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Escándalos

El emperador sentado en su Trono, mientras veía al resto disfrutar de la velada y bebía algunas copas de vino

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El emperador sentado en su Trono, mientras veía al resto disfrutar de la velada y bebía algunas copas de vino. Observó como su amada concubina, Aurora Dagmar, saludaba tan cálidamente y cariñosamente al Duque Hails. Ciertamente para mostrar esa amistad, debían de conocerse desde hace años y eso era algo que él no sabía. Y lo que le provocó una ráfaga de furia dentro de sí, lo cual controló a duras penas. Menos cuando ambos se fueron juntos a alguna de las habitaciones, él ciertamente no deseaba armar escándalo alguno y dejó pasar eso. Aunque lo hablaría con ella más tarde.

—No deberías de beber tanto, es malo para tu salud.—le comentó Navier al ver que ya iba por la décima copa.

—Lo sé. Pero debo de desestresarme de alguna forma.—dejó la copa en la mesilla que los separaba.—Irónicamente es mi aniversario, pero no puedo disfrutar de él.

—¿Cómo no Sovieshu?

—¿Los ves a todos ellos?—dijo él, ella asintió.—Ríen, Bailan, Beben y disfrutan de esta celebración en mi nombre. Mientras que yo me limito a sentarme en este trono y mirarlos. Ciertamente tampoco habría querido pasar así mi día de nacimiento.

—Bueno, eso es lo que tiene que hacer para contentar a la alta y baja nobleza.

—Y es un fastidio, más cuando la mitad de estos hombres tienen amante. Yo sé que no soy nadie para criticarlos pero ellos hacen algo que yo no, tener hijos bastardos. Pudiendo tenerlos con su esposa. Eso sí que es un pecado.

Sovieshu tenía un disgusto inmensurable a los hombres de familia que tenían esposas fértiles, con quién habrán tenido hijos pero aún así deciden tomar amantes (Las cuales mayormente eran sirvientas, campesinas o la hija de algún burgués) y tener hijos bastardos. Fue insensibilizado en el tema, gracias a su padre. El fallecido emperador Osis III de Oriente, que tomó a Lady Sofía como su concubina y estableció sus aposentos justo al lado de los de la emperatriz. Suerte que esa mujer no quedó con hijo, sino realmente hubiera sido un calvario para su madre.

No soportaba verla llorar todas esas noches por esa mujer, y como lo abrazaba aún defendiendo a su padre. Ese día fue el que le juró a Navier que él nunca sería así con ella, pero rompió su promesa.

—No te rebajes a su nivel.—miró al vacío.— La mitad de ellos nunca serán tan hombres como tú fuiste. Lo nuestro es un caso especial, no podemos producir herederos. Así deberás tener uno con alguna de ellas.

—Gracias, Navier. Eres la mejor emperatriz que pude haber pedido.

Sostuvo su mano, mientras disfrutaban al conversar entre ellos dos. Hasta que un aclamado príncipe occidental llegó a sus pies.

—Sus majestades, felicidades emperador. Es un gran festín que habéis organizado.—dijo Heinrey.

—Hay que darle todo el mérito a la emperatriz, es la verdadera mente maestra tras todo el banquete. Sin ella, nada de esto habría sucedido.—respondió Sovieshu. Pensando que lo único que quería el príncipe era dar sus cortesías y a volver a bailar entre la gente.

—Humildemente, mi emperatriz Navier, ¿me concedería esta pieza del baile?

La emperatriz se vio algo sorprendida por la petición. La mayor de las ocasiones, casi nadie se acercaba a pedirle un baile ya que todos respetaban a la letra las tradiciones de Oriente. Y una de esa tradiciones era que el primer baile de la emperatriz en una celebración siempre debe ser de la mano del emperador y nadie más. Así que también era una rara petición pero pensó para sí misma en la situación "No sería nada bueno ofender al primero en línea al Trono de Occidente, también, ¿qué pensarían todos los invitados aquí si le rechazo cuando todos nos están observando tan minuciosamente?".

—Si usted lidera el camino.—respondió ella, tomando su mano hacia la pista de baile.

En aquel momento, todos los ojos estaban sobre el príncipe y la emperatriz. Murmurando y observando sin descaro al dúo ardiente. Hasta Sovieshu vio la tensión con la que se miraban cuando ellos dos bailaban esa pieza, algo en él le decía que esto no sería temporal. Que la emperatriz había encontrado a alguien.

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—¿Regresarás a la guardia real Oriental?—preguntó Aurora, posándose en el balcón.

—No lo sé, ya que el duque de un ducado debe permanecer ahí. Es el hermano mayor siempre el que debe asumir los sacrificios que supone, protege a los que más aprecio tienes.

—Es una pena. Tu hermana, Nadya, sería una perfecta regente hasta que tu hermano menor Lucius llegue a la mayoría de edad.—sugirió ella.—Podrías regresar a mi lado, como siempre estuviste destinado a estar. Alnair también está por palacio, se alegrará de ver a una cara conocida.

—Me lo pensaré, no es una decisión sencilla.

Aurora sabía que pedía demasiado de él, pero lo necesitaba si pretendía detener el plan maquiavélico de Heinrey, necesitaba algún aliado en el que le pudiera confiar este secreto y que pudiera estar segura de que no fallaría en absolutamente nada. Y solo Lucian cumplía todos los requisitos que ella quería.

—Te necesito, aprecié tu compañía durante la investigación de los templos perdidos.—contemplaba el paisaje.—Y tú me prometiste que me harías un favor al salvar tu vida.

—¿Qué necesitas?

—A ti, tiempos oscuros acechan al Imperio Oriental. Y la Sociedad mágica no está dispuesta a perder a su más grande donador de todo en general, hasta magos de altas capacidades. Oriente es el que más produce en todo. Encima, la Sede Principal se encuentra aquí.

—¿A qué te refieres exactamente?

—Hay personas que no desean verlo continuar, hay demasiada codicia y ambición en sus corazones. Yo soy la que debe detenerlo.

—Pediré mi reinstauración de inmediato, todo será resuelto.

Había una cosa que ninguno de ellos sabía, una persona los estaba observando desde que salieron al balcón y durante toda su conversación. Por la distancia a la que estaba, no pudo escuchar los contenidos. Suerte para ellos. Pero sí pensó el príncipe Heinrey cómo usar esto a su favor.

 Pero sí pensó el príncipe Heinrey cómo usar esto a su favor

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𝐋𝐀 𝐎𝐓𝐑𝐀 𝐀𝐌𝐀𝐍𝐓𝐄 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora