Enferma y testaruda

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Merideth se había recostado en el suelo sobre dos mullidas mantas.Pensativa y con los ojos abiertos, su mente vagaba de un lado a otro.Sintió frío y tiró de la manta hasta el cuello.


Oyó voces afuera. Leah y los elfos charlaban junto al fuego y de vez en cuando les escuchaba reír.Aquella noche, Merideth no se encontraba de ánimos para unirse.Tenía mucho en qué pensar.


Legolas, como siempre, silencioso, entró a la tienda.La chica no se lo esperaba y se sobresaltó.


_¿Te encuentras bien?_le preguntó_Te has ido a dormir demasiado temprano.


_Sí, no te preocupes, estoy cansada, nada más_le contestó ella, tirando más de la manta y cubriéndose la cara_.


El elfo se acercó a ella y se la bajó un poco para verle los ojos.


_Y sin embargo, llevas aquí dentro más de una hora y no te has dormido...¿qué pasa, Merid?


_Nada, ¿por qué lo preguntas?


_Llevas todo el día muy rara, apenas hablas, apenas comes...estás ausente.Puedes hablar conmigo, ya lo sabes.


Merideth volvió a cubrirse hasta arriba y se dió la vuelta hacia el otro lado.


_Sólo tengo sueño, no te preocupes tanto.Buenas noches.


El elfo no era estúpido. Claro que pasaba algo.¿Por qué no quería hablar con él?


Se tumbó a su lado y decidió vigilarla de cerca.


La chica durmió de un tirón toda la noche, salvo unas vueltas que dió, inquieta, bajo la manta y algún que otro gemido, pero Legolas, a su lado toda la noche, le pasó un brazo por encima y la tranquilizó, dándole a entender que no estaba sola, con lo que ella volvió a relajarse y se calmó.


_¿Qué te ocurre, Merid? Dímelo..._susurró él.


La muchacha no contestó ,estaba dormida profundamente.


Al alba, el elfo estaba dormido junto a Merideth.Aún con ella entre los brazos, la chica dió un repentino salto, despertándolo, y se sacó su brazo de encima, para salir gateando hacia la puerta de la tienda.


_¡Eh!_le dijo él, sentándose_¿A dónde vas?


Merideth salió afuera a toda prisa y le dió la vuelta a la tienda, alejándose de ella, pero no pudo hacerlo mucho más, cuando una arcada la hizo detenerse y, doblándose sobre sí misma, vomitó en el pedregoso suelo, no mucho, pero lo suficiente como para encontrarse bastante mal.


_¡Merideth!_gritó el elfo, corriendo hacia ella.


La muchacha se recogía la trenza, sujetándosela con la mano para no mancharse el cabello.


Las Gemas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora