Ángeles Oscuros: Desde las Mandíbulas de los Demonios

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Sammael maldijo con ardor al ver una bandada de zumbantes Drones de Plaga (explicado en el próximo capitulo) surgir de la niebla. Los viles seres fueron recibidos con disparos de plasma que los calcinaron por completo, pero no antes de que una espada de plaga hubiese logrado decapitar a otro de sus Caballeros Negros. Ahora, en retaguardia sólo quedaban Sammael, su escuadra de mando y otros tres guerreros, todos montados sobre imponentes motocicletas negras.

Los ataques de los Demonios se habían hecho más aislados una vez que los Lobos Espaciales lograron escapar. Muchas de las criaturas se habían desvanecido en la neblina como si su misión ya estuviese cumplida, dejando tras de sí una carcajada burlona a fin de atormentar aún más a los frustrados hijos del Primarca Lion El'Jonson.

Para entonces, casi todos los miembros del Ala de Cuervo estaban ya a salvo en sus naves, mientras la retaguardia de Sammael mantenía a raya a las pocas entidades demoníacas que aún acechaban en la niebla. Aun así, el índice de bajas sufrido era inaceptable. Aún peor, los lobos habían logrado escapar.

Como si leyera sus pensamientos, Zaelion, su Campeón de la Compañía, negó con la cabeza en señal de disgusto.

—No deberíamos haberlos dejado escapar. Nuestras aeronaves podrían haber...

—¿Podrían haber qué, Zaelion? ¿Haber derribado sus Thunderhawks? ¿Haber masacrado a otros Marines Espaciales? No, ese es un camino oscuro por el que ningún Capítulo debe aventurarse.

—Entonces, ¿Qué vamos a hacer, mi señor? —preguntó el Apotecario Ekrophan, con un tono de voz cargado de repugnancia—. Ya han visto a esas... cosas. ¡Eran casi tan horribles como los propios Demonios!

—Contente, hermano —replicó Sammael—. No te llenes de preguntas si no quieres atragantarte con mentiras.

Incluso mientras citaba aquella antigua máxima, Sammael estaba temblando por dentro. Pues esas cosas eran mutantes, y era innegable que habían matado a los hombres de Arhad. Deberían estar en una celda inquisitorial. Eso como mínimo.

—Sea cual sea la procedencia de esa escoria mutante —gruñó el Campeón Zaelion—, sé lo que son esos Lobos Espaciales. ¡Unos cobardes! Han huido del combate y nos han dejado tirados para que muriésemos en este agujero atestado de Demonios.

Sammael hizo una pausa al escuchar que su vox le informaba de que todos los vehículos estaban ya cargados. A través de la niebla podían verse de nuevo formas oscuras avanzar hacia ellos, pero Sammael no estaba dispuesto a perder a más guerreros ese día.

—Hermanos, nos vamos.

Los guerreros de Sammael permanecieron impasibles mientras daban media vuelta y se dirigían a las Thunderhawks, pero el Señor del Ala de Cuervo notaba cómo ardían sus entrañas. Los lobos habían cruzado una línea roja. Sus actos rayaban en el límite de la herejía, y se habían negado a dar explicaciones al respecto. Sammael sabía que debía informar de todo ello al Círculo Interior, y que los sucesos de aquella jornada no quedarían libres de castigo.

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