El Hermano-Capitán estudió la carnicería con cansancio. Le dolían las heridas. Le dolía la armadura como si fuera su propia piel magullada y casi envidiaba a aquellos que habían muerto. Pasó sus tentáculos metálicos sobre los restos fundidos del Ingenio Daemónico (explicado mas adelante), los despojos de todo un amo de la guerra. Aún estaban calientes debido a la fusión del reactor que había sufrido y que, al fin, había enviado su espíritu iracundo de vuelta a la Disformidad. Al otro lado del enorme cráter se encontraba la cabeza de un Titán Warhaund humeante, medio enterrado en un montón de cenizas y escoria.
Karlsen observó cómo bebían los rebeldes triunfantes y escuchó sus bromas y charlas. Los pocos cultistas que bailaban entre los escombros no se habían dado cuenta, pero eran hombres muertos. Sus patrones daemónicos habían sido expulsados o habían desaparecido cuando se cerró la Fisura Disforme. Los Marines Espaciales del Caos se irían en breve. Sin todos ellos, las fuerzas imperiales acabarían rápidamente con la rebelión de este mundo. Y se estaban acercando con todo su potencial. A Karlsen no le importó. Habría otros mundos que conquistar más adelante.
Sus vagabundeos le habían llevado a un templo en ruinas de la Ascensión del Emperador. Estaba ennegrecido por el fuego y lleno de esqueletos y armaduras fundidas. Obviamente había sido uno de los puntos más conflictivos de la batalla. Bajo los escombros escuchó un gruñido. Una figura se alzó desde las entrañas fundidas del edificio con un sonido inconfundible de ceramita rascando contra los escombros. Karlsen observó desapasionadamente cómo un Ángel Sangriento aún vivía. El estaba destrozado y el rojo de su armadura casi había desaparecido debido al calor de la explosión. Alzó su casco y su único ojo miró a Karlsen cargado de odio. Frenéticamente el Ángel Sangriento se puso en pie y luchó por alzar su bólter.
—Traidor. Hereje. Abominación —dijo el Marine Espacial.
Karlsen se encontró mirando el cañón vacilante. Una parte de él quería que el Ángel Sangriento apretara el gatillo.
Una risa amarga balbuceó en la garganta horriblemente mutada de Karlsen. Le era difícil hablar. Intentó encontrar una palabra que expresara su odio. Buscó en su alma corroída una sola palabra que pudiera encarnar diez mil años de odio.
—Hermano —dijo finalmente.
Se pudo leer un indicio de miedo en el rostro lleno de ampollas del Ángel Sangriento. Hizo la acción de apretar el gatillo. Karlsen se movió rápidamente y levantó su propia arma. Un único disparo atravesó al Ángel Sangriento, que cayó sin un sonido. Karlsen siguió disparando, vaciando todo su cargador mientras esperaba escuchar un grito. Se sintió decepcionado.
En ese momento le hubiera gustado tener a todos y cada uno de los Marines Espaciales a la vista. Su odio era tan ilimitado, su ira tan grande, que podría haberlos matado a todos sin piedad. En ese momento supo que lucharía para siempre. Que lucharía para llevar la ruina a toda la galaxia. Para él no habría descanso en paz.
La Guerra Eterna proseguía.
¿Qué son los Ingenios Daemónicos?
Los Ingenios Daemónicos son gigantescas máquinas de guerra que caminan sobre poderosos miembros accionados por pistones, o avanzan sobre pesadas orugas y ruedas metálicas. De sus torsos blindados sobresalen cañones con aspecto de gárgola y brazos fuertemente armados que terminan en ensangrentadas herramientas. Comparar a un Ingenio Daemónico con un vehículo normal es una tontería, ya que cada una de estas bestias tiene su propia conciencia en lugar de una tripulación. Entre las capas de metal de un Ingenio Daemónico está ligada la esencia de una rabiosa entidad de la Disformidad, aprisionada en un cuerpo físicamente indomable para poder servir mejor a los Marines Espaciales del Caos en su larga y amarga guerra.
El Imperio sabe poco de cómo surgieron estas deshonras a la cordura. Los fragmentos de antiguos textos y las imago capturas obtenidas durante los combates han permitido a los estrategas imperiales saber que se trata de criaturas de naturaleza demoníaca, pero poco más. Incluso entre las filas de los Marines Traidores hay pocos que entiendan cómo se crean estas bestias inmortales. Mediante los rituales correctos, un devoto o un Hechicero pueden engatusar a un Apóstol Oscuro para que posea el cuerpo de un mortal, pero solo la hermandad de los Herreros de la Disformidad puede unir un Demonio con una máquina.
Al contrario que en los rituales de posesión, el proceso de crear un Ingenio Daemónico no sucede de mutuo acuerdo. Utilizando corruptos rituales y alquimia prohibida, los adeptos a las artes oscuras pueden forzar a los espíritus inmateriales a entrar en una cáscara física. Los Herreros de la Disformidad son los que traen a la vida a todos los Ingenios Daemónicos, desde los Diablos de la Forja hasta los Titanes del Caos. Las entidades de la Disformidad son atrapadas mediante cuerdas trenzadas con cabellos de asesinos o cadenas modeladas a partir de huesos. Estos Demonios cautivos son arrastrados hasta las ciudadelas del Mechanicus Oscuro. En el corazón de sus forjas, los Herreros de la Disformidad unen a los Demonios con gigantescas corazas de metal, con formas bestiales y cubiertas de runas. Tras esto, la máquina-Demonio debe ser golpeada para someterla hasta que llegue la hora de la batalla. Atrapar a un Demonio en una forma física capaz de destrozar los muros de una fortaleza es peligroso. Se pierden docenas de esclavos-máquina durante la creación de cada bestia, pues no temen ni la muerte ni el dolor.
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Historias muy Warhammeras
Science FictionNo te has topado con este archivo de pura casualidad, fuiste elegido, bendecido por el Omnissiah, eres uno de los muchos que vendrán, conocerás los secretos de este universo, las múltiples creencias y costumbres, una cantidad infinita de razas. Cono...