No te has topado con este archivo de pura casualidad, fuiste elegido, bendecido por el Omnissiah, eres uno de los muchos que vendrán, conocerás los secretos de este universo, las múltiples creencias y costumbres, una cantidad infinita de razas.
Cono...
El Saqueador notó que se le aceleraba el pulso mientras observaba la apacible rotación del planeta en el holoproyector. Ya había visto muchas veces este planeta, que una y otra vez había resistido desafiante el zarpazo de su garra. Después de todo, no era nada fuera de lo corriente, solo uno de los millones de planetas habitados de la galaxia. Su superficie, gris y desolada, se caracterizaba por sus formas ralladas y erosionadas y por sus océanos grises pizarra. Era como tantos otros planetas que habían caído ante él. Pero, mientras esos otros habían sido devorados por las llamas del Asesino de Planetas, este resistía todos los ataques que había lanzado desde el Ojo del Terror. De sus labios mortecinos surgió un nombre.
-Cadia...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Abbadon el Saqueador
Un escalofrió estremeció el puente del Asesino de Planetas y los que se encontraban más cerca de Abbadon notaron que su ira aumentaba. Unos lloriqueantes Engendros del Caos entrechocaron sus cadenas al percibir la ira de su maestro y se encogieron encorvados refugiándose en las sombras, temerosos de la imprevisible ira del Saqueador. La guerra ya estaba en marcha; las naves de Typhus, el Heraldo de Nurgle, extendían sus plagas por los sectores que rodeaban Cadia y los Amos de la Noche de Tarraq Sangre Oscura mataban y mutilaban con un fervor sanguinario todo lo que encontraba en su camino a través del espacio imperial. Cediendo terreno ya por los dos ataques simultáneos, el sector de Cadia estaba a punto de caer.
Una multitud de aullantes gemas de transmisión apareció flotando sobre unos relucientes campos suspensorios y rodeó al Saqueador. Cada una de ellas mostraba una serie de tormentos y de carnicerías. En una podía verse a los guerreros de los Devoradores de Mundos masacrar a unos desesperados soldados imperiales, mientras que, en otra, la tierra baldía se llenaba de hogueras en las que ardían los cuerpos de los muertos. La visión de escenas de matanzas y de guerra, de ejércitos marchando a la batalla y de mundos conquistados inundó sus sentidos y las imágenes y sonidos de una galaxia ardiendo en las llamas le agradaron. Sintió que su satisfacción se desvanecía cuando una de sus criaturas servidoras se aproximó y se arrodilló ante él.
-Señor -gorgoteó la criatura deforme-, él... está aquí...
Abaddon se volvió mientras su escolta de exterminadores le rodeaba y entonces apareció en el puente una figura encapuchada surgida de la luz difusa, sus rasgos todavía ocultos entre las sombras. Bajo su túnica, el recién llegado lucia una oscura servoarmadura y en unas fundas cruzadas sobre su cinto se hicieron claramente visibles dos ornamentadas pistolas arcanas. Al verlas, uno de los exterminadores se adelanto mientras extraía las cuchillas relámpago de sus fundas con un áspero sonido metálico. Las hojas de sus cuchillas emitían centelleantes arcos de energía azul. Abaddon observó la reacción del recién llegado mientras el exterminador avanzaba hacia él.
Fue tan rápido que incluso el propio Abaddon apenas pudo percibirlo. La figura abrió fuego con una de sus pistolas. Un relámpago de fuego incandescente impactó en el exterminador, que cayó arrodillado antes de desplomarse sobre la cubierta mientras el humo todavía salía a través del agujero en la placa pectoral de su armadura. Los otros exterminadores alzaron sus armas, pero Abaddon los detuvo con un gesto mientras la figura hacia girar la pistola y la introducía en su funda con un movimiento sutil.
-¿Ya está? -pregunto Abaddon.
-Si -confirmó el recién llegado-, los planetas del Sector Agripinaa se han rebelado y en Piscina IV los Hijos del León tienen otra razón para odiarme.
-¿Otra puñalada en la carne de los No Perdonados?
-Por supuesto.
-¿Y qué deseas que haga yo?
-Nada, excepto que, cuando la Torre de Ángeles quiera vengar esta afrenta, dejes que yo me encargue de ellos.
-¿Y nada más?
-Eso es todo -confirmo la figura de la túnica dándose la vuelta para irse.
Abaddon inclino la cabeza y dijo: "Mis espías me han contado que el Imperio vuelve a levantase y resurge tras la violencia que has desatado. La fe del rebaño en el falso Emperador es ahora más fuerte que nunca. Dime ¿por qué debería estarte agradecido?".
La figura de la túnica giró la cabeza y dijo: "Cadia es tuya, Saqueador, nada en esta guerra suya es tan importante como esta noticia. Así que ¿por qué les preocupa tanto mi agenda?"
-¡Porque nada debe impedir mi victoria final aquí! -rugió Abaddon-. Fui creado para llevar a cabo esta hazaña y mi vida hasta este momento solo puede considerase un prólogo. El Imperio está debilitado y al limite de sus fuerzas y recibe ataques desde dentro y desde fuera. Es un cadáver en descomposición con el vientre lleno de gusanos y debe caer.
-Nada de lo que yo haga podrá evitarlo -aseguró.
-Si me mientes, tu alma estará condenada -prometió Abaddon-. Lo juro por todos los demonios del Caos.
-El guerrero de la túnica asintió aceptado la amenaza del Saqueador y desapareció en la oscuridad del puente de mando.
Abaddon volvió su mirada a la apacible imagen de Cadia que rotaba en el holoproyector reflejando la imagen del planeta en la Garra de Horus.