Que bonito amor

2.4K 176 16
                                    

— ¿Todo listo?. — le pregunté a Sera.

— Claro, reinota. — dijo poniéndose los lentes — El equipo mini Zambada, siempre es eficiente.

Reí. — Claro. Y, ¿Porqué te pones lo lentes?, si aún está oscuro. — pregunté viéndolo.

— Es que conbina con mi ofni de espía aesthetic.

— Pero no venimos a espiar a nadie. Sólo le traemos su obsequio y ya. Mira, yo vengo en pijama todavía. — señalé mi atuendo.

— Pues tú querida, porque yo... ¡Me veo fabulosa!. — aclaró su garganta — Que diga, varonil.

Rodeé los ojos divertida.

— Bueno, ya. Ya bajémonos porque él se despierta temprano y no nos vaya a ver antes de tiempo. — dije abriendo la puerta del coche.

— Ay, sí. Ay, sí... Serenata para mi amorcito. — hizo una voz chillona — Y a mí nomás una bocina.

— Es con mucho cariño.

— Cariño... Sí como no. Mejor regálale un hijo, serenata pa' qué.

— Serafín. — dije sintiendo mis mejillas arder.

— No es cierto, Tttita. Curis. — rio — Eso no porque te pega mi apá... Y no le vayas a decir que te dije eso, porque también me pega a mí.

Reí. — Pues no andes con tus mensadas.

Nos bajamos del coche y fuimos a las camionetas donde venían los mariachis. Les dijimos que ya podían bajarse y como se acomodarían.

Una vez todos listos, les dimos la seña para que empezaran. Fue cuestión de segundos, cuando Ovidio asomó la cabeza por la ventana con una sonrisa en rostro.

Estas son las mañanitas, que cantaba el Rey David. — canté.

A las ratitas más bonitas, se las cantamos aquí. — me siguió Sera, pero yo le di un codazo.

Alcancé a escuchar como tiró una carcajada y negó divertido. Vi cómo se metió de nuevo y en poco tiempo salió por la puerta principal aún en pijama y sonriendo.

Al menos no era la única.

Si el sereno de la esquina me quisiera hacer favor, de apagar su linternita mientras que pasa mi amor...

— ¡Tosca!. — exclamó Sera.

Nuevamente mis mejillas tomaron color.

Despierta mi bien despierta, mira que ya amaneció. Ya los pajarillos cantan, la luna ya se metió

Después de terminar la canción se acercó, le entregué un ramo que le había traído y lo bese. Los mariachis continuaron con el demás repertorio.

— Feliz cumpleaños, mi amor. — dije abrazándolo.

— Muchas gracias, corazón. Ahora sí ya es feliz cumpleaños. — me volvió a besar.

— No coman enfrente de los pobres, omee. — interrumpió Sera — Mucho amor, mucho amor.

— Envidio. Estar soltero ya te anda poniendo bien de malas.

— Es que sigo firme en que quiero ser el tío soltero, multimillonario que consciente a sus sobrinos. — dijo haciendo una pose diva.

— ¿Qué vive con cincuenta gatos?. — preguntó de broma.

— Así es. Ya mandé a traer uno de esos gatos persa.

— Ve al monte, prieto. Ahí hay un chingo y te sale más bara.

— No compres, adopta. — sugerí bromeando.

— Mi dinero, mis reglas.

Después de esa pequeña y divertida platica, seguimos prestándole atención a los mariachis. De vez en cuando Ovidio, Sera o yo pedíamos canciones.

Y creo que lo mejor de todo esto, era ver el amanecer. Era hermoso.

— Quiero que tus manos, me hagan mil cariños. Quiero estar en ti, dame más amor... — cantó en mi oído.

— Te amo, Ratoncito.

...

— ¡Vamos Ttita!. Tenemos que llegar hasta el final. — gritó agitado Sera — Quiero ese coche.

— Ya no puedo. Síguele tú. — dije y paré de bailar.

Sera siguió bailando el payaso del rodeo. Al parece enserio quería ganar.

Llevábamos desde en la tarde en el rancho de Ovidio, su fiesta había comenzado ya hace muy buen rato. Era la hora dónde ya sólo quedábamos poquitos, la pura familia. Ya era casi el final, pero nos estábamos divirtiendo.

— ¿Cansada?. — preguntó cuándo llegué a un lado de él.

— Ya no me dejen hacer equipo con Sera. — suspiré — Excelente líder, pero exige mucho.

— Corazón. — me habló Ismael — Ya nos vamos mi vida.

— Ouu. — dijo desanimado — No quiero que te vayas.

— Prometo mañana venir temprano, para antes de que tu despiertes.

— Siii. Sobre todo tú que no duermes, sólo entras en coma.

— Oyee. — golpeé su hombro — Sólo tengo el sueño pesado.

— Perdón, pues. — me besó — Ándale, porque no quiero hacer esperar a mi suegro.

— Nunca le dices así.

— De ahora en adelante.

Sonreí. — Bueno, sólo deja voy al baño.

— ¿Te acompaño?.

— Nop. Vengo rápido. No tardo. — le di un besito y me fui.

Entré rápido, hice mis necesidades, me lavé las manos y en menos de cinco minutos, ya estaba afuera en la habitación de Ovidio.

Aproveché el gran espejo que tenía en su recámara y me acomodé el vestido que traía puesto.

— Oh, aquí estás. — cuando volteé nuevamente me lo topé.

Desde que me lo presentaron, no había tenido buena espina con él. Me ponía demasiado incómoda como me veía. Demasiado incómoda, diría yo.

— Elian. ¿Qué haces aquí?. — dije caminando hacia la puerta, pero a medio camino me detuvo.

— Mi primo me prestó su baño. — dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Cada vez se acercaba más a mí cortando nuestra distancia.

— Bien, entonces te dejo. — di un paso al lado, y el hizo lo mismo — Con permiso.

— Que buenos gustos tiene el Ratón. — dijo demasiado cerca de mi rostro, dejándome percibir su fuerte olor a alcohol.

Tomó mi cabeza con ambas manos y se acercó rápido a mí, sin dejarme reaccionar.

Por un momento me quedé en shock, haciendo parecer haberle seguido el beso. Quería zafarme, pero su agarre era realmente fuerte.

Hasta que el sonido de la puerta cerrándose lo hizo asustarse y separarse de mí.

— ¿Qué te pasa?. — pregunté evidentemente molesta y limpiándome la boca.

— Perdón. Pero no me quise quedar con las ganas.

— ¿Eres tonto o qué , Elian?. Se te olvida que soy novia de tu primo.

Molesta me empecé a marchar.

— Eso lo sé. Si eres papa casada, no capada. — dijo burlonamente desde su lugar.

— Idiota. — fue lo último que dije antes de salir de nuevo al patio.

Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora