¿Rojo o morado?

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— Obviamente, si se parece a mí. — dijo arrogante.

— ¿Quién se parece a ti, tú?. — intervino la voz de Vicente que entraba por el marco del pasillo. 

— La Mariettita. 

— JAJAJAJA, Quisieras. — rio.

— Cómo, no. Mira. — nos señaló — Como dos gotas de agua. 

— Con la diferencia que ella cuando se sonroja se pone rojita, y tú te pones morado. — Isma se puso a lado de Vicente y el sujeto.

— 'Ora... Si yo soy color canela pasión. 

— Bueno, ya. Y qué hacen aquí, si la fiesta es allá afuera. — habló Vicente. 

— Vine por Tita cuando vi que estaba aquí a solas con él Ovidio. — dijo Sera.

Bastó un segundo para que Isma y Vicente lo voltearan a verlo con el ceño fruncido. 

— E... Ella... 

— No es cierto. — intervine — Él ya estaba aquí cuando llegué. 

— Y no estabas bailando allá con Serafín. ¿Todo bien?. — preguntó Vicente. 

— Sí. Sólo que me cansé un poco. A Serafín no le paran los pies.

— No mi ciela, yo te voy a entrenar. Te falta mucho para que aprendas a sacudir el esqueleto. — se empezó a mover raro. 

— Mejor sálganse, que luego mi apá va andar preguntando por todos nosotros. — Isma palmeó la espalda de ¿Ovidio?, encaminándolo afuera, y detrás de él se fue Vicente.

— Bueno, vamos... Ahorita les pido la chona para enseñarte. — Sera tomó mi mano casi arrastrándome. 

— Ay, pero deja me cambio los zapatos de perdido. ¿Sí?. Es que ya me cansé con las zapatillas.

— ¿Y te tardas mucho?.

— Sólo voy a mi habitación, los cambio y me regreso.

— Bueno, te acompaño. Sirve y me prestas tu baño. 

¿Que?.

— No es por nada, pero... ¿No te queda más cerca el del pasillo?. — pregunté curiosa. 

— Sí, pero me gusta el aromatizante que le pusieron al tuyo, como de cítricos y así. 

Asentí riendo.


...


Tocaron la puerta haciendo que me despertara. Pero era más mi sueño, que ni me molesté en levantarme para abrir.

— Toc toc. — sabía que era la voz de Sera, pero me hice mensa.

— ¿Quién?.

— Lola. — no respondí — Aquí tú dices... ¿Cuál Lola?. — afeminó la voz — Y yo digo, Loladrones. — fue lo último que oí antes de que abriera la puerta para entrar riendo.

Yo nada más me tapé con la sábana, y me di la media vuelta.

— Levántate. Son las 12. 

— Todavía es temprano. — dije adormilada. 

— No es cierto huevonsita. Ándale, que todavía vamos a ir allá por las cabañitas. — me quitó la sábana — Allá nomás nos están esperando a nosotros para comer. 

Como por arte de magia, terminando de decir eso sonó su celular.

— Ves. Es mi apá. 

— Sera tengo sueño. Nos dormimos casi a las cinco. — dije buscando mis pantuflas mientras me levantaba. 

— Ay, ya. Si quieres ahorita que nos dé el mal del puerco, nos venimos pa' acá y hacemos pijamada.

Lo miré y asentí.

Bajamos y salimos al patio. 

— ¿Dónde están?. — pregunté al no ver a nadie. 

— Allá. — apuntó al extremo de la casa.

— ¿Hasta allá?. — asintió — Tardaremos días en llegar.  

Estaba lejísimos.

Suspiré rendida y con la flojera hasta el tope, comencé a caminar hasta donde se veían todos bajo el techito. Sabrá dios cuánto me tardaría en llegar hasta allá.

Avancé unos cuantos pasos, hasta que algo se me hizo raro.

A un lado mío apareció Serafín montado y manejando un carrito de golf.

— El raite es gratis.

Me reí ante tal acción, pero le tomé la palabra.


...


Estábamos a mitad de desayuno, todos se encontraban hablando de la fiesta de anoche. Hasta que tocaron un tema que curiosamente llamó mi atención.

— Oye, ratón. Y luego ahora por qué no andabas junto a la Adrianita. Se me hizo raro. — le preguntó Isma a Ovidio, haciendo que todos en la mesa dejaran lo suyo y los voltearan a ver.

Menos Serafín, que muy animadamente me estaba contando lo que hizo cuando fue a ver a su mamá. 

— Pues... — vi que se removió algo incómodo en su lugar, mientras le daba una mirada rápida a todos — Nos dimos un tiempo...

— Entonces ya después le digo, "Me das dos quesadillas de chicharrón duro con nopales". "Nomás es un guisado", y la tiendita cómo un pueblito... — quería ponerle atención a lo que le decían a Isma, pero tampoco quería ser grosera con Sera. 

— Pues eso sí.

— ¿Y es pa' siempre?, Ya ves que tenían desde plebillos juntos. — le preguntó Vicente.

— Y luego yo le dije, "Ay no, pero pues véndeme el otro guisado, lo nopales ahí junto con el chicharrón"... "No, no puedo". 

— Bueno, eso sí. Creo que todos pensábamos que se iban a casar. — dijo el señor Joaquín

— Le dije, "¡¿Por quée?!", "Porque de seguro cuando te lo ponga no lo vas a querer pagar"... Le dije "Pero te lo estoy diciendo que lo voy a pagar, mijo. O sea, te lo estoy diciendo que me vendas el otro guisado con nopales". 

— Así pasan las cosas, padrino. — dijo Ovidio. 

— Ah, no, "No es que no va a querer pagarlo", le dije, "Como no, le estoy diciendo que yo lo quiero comprar el chicharrón duro con nopales"... Ah, no, le valió tres hectáreas de verga y no me lo quiso vender. — dijo con fastidio. 

— Aaah, que bueno. — le dije sin haber entendido nada. 

— ¿Cómo que qué bueno?. — dijo ofendido — Ves que no me quiso vender el chicharrón duro con nopales. 

¿Eh?.

— Pueess... Mira el lado bueno. — le sonreí para despistarle — Capaz y te hacían mal esos nopales.

— Eso sí. — dijo poniéndole casi todo el maple a sus hotcakes — Luego repercutiría en mi an... 

— Shhh. Come. — le metí un trozo de hotcake antes de que terminara la oración.


Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora