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El aniversario del emperador

Ella había puesto aquel cofre valioso en una caja de madera, ya que temía que si ponía alguna tela sobre eso sufriría algún daño irreparable

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Ella había puesto aquel cofre valioso en una caja de madera, ya que temía que si ponía alguna tela sobre eso sufriría algún daño irreparable. Guardó el regalo en su habitación hasta el día del aniversario. Toda la casa imperial se estaba moviendo, sirvientes yendo de un lado para otro llevando cosas encima, otras colocando decorados de flores en los pasillos y cuando se acercó a la Sala donde se celebraría el gran banquete. Y se lo encontró a él.

—Su majestad, feliz aniversario.—dijo ella con su voz dulce.

—Muchas gracias Aurora,

—Realmente ha quedado muy bien todo, es tan bonito y no falta nada ahí. Los colores de la casa imperial, las mesas del banquete y cada adorno en cad esquina ha sido minucioso escogido, ¿cierto?

—Todo gracias a la emperatriz Navier, traté de ayudarla pero no me lo permitió.

—Siempre fue así, tan servicial para todos.

—¿Vamos a dar un paseo? El banquete no es hasta las siete de la tarde, quedan como cuatro horas aún. Tal vez nos encontremos a algún invitado extranjero. Sorprendentemente, estaban muy interesados por conocerte más a ti que a mí.—bromeó Sovieshu.

—No soy solo una cara bonita, mi poder e influencia va mucho más allá del tuyo. Gran emperador Oriental.

Dirigió el camino. Y ciertamente, a expectaciones del emperador de Oriente, se encontraron con los primeros invitados que conocería de la noche. Los Reyes del Reino del Norte y sus dos herederos. Ian Kruson (El Rey del Norte), Irina Kruson (La Reina del Norte), Irisha Kruson (La princesa heredera del Norte) y Olen Kruson (El príncipe heredero del Norte). Los cuatro tenían el pelo y su tez tan blanca como la nieve como características comunes, las dos mujeres tenían trenzas que se unían por atrás y los dos hombres mantenían la cabellera a una altura de los hombros. Parecían dos fortachones y de una estructura física musculosa. Mientras que las dos mujeres lucían un tanto frágiles pero muy bella igualmente.

—Sus majestades, los Reyes del Norte y los príncipes herederos al Norte.—presentó a los invitados Sovieshu.

—Sus majestades, es un placer conocerlos.—dijo ella, inclinándose ligeramente.

—Es más un honor para nosotros, tus hazañas en Wol y la canciones que cantan sobre ti en el Norte no son poca cosa. Realmente, usted debe ser alguien que admirar.—elogió el rey Ian Kruson.

—Dice demasiado de mí, su majestad.

—¿Es cierto que existen los dragones? Los maestres del Norte siempre dicen que son solo fabulas.—alzó la voz el joven príncipe heredero de uno y diez años.

—No deberías de interrumpir a tu padre.—dijo la reina, algo avergonzada.

—No es nada, su majestad. No sería un inconveniente resolver las dudas del joven príncipe, después de todo estoy para el servicio del continente.—dijo, dirigiendo su mirada al príncipe.—Si, los dragones existen, pero son escasos en el Norte. Aunque son bastante peligrosos y yo desearía que no te encontrases con ninguno.

—Yo lo protegería Lady Aurora.—respondió Irisha, la hermana mayor del príncipe y la princesa heredera.

—Seguramente, deberíamos echar algún duelo de espadas algún otro día.

—Por supuesto.

Ellos se despidieron de la familia real norteña, para continuar con su paseo.

Sovieshu se estaba dando cuenta por las propias experiencias que él veía e informes de sus hombres, que el pueblo amaba a Aurora y la alta nobleza también. Incluso la gente de otros reinos que ella no había conocido, la conocían a ella o simplemente escucharon de sus hazañas heroicas digamos. Era el mártir del pueblo, a veces llamada "La princesa del pueblo". Aunque ella misma no fuera ninguna princesa. Todos ellos le tenían este respeto y amor porque hizo muchas cosas también. Dicen que curó a enfermos terminales, a ciegos, sordos, mudos y consiguió que personas que no podían caminar, caminaran. Todos coincidían en que poseía una alma tanto bondadosa y generosa.

El emperador Sovieshu coincidía excepcionalmente en ese asunto.

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Pronto pasaron esas tres hora que quedaban para el banquete que se celebraría en honor al aniversario del Gran emperador de Oriente, Sovieshu Vikt. Único vástago varón del antiguo emperador Osis III y la emperatriz Amelia. Y el cual en su momento, fue el príncipe que estaba por heredar el mas poderoso de los imperios que habían en aquel momento. Él mismo no se lo creyó el día que fue coronado emperador en la Iglesia frente a la nobleza y después el pueblo, todo junto con su compañera de vida, Navier Trovi.

Este día lo celebraba con ella y todos, como cada año que pasaba.

La distribución que la emperatriz Navier hizo para el banquete fue de esta manera: una mesa exclusivamente para los emperadores y la hermana menor del emperador arriba de las escaleras y atrás al Trono; luego dos mesas largas y rectangulares a cada lado de la habitación. Dejando un amplio hueco en el medio para que la gente que quisiera bailar al son de la música pudiese. En las dos mesas, se sentaban más cerca del emperador, a quienes tuviera como aliados y los dignatarios extranjeros. Tales como la Casa Dagmar, la Casa Hails. Ambas del Imperio de Oriente. Y de invitados extranjeros, la familia real norteña, el Duque Kaufman de Luipt y el príncipe heredero Heinrey de Occidente.

—Felicidades en su vigésimo quinto aniversario, su majestad, en el nombre de toda la Casa Hails.—dijo el actual duque Hails, Lucian Hails.

—Gracias, duque Hails. Y mis condolencias en nombre de la Casa Imperial por el fallecimiento de su padre, el duque George Hails. Fue un gran hombre y ministro de defensa, que en paz descanse.

—Se lo agardezco.

Al bajar las escaleras, partieron caminos con su hermana al ver a una persona que hace tiempo no veía pero extrañaba muchísimo.

—¡Lucian, que bueno verte!—exclamó ella.

—Igualmente Aurora.—miró a todo el círculo de personas que la rodeaba.—Si me permiten, me robaré a Lady Aurora de su atención por unos minutos.

Subieron arriba mientras la celebración estaba de apogeo, la música estaba alta y todo el mundo estaba o bebiendo o bailando básicamente. Entraron en una habitación cualquiera, y salieron al balcón de esa misma habitación.

—Me salvaste Lucian.

—Vendré a salvarte todas las veces que haga falta, después de todo soy tu Caballero Blanco.

—Vendré a salvarte todas las veces que haga falta, después de todo soy tu Caballero Blanco

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𝐋𝐀 𝐎𝐓𝐑𝐀 𝐀𝐌𝐀𝐍𝐓𝐄 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora