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La petición de la emperatriz II

Quizás fue las faltas de respeto graves que cometió a tan solo segundos de conocerla, o la vestimenta y personalidad tan llamativa que poseía aquella mujer

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Quizás fue las faltas de respeto graves que cometió a tan solo segundos de conocerla, o la vestimenta y personalidad tan llamativa que poseía aquella mujer. Y también que la reconocía por las descripciones dadas por la emperatriz Navier como la concubina del emperador, la mujer que se encontró cuando este se fue de caza y la trajo a palacio como signo de bondad al principio. Debe ser que su bondad cruzó un límite, había veces que se decía que él era una persona de alma bondadosa incapaz de tomar duras decisiones que venían con él puesto que ostentaba. Esa mujer de nombre Rashta, primero no había llamado a la emperatriz como debería o ni siquiera de inclinó ante ella sino que también le dijo "¿Y tú quien eres?" Como si la conociera desde hace tiempo, estaba claro que era una mujer ineducada además de no conocer la etiqueta de la corte.

—Ella es la prestigiosa maga Aurora Dagmar, la segunda maga de la Sociedad Mágica y la hermana del Duque Dagmar.—la presentó la emperatriz medio obligada.

—Oh, así veo, ¡Es un placer conocerte Aurora! Yo soy Rashta.

—Primero de todo, ¿como osas llamar a la emperatriz "hermana" cuando eres una mera concubina?—dijo en un tono serio que empezó a asustar a la mujer.—Segundo, Aurora solo me llaman mis conocidos y yo a ti no te conozco, Rashta. Espere que estando en palacio por unos mese, aprendieras algo pero parece que los rumores de esclava te hacen justicia.

Rashta se sentía tan humillada que empezó a llorar antes de irse corriendo mientras gritaba el nombre del emperador. Aurora se rió levemente ante la situación junto a la emperatriz, que estaba muy feliz porque por primera vez alguien le había dicho lo que necesitaba oír. Esa mujer ya había andado causando demasiado revuelo desde el día que llegó, saltándose toda clase de protocolos ya que el emperador la respaldaba. Ella no estaba asustada del emperador, después de todo ella tenía más poder o una equivalente al suyo.

—Debo decir que me alegra que hayas venido, así alguien podrá ponerla en su lugar de una vez por todas.—comentó Navier.

—Estoy a tu servicio, emperatriz.

Después de caminar un rato más y subir algunos escalones, finalmente llegaron a los aposentos privados designados para la emperatriz del Imperio de Oriente. Eran tanto enormes como espaciosos, decorados con un gusto de la realeza y colores que combinaban perfectamente. Todo era tan perfecto y precioso, digno de una emperatriz. Decidieron sentarse en una de las silla que usaban para tomar el té de vez en cuando.

—¿Querrías algo de té o algún dulce? Puedo pedir que te lo preparen si quieres.

—Un té por favor a tu elección.

—Está bien.—dijo mientras le decía a una de sus damas de compañía que le trajera un té a cada una.—A lo que quería hablarte, es un asunto importante para mí que requerirá mucho esfuerzo y dedicación pero creo que para ti será más fácil por tu historial con él.

—¿A qué te refieres Navier?

—Quiero que te conviertas en la concubina de Sovieshu.

Casi se atragantaba con un pastelero cuando escuchó las palabras de la emperatriz Navier, con que esto era la audiencia tan importante que ella necesitaba. Tenía una expresión de sorpresa total, no se esperaba que se le pidiese algo semejante. Encima de su esposa, pensó que ya tendría mucho con una, ¿pero dos? Mientras estaba procesando la demanda, el té que pidieron fue traído y ella se quedaron solas sin nadie que las interrumpiera.

—¿Podrías repetir lo que acabas de decir?

—Quiero que te conviertas en la concubina de Sovieshu, se que eres capaz de hacerlo—dijo la emperatriz Navier con una mirada perdida.—Él te amaba a ti y no a mí, yo estaba bien con eso ya que yo veía esto como un matrimonio de connivencia. Pero yo tenía que casarme con él cuando vosotros dos erais los amantes del grupo.

—Así es, pero de eso ya fueron unos cuantos años. Aunque lo tratase, nada me asegura de que mantenga esos sentimientos.

—Créeme, aún conserva aquel collar que le regalaste y lo llevaba cada día como un amuleto.

—Igualmente, no estaré aquí por mucho, ¿y por qué querrías que estuviera con tu esposo románticamente? Creo que con Rashta es suficiente.

—El problema es Rashta, causa demasiado revuelo en el palacio y mancha la reputación del emperador. Eso no lo puedo permitir porque afecta también a la familia imperial y en consecuencia a todo el duro trabajo hecho en los pasados tres años.

—Navier...esto que estás pidiendo de mí, no sabría decirte si lo puedo cumplir.

—Te daré tres días para considerar mi oferta, además de acerca la víspera de su vigésimo quinto aniversario.

—Y en ese entonces te daré mi respuesta.

|•••|

Aún quedaba unas cuantas horas de sol, y tampoco es que estuviese en buenos términos con su hermano para volver inmediatamente al ducado tras su audiencia con la emperatriz Navier. Así por su propia cuenta, decidió aventurarse en los inmensos jardines imperiales que el palacio le podía ofrecer. Después de todo siempre amo a la naturaleza. Durante su paseo por los jardines, vio una increíble fuente cerca de la edificación de Cristal donde la emperatriz hacía sus fiestas del té. Majestuoso debía decir ella, el agua era tan cristalina que podía ver su reflejo en ella. Y con su avanzada habilidad con su magia de agua, podía manejar el agua como a ella se le placiera.

—¿Es eso un pez?—preguntó el emperador que asomaba la cabeza sobre ella.

—Su majestad.—se levantó, inclinándose al mismo tiempo.—No sabe que estaba ahí.

—No hay necesidad de formalidades entre nosotros, Aurora, enserio te extrañé tanto durante estos cuatros más largos de mi vida.—dijo él sonriendo como solía hacerlo, aún conservaba su típica inocencia.—¿Puedo darte un abrazo?

—Por supuesto.

Se abrazaron por unos segundos, en esos see unidos empezaron a notar la tensión entre ellos así que se separaron rápidamente avergonzados. Para disipar el ambiente, ella le empezó a mostrar algo de lo que podía hacer con sus habilidades.

—Has avanzado tanto en tu magia que me siento apenado con mi trabajo como emperador.

—No lo hagas, eres un gran emperador.

—Me alegra que creas eso.—confesó él algo ruborizado. Cuando se inclinó un poco más, pudo ver aquel colgante con un zafiro bendecido que le obsequió hace tanto.—¿Qué pasó?

—Aún llevas el colgante que te regalé.

—Nunca me lo quitaría por nada en el mundo, en hace pensar en ti cada día que vivo y tiene una parte de ti en ella también. Así que cuenta como si estuvieras a mi lado cada día.

 Así que cuenta como si estuvieras a mi lado cada día

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𝐋𝐀 𝐎𝐓𝐑𝐀 𝐀𝐌𝐀𝐍𝐓𝐄 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora