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El viaje de la maga IV
"El Reino de Occidente"

El viaje de la maga IV"El Reino de Occidente"

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aurora's perspective

Solté un suspiro de alivio tras ver a los reyes de Occidente en la entrada, espero que no hayan estado mucho tiempo ahí. Eran caras conocidas a las cuales estaba muy felices de verles. A Navier, quien era una muy buena amiga y la antigua emperatriz de Oriente; aunque al principio Heinrey y yo tuviéramos algunos roces y desacuerdos, pudimos establecer una amistad diplomática para contentar a Navier. Quién no deseaba ver a dos de las personas más importantes para ella pelearse entre sí, sumando a que ese tiempo era esos días del Divorcio. No queríamos ser nosotros dos su causa de estrés.
Ella lucía una amplia sonrisa cuando baje del carruaje, me dio un abrazo inmediatamente.

—He estado esperando tu visita con tantas ansias, tenemos que ponernos al día Aurora.—dijo Navier.

—En efecto, es bueno veros a vosotros también.

—Pasemos a dentro.—dijo Heinrey, liderando el camino. Al entrar nos paramos en la entrada del Palacio Real.—Lamentablemente tengo unas reuniones importantes y no podré acompañaros hasta la cena, me alegra que haya venido Aurora.
Nos vemos.

Nos despedimos de él y Navier me llevó al jardín del palacio, bajo un pequeño techo cubierto, ahí nos esperaban sobre la mesa, una gran variedad de dulces y de mis favoritos. Los sirvientes no tardaron en traernos té, y nos sentamos.

—Bueno, dime cómo ha ido todo.—comenzó diciéndome Navier, mientras tomaba un sorbo del té.—Si no me equivoco has ido al Ducado Dagmar y al Reino del Norte antes de venirte por aquí, ¿cierto?

—Pues si, que afortunada fui de que los viajes largos no me afectan.—dije.—Cuando estaba en época de estudiante, durante el último par de años, viajar por todo el continente era más como mi deber e iba de un lugar para otro.

—Lo sé, Aurora, sabes he querido decirte algo, te voy a tener que pedir que lo mantengas en secreto de todos.—la miré expectante de su revelación.—Estoy embarazada desde hace unas semanas, según los médicos quizás de gemelos.

—Me alegro tanto por ti, sé que era tu sueño ser madre desde pequeña.

Recuerdo bien el día que aún éramos bastante jóvenes, sobre los trece o doce años teníamos que tener. La emperatriz Amelia—la madre de Sovieshu— aún estaba con vida y también el emperador Osis III, quien en aquel entonces había tomado a la Duquesa Sofía como su amante y le construyó el Palacio de Cristal en terrenos del Palacio Imperial. Era una construcción realmente preciosa hecha de cristal, adentro tenía jardines con mariposas volando por ahí. Ahora era usado para celebrar fiestas del té o reuniones organizadas por la emperatriz de ese momento. Volviendo al asunto, pues la emperatriz Amelia viendo todo esto. Temió como cualquiera en su posición, por su hijo. Si la duquesa quedará embarazada, si fuera un varón, el emperador podría ponerlo como heredero y quitar a Sovieshu. Era poca la probabilidad, pero con que solo existiera, te daba miedo.

La emperatriz Amelia ordenó que se hiciera una caja de galletas especiales con un ingrediente que causara la incapacidad de concebir hijos, pues así el futuro de su hijo—Sovieshu—no estaría más en peligro. Lo que no tomó en cuenta fue que el mismo Sovieshu tomara las galletas de su habitación sin saberlo, y las compartiera con Navier, todo en secreto. Cuando la emperatriz se enteró, se quedó horrorizada por lo que hizo. Trató muchos métodos que había oído para remediarlo, sin éxito hasta ahora y solo ellos dos sabían de su infertilidad. Además de mí.

—¿Sabes qué?—hizo una pausa Navier mientras hablaba, acariciando su barriga.—Creo que tú también serías una excelente madre cuando encuentres al hombre indicado.

—Tendremos que esperar un tiempo.

—No creo que tanto.—dijo mirándome.—He oído que Sovieshue está en busca de una mujer para que sea su emperatriz. A decir verdad, ya es hora de que lo haga, la estabilidad de un imperio sin emperatriz suele ser nula. Especialmente cuando no hay herederos a suceder al Trono, ni siquiera mujeres.

—Navier, sabes que yo...

—Sí, que no aceptarás. Aunque quizás debas de pensar que es lo que realmente quieres. Porque si yo he aprendido algo de Sovieshu, es que te ha amado desde el momento que te conoció y en ningún instante ha dudado de eso.

/•••/

Esa noche cuando regrese a la habitación de invitados que me prepararon, tras la cena que tuve con ellos. La cual consistió básicamente en ponernos al día de la vida del uno del otro y algunos asuntos de noticias de política y economía. Por ejemplo: la muerte de la princesa Farya y la abdicación de los reyes del Norte, dejándole el Trono a su sobrino, el príncipe Alexander, ahora rey Alexander III. Además de otras cosas importantes de las que hablamos.

Extrañamente, no podía conciliar el sueño aquella noche. Tal vez haya sido el hecho de que no había parado de pensar en él, Sovieshu Vikt, el hombre que me traería la ruina. ¿Como podía amar tanto a un hombre? En el inicio, no me creí capaz de hacer esto, sentí amor como relataban en libros de romance. Tampoco es que leyera muchos de ese tema. Lo que tuve al principio con él, poco duró cuando fue comprometido a Navier, a contra de la voluntad de ambos. Pero eso no importaba. Yo entendía que si Sovieshu se casaba con Navier, le brindaría muchos más beneficios. Además de que Navier estuvo estudiando literalmente toda su vida para ser emperatriz.
Todos decían que ese era su destino.

Yo nunca supe con certeza el mío.
Envidiaba a aquellas personas que tenían tan claro su objetivo en la vida. No tener la duda de para qué naciste, o para qué sirves, daría todo por eso. Me tambaleaba entre varias opciones, hasta que descubrí que tenía poderes mágicos y podía usarlos para el bien de los demás. Eso me dio un propósito, pero no me terminó de convencer. Aunque lo hice por años, sin embargo, no se sintió del todo bien eso. Es el sentimiento que tienes, en el que te dices que estás hecho para algo más.

Y ahora Sovieshu estaba en problemas, no, el Imperio de Oriente estaba inestable por no tener una emperatriz que tenía muchas funciones importantes para facilitar el trabajo del emperador. Además de que ella quien debía de engendrar los hijos del emperador, ella es quien organizaba todas las fiestas importantes, organizaba cuando un invitado de otro reina venía, cuando habían visitas, la decoración. Al principio creí que esa vida no era para mí. Que me depravaba de mi querida libertad. Ahora, pensándolo bien, estaba más que dispuesta y preparada de sacrificarla por el único hombre que he amado en toda mi corta vida.
Sovieshu Vikt.

—¿Qué me has hecho, Dios mío?

—¿Qué me has hecho, Dios mío?

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𝐋𝐀 𝐎𝐓𝐑𝐀 𝐀𝐌𝐀𝐍𝐓𝐄 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora