La verdad

1.9K 195 13
                                    

La luz que entraba por la ventana, me indicaba que ya había amanecido desde hace ya un muy buen rato. Y yo aún seguía con la mirada al techo, sin siquiera haber pegado una sola vez los ojos en toda la noche.

No pude.

Desde que salí de su casa lo único que hice fue en pensar en lo que había pasado, o llorar un par de veces. Pero sé que de nada eso servía.

— Ttita. ¿Ya te despertaste?. — Sera habló del otro lado de la puerta dando golpes pequeños.

No le contesté.

— ¿Puedo pasar?. — no volví a contestarle, pero a los pocos segundos abrió la puerta.

Entró muy bien vestido y seguramente hasta bañado. Era más que obvio que él sí iría a casa de Ovidio.

— Ya ves, si estás despierta, sangrona. ¿No vas a ir con tu viejo?. — preguntó parándose frente de mí.

Sentí un nudo en mi garganta al escucharlo decir eso.

— Me siento cansada, Sera. — dije tapándome con la colcha.

— Ahora sí te pegó cruda, verdad... ¿Veda' que se siente bien culero?. — sólo asentí — Entonces, ¿Vas o que rollo?.

— Le dije que iría más de rato yo. — mentí — Anda tú.

— Mmm, ya. — puso las manos a la cintura — Pero que conste que no te voy a guardar comida si se acaba. — dijo yéndose a la puerta — Te veo allá, pues.

Dejé que pasaran algunos segundos después de que salió y volví a llorar.

Realmente me sentía mal.

...

Al abrir los ojos me di cuenta que había sido un error dormir tanto y tan tarde. Me dolía muchísimo la cabeza y aún acostada me mareaba.

Cuando tomé el celular para ver la hora, vi que faltaba poco para la seis. Con algo de fuerza de voluntad, me metí al baño a darme un baño o ducha relajante, en espera que así se pasara este tipo de jaqueca.

Ahí mismo adentro del baño me cambié y me puse todos los tipos de productos que utilizaba para el cabello y rostro, sólo había cambiado de vestimenta a otro tipo de pijama.

Al salir de nuevo a la habitación, me llevé la sorpresa de ver a Serafín ahí dentro sentado en mi cama con una bolsa de McDonalds y un vaso.

Lo miré sin entender.

— Siempre si te traje algo. — sonrió — Es para que comas algo, que luego te hace mal.

— Gra... Cias. — traté de devolverle el gesto — Cómo sabes que...

No me dijo nada, sólo me hizo una seña que me sentara y sin titubear lo obedecí. Me tendió la cajita sobre la cama y me dio el refresco.

— Come. — ordenó.

Abrí la cajita para empezar a comer.

— ¿Por qué una fajita está mordida?. — le pregunté.

— Es que me dio hambre en el camino. — rio — No seas hambreada mujer.

Rodeé los ojos y negué divertida. Le entregué el pedacito que venía mordido para que se lo comiera, y él no puso peros.

— Gracias. — dije aún masticando.

— De nada. — asintió — Oye... — lo volteé a ver — Supe que tú y Ovidio pelearon, ¿Todo bien?.

No pude evitar ponerme seria ante su pregunta.

— ¿Por qué lo dices?.

— Pueess... ¿Me quieres contar?.

— Sera, yo... — sentí mis ojos humedecerse rápido — Piensa que lo engañé, pero te lo juro que no fue así, Sera. — me solté a llorar.

— Ttita... — sentí cómo me abrazó — Sácalo todo.

— Es que... Yo no lo enga... Ñe... No me dejó... Explicarle... — hablaba con suspiros entrecortados, que seguro ni se me entendía.

— A ver... A ver... Primero cálmate, ¿Sí?. No te entiendo nada Ttita.

Me tomé unos segundos en normalizar mi respiración y tranquilizarme.

— Es que anoche cuando ya nos íbamos... Fui al baño y, no supe en qué momento Elian me siguió y... — empecé a explicar.

— ¿El primo de los chapitos, cierto?.

Asentí. — Sí, él... Bueno, yo estaba usando el baño de la habitación de Ovidio y se me hizo raro que él estuviera justamente adentro. Desde un principio no me cayó para nada bien.

— Ajá... — asintió.

— Me acorraló y me besó a la fuerza... Cuando se escuchó un ruido se separó, pero en ese momento no sabía que era él. — nuevamente me solté a llorar — No me dejó explicarle nada. Me dijo que era una cualquiera. — su semblante cambió — Y que no tenía que explicar nada porque todo estaba más que claro.

— Mi Ttita... — volvió abrazarme — Voy a mandar a levantar al cara de verga de aquel pendejo del Elian. Ya mi niña, no llores.

— No lo quiero perder, Sera... Pero tampoco no me quiere ver, mucho menos escuchar.

— Escucha, por los años que tengo de conocerlo... Creo que hay que esperar un poco a que se le bajen los humos. Obviamente eso se tiene que arreglar, pero ni creas que una verguiza no se ha de llevar por haberte lastimado así, pequeña... Uyy, deja que se entere mi apá. Tabliza segura.

— ¡No!, no... Por favor, Sera. Que Ismael no sepa nada. — le supliqué limpiando mis lágrimas — No todavía.

— Pero...

— Por favor, Sera... Júramelo. — le extendí el meñique.

— Ay, pero jurar es malo. — se excusó.

— Sólo si mientes... Tú no lo harás, cierto...

Rodó los ojos.

— Ay, Ttita. Pero entonces, la otra verguiza se la voy a meter yo. — dijo seguro.

— ¿La otra?... ¿Qué?.

Marietta - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora