Piedad

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Terminé de tomarme la foto y se la envié a Ovidio.

"Dice que buenos días papi, te quiero y extraño mucho 😇" 

Sin esperar su respuesta, eché mi celular a la bolsa donde traía demás cosas para la albercada de hoy en casa de mi papá. 

Bajé hasta la entrada de la casa y salí a decirles a los muchachos que ya nos fuéramos de una vez. Sentí cómo vibró mi bolsa y sabía que eso había sido el celular.

 "Ay 🤩😍"

"Yo también los amo🥰"

"Ya casi despegamos, te veo allá cariño"

Nuevamente guardé mi celular en la bolsa, para que luego uno de los muchachos me ayudara a subir a la camioneta y una vez todo listo, tomáramos camino al rancho de mi papá.

...

Tendí la toalla a un lado de la piscina por sí después me daban ganas de entrar, no volver a tener que agacharme. Con cuidado me senté sobre esta y poco a poco me fui tumbando.

Esto se sentía tan a gusto. 

Aunque el calorcito era algo fuerte, el aire que pegaba estaba deli. Quizás no tardaría mucho en meterme en la alberca.

Cerré los ojos y empecé a relajarme. Pues tenía la música que provenía de una de las bocinas que tenían por donde asaban la carne.

Mi tranquilidad se acabó cuando sentí el golpe de agua chocar contra mi vientre y bajar por mis piernas.

— ¡Serafín!. — reproché.

— Muy a gusto, ¿No?. — dijo burlón. 

Levanté mi cabeza sosteniendo mi peso sobre mis codos y lo volteé a ver mal.

— Me mojaste. 

— Ah, 'pss. Igual dijiste que te ibas a meter. 

— Sí. ¿Y?.

— Pues te vas a mojar de como quiera, mensita. — me apuntó con la pistola de agua y disparo.

— ¡Sera!. — le grité enojada.

— Ya, pues. Deja te quito ese aceitillo que te pusiste. — empezó a disparar chorritos de agua — Que, viéndote de este ángulo con la pancita, pareces pollo rostizado. — soltó en una carcajada y Mayelito también se empezó a reír.

— ¿Un qué?. — pregunté reincorporándome y sentándome en el mismo lugar.

— Pollo rostizado. Nomás deja que con el sol agarres mi color y ahora sí te convertiste en uno.

Los dos volvieron a reírse como si hubiera sido lo más gracioso del mundo, mientras que yo empecé a llorar.

A mi defensa, las hormonas me traían muy mal.

Me puse de pie yendo a buscar consuelo con mi papá, que al verme llegar con él y Vicente, no dudó en abrazarme.

— ¿Que tienes, corazón?. — dijo acariciando mi cabello.

— Sera me dijo cosas. Que nada más que agarrara su color parecería pollo rostizado estando embarazada. — dije entre llanto.

Escuché su carcajada y la de Vicente, haciendo que me diera más sentimiento y llorara más.

— Ay mi vida... Pero sí dijo pollo rostizado, no pollo chamuscado.

Ahora estaba riendo.

— Es que... ¿De verdad no parezco pollo?. 

Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora