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La puerta se abrió. No dejé de prestar atención a los apuntes que estaba haciendo porque no quería olvidar un detalle importante. Pensé que estaría sola en la casa, es por eso que decidí quitarme las botas y la gabardina para quedar con mi blusa de manga larga y pantalón. Estaba sentada en el suelo con la espalda recargada en el sofá y los documentos en la mesa de centro de la habitación.
Escuchaba pasos, sentían que la persona que había entrado a la habitación se acercaba. Terminé de apuntar el resultado para, finalmente, mirar a la persona que pasó. Sonreí ampliamente cuando el par de zafiro que lleva como ojos se conectaron con los míos.
— Hola — saludé.
— Hola — tomó asiento a mi lado y besó mi mejilla.
— ¿Dónde estabas?
— Había ido a patrullar, ya sabes, Tomura me lo pide cada dos días.
— Comprendo.
Tomé otra hoja para ver la ecuación. Esta es mucho más compleja que la anterior, así que me llevará algo de tiempo resolverla.
Sentí cómo invadía mi espacio personal. Apoyó su cabeza en mi hombro para leer la hoja que llevaba en la mano.
— ¿Vas a resolver eso? — preguntó, asentí — ¿Quieres que te deje sola?
— No, no te preocupes — respondí y dejé la hoja en la mesa —. Tampoco es como si tu presencia me distrajera.
Claramente estoy bromeando y mintiendo. Me dio un leve empujón en la cabeza mientras reía a carcajadas. Negué sonriente y cabizbaja.
— ¡Vaya!Ahora sí rebasaste el límite de tu engreimiento.
— No es cierto — respondí —. Ya lo había hecho más veces, pero ahora como te dio risa lo reconoces.
— No lo voy a negar — abrazó mis hombros y besó mi frente — ¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto?
— Desde que llegué.
— ¿Y a qué hora llegaste?
— Hace dos horas.
— ¿Tomaste un descanso aunque sea de 5 minutos?
— ¿Se tienen que tomar descansos?
A decir verdad, cuando me encuentro enfocada en la resolución de ecuaciones pierdo la noción del tiempo. Así mi mente está tranquila y distraída en algo que no sean cosas negativas. Miré a Dabi, negaba mientras torcía los ojos. Suspiró.
— Vamos a tomar un descanso — dijo, tomando mi mano.
— No no — dije y me solté —. Sólo quiero terminar esto — dije —. Por favor, por favor. No me tardo.
Suspiró profundamente, intentando retener todo el aire que sus pulmones le permiten.
— Está bien — dijo, sonreí —. Estaré aquí porque quiero enseñarte algo.
