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El deber

Al despertarse esa mañana, sentía un cansancio agotador a pesar de haber dormido las horas de sueño adecuadas y no haber utilizado sus poderes mágicos en los días recientes

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Al despertarse esa mañana, sentía un cansancio agotador a pesar de haber dormido las horas de sueño adecuadas y no haber utilizado sus poderes mágicos en los días recientes. No le dio mucha importancia al asunto, así que unos minutos después se levantó. Y mientras iba de camino al baño, se cayó al suelo sin razón alguna y empezó a tener unas visiones un tanto extrañas. Veía a dos dragones, uno dorado con zafiros en donde deberían estar sus ojos y otro albino de ojos carmesíes, que protegían con sus grandes cuerpos dos huevos de dragón de un considerable tamaño. Estaban murmurando algo pero ella no pudo escucharlos, ya que recuperó la consciencia en aquel momento y esas visiones se desvanecieron como la espuma del mar.

—¿Qué demonios acaba de pasar?—dijo para sí misma, al levantarse de nuevo.

Se arregló rápidamente, ya que el día anterior le informaron que su hermano vendría desde el Ducado Dagmar a la capital, disque para hablar de asuntos de gran importancia con el emperador Sovieshu. Eso es lo que le dijo aquel mensajero y que el duque también querría hablar con ella si le prestaba algo de su tiempo. Claro, la obligaría por todos los dioses a hablar con ella. Costase lo que costase.

Su hermano nunca fue su hermano, siempre fue el hijo que su padre quiso y nadie más. Ya que actuar como su hermano mayor no encajaba dentro de esos roles. Tampoco pasó mucho tiempo que digamos con él, con sus dos años de estudio en la Escuela de Magia y los otros dos años de investigación en la Capital Occidental. Durante todo ese tiempo, no se escribieron ninguna carta excepto cuando ella le avisó de que iba a volver por su accidente. Digamos, que no eran tan cercanos como los demás esperarían.

Cuando terminó de arreglarse, su hermano ya entró a la audiencia con su majestad, el emperador Sovieshu. Ya sabiendo que no debía interrumpir una reunión de la nada, si quería mantener su cabeza junto con el resto de su cuerpo. Se decidió a esperar en el patio interior frente a la Sala del Trono, donde la audiencia estaba tomando lugar.

—Su majestad.—hizo una reverencia cuando vio a Navier salir de su oficina.

—Aurora, es bueno verte.—sonrió la mujer de ojos verdes, acercándose ella.—Me he enterado de la sucedido ayer, lamentablemente, no puedo decir que sienta lástima alguna por esa mujer.

—Es un sentimiento mutuo, esa mujer es cruel y cínica. Trata así a los demás y esperará gobernar con miedo y temor.

—Seguramente, aspirará a ser emperatriz algún día cuando le dé un hijo al emperador. Eso es lo que todos están rumoreando.—dijo Navier, con un tono algo entristecido.—Tú bien sabes que yo no le podría dar uno por más que lo intentásemos.

—¿De qué estás hablando Navier?

—Deberíamos hablarlo puertas a dentro, en mi oficina. No quiero que esto se divulge.—miró a los lados donde había guardias y sirvientes por los pasillos rodeando al patio interior.

𝐋𝐀 𝐎𝐓𝐑𝐀 𝐀𝐌𝐀𝐍𝐓𝐄 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora