𝐋𝐀 𝐎𝐓𝐑𝐀 𝐀𝐌𝐀𝐍𝐓𝐄 ||| ʟᴇᴅ ғᴀɴғɪᴄᴛɪᴏɴ
❝ ¿Y si Navier en un último intento de quitar a Rashta del corazón del emperador Sovieshu, hace que otra mujer sea su amante también? ❞
𝐬𝐨𝐯𝐢𝐞𝐬𝐡𝐮 𝐱 𝐨𝐜
𝐧𝐚𝐯𝐢𝐞𝐫 𝐱 𝐡𝐞𝐢𝐧𝐫𝐞𝐲
→ La empera...
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—Pensé que ya se había ido a Occidente.
—Bueno, decidí quedarme un par de días más. Aún falta discutir unos asuntos sobre el comercio entre el Reino y el Imperio con el emperador. Parece bastante ocupado con Lady Dagmar.
—Claro, ella es la mujer que él ama.
—Hablando con honestidad, no sé cómo el emperador es capaz de enamorarse de otra mujer. Teniéndola a usted como su emperatriz, mi Reina.—habló Heinrey, haciendo sonrojar a Navier.—Es perfecta pero su majestad parece ciego.
—Ese no es mi problema, yo soy la emperatriz.
—Por supuesto, mi Reina.
"Mi Reina", ese apodo que le tenía el príncipe Heinrey de Occidente. No diría que lo odiaba, solo que no se llegaba a acostumbrar a ello debido a su estatus como la Emperatriz del Imperio de Oriente. Todo lo que veía la gente cuando ella llegaba, era "La emperatriz Navier". Nada más. Antes de eso era solo la Princesa de la Corona y antes era conocida como la hija de los Duque Trovi. Así era su vida. Tan monótona y aburrida hasta hace unos meses que Sovieshu trabajo una concubina al palacio y conoció al príncipe Heinrey. Él poseía una personalidad tan infantil y juvenil. Radiaba con una alegría que contagiaba a quien fuera que hablase. Por lo menos, eso era lo que le pasaba.
Y de la nada le comenzó a llamar "Mi Reina" cuando estaban a solas y a veces se le escapaba cuando estaban en público con otras personas. Gracioso era como ella no detuvo nada de esto, ya que amaba la atención afectiva y cariñosa que le brindaba el príncipe. Al contrario del emperador, que no tenía ese tipo de ojos para ella.
Además que se excusaba internamente por esta actitud inapropiada según ella, con que el príncipe Heinrey era el primero me línea a heredar el Reino de Occidente. Ya que la Reina Krista y el Rey Walton II no habían producido ningún vástago, seguramente por la débil salud del rey. Considerando que Occidente era un importante aliado de Oriente, siendo vecinos y comerciaban mucho entre ellos. No sería bueno ofenderlo de alguna manera.
—¿Qué acabas de sugerir, su alteza?—alzó una ceja, viendo la clara ironía en las palabras del príncipe.—Recomiendo que sea más directo.
—Perdóneme su majestad, no pretendía ofenderla de algún modo. Pero no esperará que Lady Aurora no querrá convertirse en emperatriz cuando de a luz al hijo del emperador algún día.—comentó Heinrey, Navier lucía algo molesta por este comentario. Totalmente fuera de lugar.
—Sugiero que estas ideas se las guarde, príncipe Heinrey, los emperadores no aceptamos que vaya manchado los nombres de las personas de la Familia Imperial. Concubina o no, siguen siendo parte de la imagen del emperador y eso nunca podría pasar. Ya que tendría que divorciarse de mí antes de eso.
—Eso mismo.—reafirmó Heinrey.—Por mi experiencia personal, Lady Aurora aprovecha sus oportunidades para sus propios intereses.
—Deberá estar cansado por el día de hoy, recomiendo que se retire a sus aposentos.
Fue con el tono demandante tan sutil y directo a la vez, que hizo al príncipe irse sin rechistar. Lucía derrotado. Navier no iba a permitir que nadie le hablase de esa manera a su mejor amiga y la persona que Sovieshu amaba. Mientras estuviera aquí y lo pudiera controlar, nadie difundirá tales rumores frente de ella sobre Aurora.
—Debería de decirle al emperador que se apresure con las negociaciones, parece que el príncipe se ha vuelto un poco demasiado cómodo aquí.—murmuró para sí misma.
|•••|
Ya había caído la noche, le extrañaba no haber visto ni a Sovieshu o Aurora en todo el día. Aunque también le informaron que pasaron la noche juntos y el emperador se quedó hasta tarde para desayunar hasta la hora de comer con Aurora. Ella estaba feliz por ellos dos, y que lo suyo con Sovieshu lo veía más como un matrimonio arreglado o de conveniencia entre la Casa Trovi y la Casa Imperial. Pero no evitaba sentirse tan sola también. Eso era inevitable.
Sus damas de compañía la estaban ayudando a preparar para ir a dormir, cepillando su larga cabellera dorada. Justo cuando escucharon un ruido en la ventana, era Reina.
Ella era una preciosa ave dorada de ojos púrpuras que la había estado visitando desde el día de la Celebración de Año Nuevo. Siempre traía mensajes de su dueño, el cual ella pensaba que era algo insensible por dejarla salir en cualquier tipo de condiciones climáticas.
—¿Es Reina otra vez?—estaba emocionada de tener otro mensaje del misterioso emisor y dueño de Reina.—¿Trae un mensaje con ella?
—Si, su majestad.—respondió la Condesa Eliza.
Camino hacia ella y le entregó el trozo de papel, en el que contenía el mensaje siguiente. "Aún no sabes mi identidad pero nos vemos todos los días y te hago reír, te daré una pista. No soy de Oriente"
—¿Podrías pasarme la pluma y tinta, Laura?
—Aquí está, su majestad.
—Bien, gracias.
Después de que le entregaran la pluma y tinta, pensó primero en quién podía ser esta misteriosa persona. Al no ser de origen Oriental, reducía el número de personas significativamente. Pero solo una persona se le venía a la cabeza y negaba de tan solo pensarlo, el príncipe Heinrey de Occidente. Ahora que pensaba más detenidamente, él la llamaba "Mi Reina", en vez de "Mi emperatriz". Y también le pedía dar paseos muy a menudo cuando se la pasaba aquí, también en los pocos eventos importantes, siempre le pidió el primer baile. Que se suponía que estaba reservado para el emperador. Era algo infantil digamos, pero también la hacía reír como ninguna otra persona. La hacía sentir especial.
Fue justo cuando el ave voló hasta su lado, posándose en la mesa. La miró, "Tiene los mismos ojos púrpuras intensos del príncipe Heinrey, sus plumas doradas me recuerdan a la cabellera del príncipe." pensó Navier, ahora que le prestaba más atención.
Así que esto fue lo que escribió a continuación.
"Creo saber quién eres, no creo que sea sabio continuar de comunicarnos de esta forma. Si desea algo, puedes venir a buscarme a mi oficina mañana mismo."
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