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La concubina sin amor

Ahí estaba aquella mujer que era un ángel enviado a la Tierra para convivir con los mundanos

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Ahí estaba aquella mujer que era un ángel enviado a la Tierra para convivir con los mundanos. Ella tenía los cabellos platinos y blanquecinos, largos hasta su cintura y eran muy suaves, casi tan suaves como la seda era. Sus ojos eran como agua, cristalinos y preciosos, aunque eran un negro azabache muy oscuro. También podíamos sacar a relucir su tez blanca de porcelana, la cual había sufrido heridas y cicatrices. Pero eso no era nada que los lujos del Palacio Imperial del Gran Imperio de Oriente, no pudiera curar. Era lo que la hacía resaltar de las otras mujeres de su edad. Ella no era como otros pensaban, tras toda esa belleza de ocultaba una gran maldad. Podría arriesgarme a decir que la maldad pura y absoluta se encontraba en la mente y corazón de esta angelica mujer.

¿Cómo alguien podría ser la mezcla perfecta entre un ángel y un demonio?

Ninguno podía hallar la respuesta a esa pregunta, ni siquiera ella misma. Quien no respetaba las costumbres de la Corte del Emperador Sovieshu, actuando como si todo le perteneciera solo por haber sido recibidora de la inmensa compasión por los marginados que tenía el emperador.

—El emperador y Lady Dagmar, ¿qué tipo de relación comparten?—preguntó el ángel a uno de sus sirvientes.

Y por esa misma actitud de que todo era suyo, no podía entender, no, comprender cómo el emperador se le había escapado de sus garras. Como la había traicionado a ella y su eterno amor que le prometía. Podría entenderlo de la emperatriz Navier, era fría, no mostraba emociones o preocupación por su majestad, tampoco pasaba mucho tiempo con él y su prioridad era su arduo trabajo de ser la soberana de Oriente. El ángel entendía porqué el emperador se separaría de la emperatriz, no tenía las cualidades para una amante o esposa si quiera. Pero la otra mujer de cabellos dorados y ojos mar, le estaba arrebatando poco a poco la atención y preocupación del emperador Sovieshu. Además de que era muy cercana a la emperatriz Navier. Se sentía amenazada. Ya que con solo vivir pocos meses en lujo absoluto, se negaba rotundamente volver a la esclavitud y pobreza que sufrió.

—Lady Rashta, no podría decir con exactitud pero es sabido entre todos que Lady Dagmar y su majestad son amigos íntimos desde antes que se convirtiera en el emperador. Son muy unidos y Lady Dagmar es la única mujer en la que confía completamente además de la emperatriz Navier.

—¿Por qué el emperador le tiene tanta estima?

A la criada le costaba encontrar las palabras adecuadas para compartir ese rumor que corría por el palacio imperial desde hacía tantos años, tenía una expresión de duda y no poder decidirse si era correcto decírselo.

—Habla ahora, dime, ¿por qué?

—Había un fuerte rumor de que el emperador se quedó prendado de Lady Dagmar, tanto que solo aceptó casarse con la emperatriz Navier ya que tenía un cierto parecido con Lady Dagmar.

Al oír esas palabras, una rabia infundada surgió dentro de ella. Estaba enfadada ya que le estaban quitando poco a poco todo lo que ella "amaba", eso simplemente se reducía al emperador Sovieshu. Golpeó a la criada con tal fuerza que su mejilla empezó a sangrar de aquel golpe, siguió golpeándola ya que imaginaba que era Aurora Dagmar y siguió hasta que vinieron unos guardias por los gritos de la criada a socorrerla. Solo en el momento en el que los guardias la sostuvieron para que no le hiciera más daño a la pobre criada, fue cuando se dio cuenta de lo que hizo. Y cuando entró aquella mujer de cabellos dorados, su ira interna volvió a tal intensidad que intentó atacarla pero no tuvo éxito ya que justo en aquel momento, el emperador Soviehsu apareció en la escena.

—¿Qué crees que haces Rashta?—dijo él molesto, agarrando la mano de la concubina.—¿Cómo te atreves a intentar golpearla?

—Su majestad, y-yo no quise hacer eso.

—Lo he visto y oído todo, golpeando a una pobre criada por tus ataques de ira. Tratar de hacerle lo mismo a Aurora. Si este hubiera sido el primer incidente, tal vez lo hubiera dejado pasar pero no ha sido así.

—No fue mi culpa, e-ella trató de-

—¿Qué trató? Ahora veo de lo que me avisaba Navier antes, realmente eres un demonio disfrazado de ángel. Serás confinada a la Torre durante tres días con agua y comida una vez al día.

Rashta empezó a llorar, llorando porque veía la seriedad con la que le hablaba, la rudeza que le mostraba y la defendía a Aurora como una vez él la defendió de la emperatriz Navier. Para aquel momento, Lady Dagmar ya estaba al lado de la criada examinando sus heridas y ordenando a los guardias a que trajeran a un doctor de inmediato. Estaba claro que una cicatriz le dejaría. Por suerte, tenía una pomada para heridas que siempre llevaba encima ya que estaba acostumbrada a ser atacada.

—No deberías de hablar, te aplicaré esta pomada hasta que el doctor de cabecera llegue.—lo dijo ella en un tono suave que tranquilizó los lloros de la joven criada de nueve y diez años.

—Se lo agradezco muchísimo, Lady Dagmar.

—No hay de qué, es mi trabajo ayudar a quien sea.

El emperador ordenó a sus guardias llevarse a la concubina, para luego quedarse y hablar con unos pocos más sobre el trato que recibiría durante su estancia en la Torre y que libraran a la joven criada de sus deberes por lo que restaba de día. Miró hacia donde estaba la mujer que amaba de verdad, ella era el verdadero ángel en su vida. Él nunca vio a una mujer de la alta sociedad darles tales tratos sus criados, la mayoría habría culpado al criado, o ignorar el problema pero Aurora se tomó el tiempo de tranquilizarla y darle un remedio temporáneo.

"Realmente poseía el mismo corazón de oro que siempre tuvo desde pequeños"

"Realmente poseía el mismo corazón de oro que siempre tuvo desde pequeños"

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𝐋𝐀 𝐎𝐓𝐑𝐀 𝐀𝐌𝐀𝐍𝐓𝐄 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora