𝐋𝐀 𝐎𝐓𝐑𝐀 𝐀𝐌𝐀𝐍𝐓𝐄 ||| ʟᴇᴅ ғᴀɴғɪᴄᴛɪᴏɴ
❝ ¿Y si Navier en un último intento de quitar a Rashta del corazón del emperador Sovieshu, hace que otra mujer sea su amante también? ❞
𝐬𝐨𝐯𝐢𝐞𝐬𝐡𝐮 𝐱 𝐨𝐜
𝐧𝐚𝐯𝐢𝐞𝐫 𝐱 𝐡𝐞𝐢𝐧𝐫𝐞𝐲
→ La empera...
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Por primera vez en años, sintió su corazón acelerarse ante la sola presencia de una persona y es era su mejor amigo de la infancia, Sovieshu Vikt. Ella creyó que estos sentimientos no eran más que un amor platónico ya que él estaba casado con Navier, y mientras ellos dos siguieran juntos, ella nunca se atrevería a intervenir en su bonita relación. Pero había que admitir que solo había amistad de buenos amigos ahí, nunca hubo un amor de atracción como el Sovieshu y Aurora. Ella lo miró arriba fijamente a esos ojos carbonizados, eran realmente precioso su ahora que lo miraba tan de cerca tras unos años. Y la posición en la que estaba era del todo comprometedora, así que siguiendo a sus instintos, se levantó instantáneamente.
—¿Cuál es el problema?—preguntó él.
—Nadie debería vernos así, es inapropiado y aún más cuando ya tomaste a una esclava como tu concubina. Además Navier es una bien amiga mía y jamás podría traicionarla de esta manera.
—Aurora, por favor, solo quédate un momento más.
—Deberías de ocuparte de tu esposa, no de tu amor de la infancia.
Se fue tan rápido como pido al soltar esas palabras, en ninguna vez en su vida se sintió así por alguien. Ya que igualmente nadie seguiría su estilo de vida nómada entre la Escuela de Magia Oriental y sus locas aventuras con las criaturas mágicas que se encontraba por ahí. Además de sus importantes deberes como la Segunda Maga de la Sociedad Mágica, eso conllevaba muchísima presión y responsabilidad sobre ella. Quizás más que un emperador, ya que un gran número de gente muy importante para los comunes dependían de ella.
Era un peso que no compartía con nadie ya que nadie lo sabía llevar como ella, quien dedicaba su vida para buscar su libertad en este mundo que te ata a tantas cadenas desde tu nacimiento. Y tal vez viajando constantemente le de esa adrenalina y libre albedrío que ella necesitaba.
Historias a un lado, hasta ella misma no sabía que sus sentimientos por el actual emperador de Oriente aún permanecían ahí. Se sentó en un borde de la cama, pensando detenidamente sobre todo. Aún teñí dos días para contestarle a Navier, estaba dudando mucho en si decir que sí o no.
—Hay alguien que desea verla, Lady Dagmar.—dijo una sirvienta.—La está esperando en el Jardín de Plata.
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Al llegar al lugar se encontró con su querido compañero de aventuras y erudito, Alnair, un mago de fuego en este caso. Polos opuestos como otros dirían. Se dibujó una gran sonrisa en su rostro al verlo y fue corriendo a abrazarlo, estaba tan feliz de verlo de nuevo. Él era como un verdadero hermano mayor para ella, quien hubiera querido tener toda su vida y estaba eternamente agradecida de haberlo conocido aquel.
—Me alegra tanto verte, ¿como te ha ido todo?
—Bastante bien, he estado recolectando información para mi tesis final de este mes. La cual ya completaste hace unos días.—dijo con un claro cansancio. Debió de quedarse hasta tarde escribiendo y redactando.
—No deberías de sobresforzarte tanto, la fecha para la tesis no es hasta dos semanas. Tienes tiempo suficiente.
—¿Te preocupas tanto por mí, Aurora?
—Idiota, no quiero que mueras tan penosamente mientras estabas exhausto. Espero que hayas comido todas las comidas del día y no te hayas descuidado porque o sino yo vendré por ti.
—¡Qué temor!—dijo bromeando.
Ambos empezaron a carcajear de repente en mitad del jardín, realmente eran el uno para el otro.
—Tú tampoco mueras, que despreocupada de ti al enfrentarte al dragón. Aún no me creo que te hayas topado con alguno. Se supone que estaban extintos.
—Eso mismo pensé yo, por eso no estaba alerta. Tenía la impresión de que eran restos bien conservados de uno.—contestó y los dos se pusieron más serios, dejaron de reír o sonreír.—Fue un importante tema de discusión en la última asamblea de magos, y por encima era uno blanco que protegía a su huevo. Estaba segura de ello.
—También estaba en la reunión, todos estabas preocupados menos Alistair.
—Siempre consigue mantenerse tranquilo o por lo menos aparentarlo durante este tipo de situaciones, no sé cómo lo consigue.
Hablaron un rato más hasta que el emperador Sovieshu apareció de la nada, ninguno noto su presencia hasta que camino hacia ellos dos. No lucia nada contento realmente, un poco molesto podría deducir ella.
—Su majestad.—dijeron ambos haciendo una reverencia.
—Necesito hablar con Lady Aurora a solas, mago Alnair.—habló el emperador, haciendo que aquel joven se marchase a explorar otro lado del palacio imperial.—¿Qué tipo relación tienes con él?
—Es solo un buen amigo y compañero que he tenido estos cuatro años.
—¿Compañero?
—Así es, ¿Por qué eso provocaría la atención del emperador? No lo veo muy relevante a cualquier asunto que haya que hablar.—respondió Aurora, notando un aura de enfado a su alrededor.
—Tampoco necesitas ser tan misteriosa con ello.
—Cierto pero así es mucho más divertido.
Le dedicó una sonrisa burlona antes de irse caminando, dejándolo con ganas de saber más.
|•••|
Mientras estaba yendo de camino hacia sus aposentos, se topó con la persona más infame del palacio imperial en aquel momento. Rashta, una mujer de origen esclavo que llegó a convertirse en la concubina del emperador y le causaba muchísimos problemas a la emperatriz Navier. Lo peor de todo, era que el emperador nunca respaldaba a la emperatriz y dejaba que la concubina se saliera con la suya.
—¿Por qué estaba tanto con su majestad?
—No es de tu incumbencia Rashta.—dijo Aurora siguiendo el camino, ignorándola cuando esta la agarró de la manga de su vestido.
—Es inapropiado comportarse así conmigo, no puede hacerlo. Su majestad la regañará.
—Suéltame de inmediato.—demandó Aurora y ella la soltó.—Dependes tanto de su majestad, Rashta, ¿te has puesto a pensar que como él derivó su atención de la emperatriz Navier hacia ti, él te pueda hacer lo mismo?
—El emperador me ama, nunca me haría eso.—empezó a llorar como bebé.
—Te amará ahora, pero cuando empiece a tomar interés en otras personas.—se acercó a ella y le susurró en su oído.—No sabría decirte qué tipo de destino te esperará, pobrecita.
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