Con la ayuda de Ismael bajé de la camioneta. Acabábamos de llegar al rancho de Vicente para su fiesta de cumpleaños.
Fue una de las excusas perfectas para ahora sí, hablar con él.
Debo de confesar que incluso hasta me había arreglado un poco más a propósito. Claramente con la ayuda de Tere, porque no hay mucho que yo pudiera hacer, que digamos.
Una vez que nos adentramos en dónde se llevaría a cabo la fiesta, saludamos a la familia y obviamente felicitamos a Vicente, cuarenta y un años estaba cumpliendo.
Pasadas algunas dos horas, la gente comenzó a llegar y a pesar de que el ambiente se amenizó comenzándose hacerse divertido, yo aún seguía puesta en mi objetivo.
Al primero que vi llegar saludando a todos, fue al señor Joaquín con su esposa y Ale. Unos minutos después llegó Iván y Alfredo, luego Édgar con su novia y Gris. Pero de él, nada.
Traté de distraerme hablando con mis hermanas o con alguno de los muchachos. Pero mi mente no dejaba de pensar en él.
De hecho, llegó un momento en el que pensé preguntar por él, pero preferí mejor no hacerlo. No quería incomodar a nadie con mis cosas.
Se llegó el momento dónde le cantábamos las mañanitas a Vicente, ya eran de las últimas cosas que se hacían. Era más que obvio que ya no vendría.
Mis esperanzas cayeron al suelo y no pude evitar sentirme mal. Yo sólo quería que supiera la verdad, nada más.
Al parecer Sera y Mayelito se habían dado cuenta de mi estado de ánimo. No me lo preguntaron, pero se notaba cuando me traían cosas de chatarra o incluso alcohol. También cuando me invitaban a bailar, pero les decía que no.
Odiaba sentirme así en un día especial para Vicente.
Ya algo cansada, me paré de mi lugar con la excusa de ir al baño. Necesitaba estar un ratito a solas.
Cuando estaba a punto de entrar, escuché unas voces dentro de él y me detuve para evitar asomarme. Hasta que escuché algo que llamó demasiado mi atención.
— Wey, y luego que crees...
— ¿Qué?.
— Mi apá nos platicó que pues hace como dos semanas se fue con el señor Manuel a casa del señor Raúl y la señora, verdad. Y que pues ya ves que se rumoreaba que Ovidio y Adriana habían terminado.
— Ajá.
— Pues que según llegó ahí a la casa, que preguntado por ella.
— ¿Y luego?.
— Pues sabe, se metieron a la casa. El señor Raúl y César se fueron con don Manuel. ¿Se quedaron solos?. Quién sabe...
Sentí mi corazón latir rápido.
¿La había ido a buscar tan rápido?. ¿No que ya no tenía nada que ver con ella?.
— Crees que hayan regresado.
— Pues dice mi apá que cuando volvieron en la noche, todavía estaban ahí sus trocas... Y eso que ellos se habían ido ya tarde. Una, dos de la mañana.
Maldito mentiroso.
— Pero no que se decía que el Ratón andaba saliendo con la hija de don Mayo.
— Ay, ¿Pero tú crees que Ovidio en verdad la quiera?. — soltó con fastidio y burla.
— ¿Por qué?.
— Pues ponte a pensar, mira. Si él y la Adriana andaban desde morillos. Y de un día para otro terminaron, y que según se fue con la Marietta, ¿Crees que se haya enamorado de ella?. — rio — Noo. Seguro se sentía sólo y necesitaba a alguien que le diera compañía, nada más.
— Tendría lógica. A lo mejor el Ratón quería un pez más gordo.
— Exactamente. Al rato ya los vamos a ver juntos. Si no es que ya regresaron.
— Uno siempre vuelve a dónde fue feliz. — dijo riendo.
— Guapo, guapo. Pero es canijo el plebe.
Ya no quise escuchar más. Era suficiente.
Quería llorar. Me sentía tonta.
No me quedó de otra más subir a la segunda planta la casa, aunque en realidad no conocía mucho la casa de Vicente.
Me senté en uno de los sillones que tenía en una especie de segunda sala. Y ahí fue donde me solté a llorar.
¿Y si el tiempo al que se refería Édgar, era precisamente ella?.
¿Nunca la dejó de querer?.
Quizás y sólo ese "beso" fue la excusa perfecta para zafarse de mí e ir con ella. Tendría lógica que no me hubiera dejado explicarle.
— Ttita. — oí la voz de Isma — Que haces acá.
— Yo, vine a descansar un poco. Las zapatillas me están matando. — mentí.
Afortunadamente todo estaba oscuro y no me podía ver bien.
— Aah. ¿Y por qué acá hasta arriba?.
— Pues, para pasar desapercibida, no sé m. — reí — Ahorita bajo, Isma.
— Bueno. — su voz sonaba no muy convencida — Es que mi apá me mandó a buscarte.
— Estoy bien. Ahorita bajo.
Ya no dijo nada más y escuché que empezó a bajar las escaleras.
Bien, creo que lo mejor era empezarme a olvidarme de él.
Aunque sé que me costaría morderme uno. Pero de que se iba, se iba.
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Marietta - OGL
General Fiction- Quién diría que una "desgracia", me devolvería a mi familia... 🔜 Marzo 04, 2023 🔚 Junio 04, 2023