Capitulo 19

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Tsukuyo le había proporcionado  la ropa adecuada a la yato para parecer una de las cortesanas ninjas que hay en ese lugar.

Un kimono rojo y corto acentuaba su figura, llevaba un obi amarillo atado como si fuese un moño, unas medias largas y rayadas junto con unas botas negras largas y con tacón. Enrollo su largo cabello en lo alto de su cabeza y lo adorno atravesándolo con un simple ornamentó. Verse vestida de aquella forma le parecía extraño y por algún motivo le gustaba ya que la hacía sentir femenina.

El único detalle eran aquellas botas, no estaba acostumbrada a usar tacón lo cual eso le incomodaba y mas porque le hacia sentir un ligero dolor en su tobillo lastimado.

-Parece ser que estas lista.-Tsukuyo entro a la habitación. Estaba impresionada con la apariencia de la chica, en mas de una ocasión había pensado en lo cotizada que sería si alguna vez decidiera tener aquella vida, la chica tenía belleza natural cosa que no es muy visto en esos lugares.

-Estoy mas que lista.-Decía mientras tomaba su sombrilla morada.

-Me temo que no podrás llevar eso contigo.-Kagura se sintió un poco desanimada de no poder llevar aquella sombrilla.

-En ese caso la llevaré yo.-Sougo se encontraba junto a la puerta.

-¿Que haces aquí, sádico?-Cuestiono la yato. Sougo recorrió su cuerpo con la mirada de arriba hacía bajo y de abajo hacía arriba, haciendo que ella se percatara de ello causando que se sintiera apenada que la viese vestida de aquella forma.

-Quien diría que podrías verte tan femenina.-Dijo de forma burlona ya que había notado cierta incomodidad en su rostro.

-Cállate cara de niña.-Contesto ya mas relajada.

-No deberías estar aquí, los asuntos de Yoshiwara no involucran a policías.

-Es por eso que hoy no vengo como el capitán de la primera división del shinsegumi, hoy solo soy un civil ordinario que quiere ayudar a detener a ese sujeto.

-Si es lo que quieres.-La rubia no volvió a cuestionarlo no importará lo que dijesen o hiciesen sabía que el no se iría si Kagura estaba involucrada.-Bien fingirás ser un cliente así que compórtate. Aquel hombre no tarda en llegar y por lo general viene directo hasta acá arriba, su pongo que lo hace para ver a todas allá abajó. Ya me encargué de que todas luzcan mayores.

-¿Y yo donde me posicionó?-Pregunto ansiosa la yato.

-Tu te quedarás aquí arriba conmigo así cuando te vea se percatará muy rápido de ti. Mientras que tú estarás un piso abajo.

-¿Y que pasará cuando ese tipo trate de ponerte un dedo encima? ¿Te entregaras a el?-Pregunto de manera seria el de ojos carmín. El rojo rostro de Kagura dejaba al descubierto su falta de experiencia en ese aspecto. En ningún momento se lo había cuestionado y que el castaño lo señalara la hacía sentir muy avergonzada.

-No te preocupes por eso.-La calmo la rubia, y tal vez no solo a la yato.-Este hombre no las toca a lo qué llegaron a decir las chicas desaparecidas solo las examinaba y...-No sabía como decir lo que debía sin que pareciera extraño.-Las olfatea.

Kagura puso cara de póker, la idea que un desconocido se le acercará a olfatearla causaba repugnancia. Por su parte Sougo no parecía estar de acuerdo con lo que pasaría, la repugnante idea que aquel criminal se acerque a la yato le causaba unas ganas de querer matarlo.

-Bien todos a sus puestos.-Dijo la de ojos morados saliendo fuera de la habitación.

-Debes tener cuidado, china.-Dijo por lo bajo cuando ella se acercó a la puerta.

-¿Nervioso?-Se burló ella.

-Mejor dicho molesto.-Contesto con ironía dejándola sorprendida.-Dejar que otro juegue con mi mascota no es de mi agrado.

Y ahí estaba de nuevo aquel tono burlón, el le quito la sombrilla y prosiguió a ir un piso abajo, mientras que ella permanecía molesta y con unas ganas de ir a golpear a ese estúpido sádico.

En su lugar Sougo fue atendido por dos chicas, el maquillaje que usaban las hacía ver muy mayores, ambas se habían posicionado a cada lado de el y comenzaban a servir el alcohol.

-Díganos Okita-san ¿Porque nos ayuda?-Pregunto una de las chicas.

-¿Acaso busca una recompensa después de esto?-Pregunto con picardía la otra chica. A la distancia Sougo pudo ver a un hombre extraño que se acercaba.

-Vamos chicas la única recompensa en la vida es poder estar aquí con ustedes.-Sonrío falsamente y abrazo a ambas. Las chicas sonreían ante tales palabras, al estar cercas aquel hombre de largos cabellos oscuros les miro una fracción de segundo y continuó caminando hasta el ultimo piso.

-¿Seguro que no quieres ir a divertirte?-Cuestiono la chica picara. En un intento por tomar el rostro del chico este tomó su mano.

-Lo que quiero tu no puedes ofrecérmelo.-Aquella mirada fría la dejo sin palabras. Sougo se levanto y en silencio comenzó a subir.

Un par de ojos dorados la miraban fijamente, aquel hombre era joven y apuesto de largos cabellos negros, de rostro fino y piel aun mas pálida que la de ella; la observaba en silencio. Podía sentir esa mirada intensa y sin vida sobre ella, le causaba cierta inquietud.

-Kane-san sea usted bienvenido nuevamente.-Dijo Tsukuyo con cortesía.

-¿Porque no la había visto antes?-Ignoro por completo lo que la rubia decía. Su voz era suave y a la vez sonaba agresiva.

-Es nueva. Nuestra nueva...

-La quiero.-Ordenó interrumpiendo a la de ojos morados.-¿Tu nombre?-Se dirigió a la bermellón.

-Kagura.-Trató de hablar suavemente ya que la actitud de aquel hombre hacia la rubia comenzaba a molestarle.

-¿Edad?-Continuo interrogando.

-18.

-¿Raza?

-Yato.-Esa respuesta parecía agradarle.

-Vaya, vaya jamas creí que tuviese la suerte en tener a alguien de una de las razas mas fuertes del universo.-Alardeó con orgullo y una sonrisa triunfante cruzó su rostro.-Ultima pregunta ¿A cuantos te has entregado?

Esa última pregunta la tomó por sorpresa y causo que su rostro se ruborizará. No importara quién fuese él; sentía que esa pregunta era muy íntima.

-Yo...yo no...-No encontraba como contestar aquella pregunta que invadía su privacidad.

-Esta intacta, Kane-san.-Intervino la rubia.-Ha sido resguardada para cuando cumpliera la mayoría de edad.

-Perfecto. Llévala a la habitación de siempre.-Ordenó el hombre. La rubia asintió y dirigió a la bermellón a una habitación alejada.-Que suerte la mía.

Escondido en la escalera Sougo había observado todo lo que había pasado, pudo escuchar cada palabra. Incluso esas últimas que el tal Kane decía. Aquel hombre causaba inquietud en el castaño manteniéndolo aun mas alerta.

Amor Inesperado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora