. 

— Tu papá me va a colgar si paso lo que resta de la noche aquí contigo. — dijo bromeando.

— ¿Ya es muy noche?. 

— Son las once y media. — dijo con simpleza. 

— Dios mío, ya es muy noche para que te vayas tú solo. — me exalté.

— ¿Entonces ya me corres?. — hizo cara de perrito atropellado, a la cual no me contuve besar.

— Nop. — lo besé — Pero me preocupa que te vayas solo a estas horas. 

— No te preocupes, sabes que me acompañan. — asentí — Además, te aviso cuando llegue. ¿Sí?. 

— Está bien. Pero me dices.

— Shii, omee. — me besó — Te quiero, cariño.

— Yo más Ratoncito. 



Oigan, que tan cierto es que se llama Mario don Mayo?, es que así lo vi en el libro y pues se me hizo fácil jejeje

Pero para efectos de la historia, así se va a llamar, oki? Y perdón si no es completa la info, pero tampoco quería detallar mucho jajaja


Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora