Es mejor así

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— ¿La otra?... ¿Qué?. — lo miré sin entender.

— Nada. — dijo rápido.

— Habla.

— Nada, nada. — volteó a otro lado.

— Serafín... Yo confié en ti al contarte. — dije seria.

—...

PERSPECTIVA DE SERAFÍN

— Qué onda, Quino... ¿Qué tal la cruda?. — llegué saludando al Iván y el Alfredillo que eran los que estaban ya en el techito afuera.

— Nada de nada. Ya sabes, un buen polvito sana todo. — dijo divertido.

¿Qué polvito?. Ay wey, mi mente...

— ¿Te periqueaste loco?. — ahora saludé a Alf.

— No wey. — rio — Del otro.

— Ah, pss'. Perdón. — dije sentándome en la silla blanca de tecate.

En eso venía llegando de adentro el Ratón y el More.

— Oye y Marietta, ¿Por qué no te la trajiste, mamón?. — preguntó Alf.

— Ahh, sí. Para antes de que me reclames, Ratón. Ttita dijo que ya te había avisado que vendría más tarde. — dije abriendo mi bote.

— Que haga lo que quiera. — se alzó de hombros sin importancia — Al fin y al cabo, ni me importa.

Los cuatro hombres que estábamos ahí, inmediatamente lo volteamos a ver sorprendido.

— ¿Qué pedo, Ratón?, ¿Qué traes?. — le preguntó Iván.

— No mames, si es tu vieja, wey.

— ¿Qué dijiste?. — pregunté.

— Qué me da igual lo que haga o no tu hermana, Serafín. Con quién va o viene, no me importa. Igual ya hizo lo que quiso conmigo, y aguas que al rato puedes ser tú Iván o tú Alf... E incluso tú More. "Ttita" le gusta experimentar con mi familia, por lo que vi... Claro, tiene buenos maestros.

— ¡Qué chingados!. — en friega me calenté y brinqué soltándole un zurdazo — ¡A mi hermana la respetas, verga!.

Sentí como Iván y Édgar me tomaban de los brazos evitando que le siguiera pegando, mientras que Alfredo lo ayudó a levantarse.

— De qué hablas, Ratón... No estaban tan bien. — le preguntó Édgar.

— Wey, bájale poquito de huevos. — le dijo Alfredo.

— Que ella se lo explique. A ver si no le da vergüenza decir la clase de mujerz... De niña que es.

— Hijo de la... — traté de irme de nuevo encima, pero todavía los traía sosteniéndome — ¡Suéltenme, chingada madre!.

— Yo creo que...

— Te vas arrepentir, pinche Ovidio. — le advertí — Con permiso.

Escuché como me hablaba Iván, pero no le hice caso y me fui a la chingada de ahí.

FIN DE PERSPECTIVA DE SERAFÍN

— ¿Qué hiciste?.

— Nada. — sonrió — Era un decir.

No le creía nadita.

— Entonces... Prométeme que no le vas a decir nada a Ismael, por favor.

— Bien. Si eso te da algo de calma, lo prometo.

— Gracias, Sera...

Asintió mientras que se me quedaba viendo.

— ¿Me das otro?. — preguntó.

Reí asintiendo.


...


Pensé en si esperarlo mejor en otro lado o aquí mismo afuera de la oficina de Ismael, aunque siento que sería muy obvio estar al lado de la puerta. Creo que mejor en la sala, era sí o sí que tendría que pasar por ahí.

Pero necesitaba hablar con él.

Encendí la televisión para hacer un poco más de tiempo, pero entre más pasaban los minutos, más eterna se hacía mi espera.

Hasta que escuché la voz de Ismael saliendo de ahí.

— Bueno, hijo. Le dices a mi compadre que necesitamos hacer eso ya. Vicente me comentó que quiere dejar eso listo antes de su cumpleaños.

— Esta bien, padrino. Ahorita me lanzo para allá, y le explico todo.

— Pendientes.

Los pasos se escuchaban cada vez más cerca y no dudé en voltear a ver para confirmar de quién eran.

— Marietta. Hola. — dijo alegre sentándose en el sofá — ¿Qué haces?.

Fue más fácil de lo que pensé.

— Édgar, hola. Nada, aquí, ¿Tú?.

— Vengo de hablar con tú papá, asuntillos de la chamba.

Asentí y devolví la mirada a la televisión.

Pero era ahora o nunca.

— Oye, Édgar... ¿Puedo preguntarte algo?.

— ¿Es acerca de quién me imagino?. — dijo con una media sonrisa.

— Sí...

Suspiró asintiendo y recargándose en el respaldo.

— A ver... ¿Cuál es tu duda?.

— Supongo que ya te enteraste, y... Bueno, más que duda. Quería pedirte un favor. — asintió — ¿Crees que podrías llevarme a dónde está él?, Enserio necesito hablar con él, Édgar. Necesito explicarle cómo sucedieron las cosas.

— Ay, Ttita. Yo creo que es mejor que lo dejes así... O bueno, por el momento.

— ¿Por qué?.

— Porque lo conozco, Marietta. Mi carnal es muy rencoroso. Y además, ahorita no está en su casa.

— ¿Dónde está?. — pregunté.

— Se fue para el rancho. Supongo que quería distraerse.

— Pero yo no hice nada malo. No me dejó explicarle nada.

— Mira, independientemente de cómo hayan sido las cosas, ese es problema de ustedes dos. Pero lo que te digo es que necesita un poco más de tiempo.

— ¿Más tiempo?, Ya van casi dos semanas, ¿Necesita más?. — pregunté incrédula.

— Sí. — asintió — Vieras las rabietas y berrinches que hacía de morrito. — rio — Siempre se enojaba por mucho tiempo, pero era porque siempre necesitaba su espacio.

— ¿Entonces?.

— Deja que pase un poquito más. Cuando se vea que ya anda un poco más relax, yo mismo te lo traigo acá. — habló seguro.

Suspiré son esa sensación de derrota. No me quedó otra más que asentir.

— Ánimo, Ttita. Esto va a pasar, todo se va a solucionar.

— ¿Crees?. — lo miré.

— Omee. Me ofendes. — rio alegre — Te lo digo yo.

Eso esperaba.

Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora