Ella se empezaba acercar poco a poco, y seguía con la enorme sonrisa en su rostro. Mientras que yo sólo la observaba sin decir nada.
— Te dije. — escuché el susurró de Vicente.
— Cállate, Vicente. — volteó a verlo haciendo movimiento con sus manos.
Por alguna extraña razón, la presencia de esa mujer me daba algo de tranquilidad. Quizás sólo me hacía sentir "mejor", el hecho de saber que no era la única mujer en este lugar.
— Con los años que han pasado, te has puesto mucho más bonita de lo que estabas cuando eras una bebé. Bueno, siempre lo fuiste, y cómo no... Si eres mi hermanita. — golpeó mi hombro despacio, dejando descansar su mano en él.
— ¿Quién eres tú?. — la volteé a ver después de mirar su mano en mí.
— Me llamo Midiam Zambada Niebla, soy tu hermana mayor, Marietta. — sonrió grande — Bueno, mi media hermana de hecho.
— ¿También te secuestraron queriéndote meter ideas a la cabeza?. — pregunté.
Ella cambió su semblante a uno un poco más serio, mientras me veía con lástima.
— No...
— Bueno, porqué a mí sí. — respondí.
— Yo sé que estás confundida, y que para ti somos unos completos extraños. Pero la verdad es que sólo te queríamos de regreso.— tomó mi mano — No sabes lo mal que la pasamos cuando te llevaron... En especial mi papá. Pasó todos estos diecisiete años buscándote sin parar. — suspiró — Realmente lamentamos que todo esto haya sido así.
— Tú lo has dicho. — la miré — Son unos extraños para mí. Qué sería lo primero que pensarías, si te secuestran y te vienen con el cuento que son tu familia ¿Eh?.
— Lo mismo que tú, pero... Créeme que, si realmente te quisiéramos hacer daño, ya lo hubiéramos hecho. Pero no es así. — suspiró — Sólo deja ganarnos tu confianza. Verás que no somos malos, como lo piensas.
Pensándolo bien, creo que tiene razón. Así que, por instinto de supervivencia, sería mejor llevarme bien con ellos mientras encontraba la mejor manera de salir de aquí.
— Es difícil confiar en alguien. Más cuando no los conoces.
Midiam dibujó una sonrisa ladina en su rostro y empezó a murmurar.
— Igualita a mi apá. — carraspeó su garganta, erguiendo su postura — Me imagino. Pero, aunque no lo creas, aquí estoy yo... Puedes contarme lo que sea. Te prometo que te voy a entender.
Asentí lentamente.
Tal vez, si era algo sincera. Pero no iba a dar mi brazo a torcer tan fácilmente.
— ¿Quieres bajar a cenar con nosotros?. — preguntó, y yo negué — ¿Ya cenaste?.
Iba a asentir para no dar molestias, pero el sonido de mi estómago rugir se escuchó.
— Tampoco... — dije con pena.
— Dios mío, ¿Desde a qué hora no comes?. — pude ver una sonrisa algo burlona, que rápido quitó cuando le contesté.
— Ayer, en la tarde...
— ¿Qué?. Te vas a enfermar. — se levantó rápido de la cama, yendo hacia la puerta — Ahorita regreso. Voy por algo para que cenes.
...
Algo desesperada mordí el pan que acompañaba al espagueti y puré de papa, mientras metía un bocado de carne a mi boca.
— No puedo creer que no te dieran de comer mi apá y Vicente. — dijo negando.
— Sí lo hicieron. — dije con la boca algo llena, que hasta me dio vergüenza — Pero...
— Entiendo. — me interrumpió — Si tu quieres podría quedarme algunos días para que te sientas a gusto. Yo te puedo preparar tu comida, ¿Qué te gusta?. — preguntó animada.
— ¿No vives aquí?. — le pregunté antes de beber jugo.
Negó. — No. Vivo con mi esposo y mis hijos.
— ¿Tienes hijos?. — volví a preguntar.
— Sí. — automáticamente una sonrisa se dibujó en su rostro — Son dos y casi tienen tú edad. De hecho, ya te quieren conocer. Toda la familia se puso feliz cuando avisaron que ya estabas aquí.
Me removí incómoda de donde estaba sentada. No sabía qué decirle.
— Perdón. Lo olvidé, sólo que es la emoción. — se disculpó — Lo siento.
— No pasa nada. — dije bajito — Y, entonces... ¿Quién vive aquí?.
— Aquí en el rancho, mi apá. ¿Sabes su nombre?.
— Supongo a quién te refieres, es Ismael, ¿No?. — dije algo aburrida.
Asintió. — Así es... El alto, flacuchón, es Vicente. Pero le puedes decir Chente, también. — dijo divertida — También vive aquí mi mamá, ella se llama Rosario. Y, por último está Serafín. Sólo que se encuentra allá en los Estados Unidos, porque anda de vacaciones. Es tres años más grande que tú.
— ¿Sólo son ustedes tres de hijos?.
— No. Somos más. — tiró una leve carcajada — Están Imperial y Sicairos, ambos se llaman Ismael, Ana María, Mónica, Maytecita, Modesta, Rosy, Teresita, y bueno. Después los irás conociendo.
Abrí mis ojos al tope, al escuchar tantos nombres.
— ¿Qué?. — preguntó divertida.
— Son muchos.
— Si, la verdad es que somo una familia grande.
Dejé los cubiertos y plato vacíos, sobre la bandeja donde había traído la cena. Estaba dispuesta a levantarme para llevarlos a la cocina, cuando ella me tapó el paso.
— Yo los llevo. Si quieres, darte una ducha para que te relajes y duermas agusto. — asentí — ¿Te han traído ropa?. — preguntó acercándose a los cajones — No quiero ser grosera abriendo tus cajones sin tu permiso, ¿Puedo?.
Suspiré. — Adelante. Tú conoces mejor esta casa.
— Yo me encargo de que eso cambie. — dijo sacando un pants gris, y una blusa ancha y banca — Podrías ponerte eso para dormir, si gustas. Seguro en el baño hay toallas para que te puedas secar. Yo volveré mañana por la mañana. — empezó a caminar hacia la puerta, después de tomar la bandeja — Si necesitas algo, todos en esta casa están a tu disposición. No temas en pedir lo que quieras. — sonrió — Descansa, chao.
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Marietta - OGL
Ficção Geral- Quién diría que una "desgracia", me devolvería a mi familia... 🔜 Marzo 04, 2023 🔚 Junio 04, 2023