Inquisición: El Misterio del Martillo de Enemigos

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—¿Sabes lo que debes hacer, Borshak? —preguntó secamente el Inquisidor Kryptman.

El psíquico asintió frenéticamente.

—Yo... yo debo descifrar ese artefacto alienígena y avisarle de lo que descubra.

Kryptman asintió. No confiaba en Borshak; como todos los empáticos el psíquico era hipertenso, pero había algo más. Había una debilidad presente en el pálido joven que hacía sospechar a Kryptman de que Borshak podría ser receptivo a una influencia maligna. Decidió vigilarlo de cerca.

Continuaron descendiendo por el frío corredor de la base Talassa Prime. Los dos novicios de seguridad enfundados en sus túnicas negras saludaron a Kryptman en la puerta. Respondió a su saludo llevándose el puño al pecho.

—¿Contraseña? —preguntó uno de los novicios. En otra situación más normal Kryptman no habría tenido ningún reparo en tener que dar los códigos de acceso. Incluso aquí, en las más fuertemente vigiladas fortalezas de la Inquisición podía entender la necesidad de vigilancia constante. Sin embargo, estaba nervioso por el artefacto alienígena y las circunstancias en las que había sido descubierto.

Saturado con informes sobre las agitaciones por todo el sector, tenía los nervios a flor de piel. Se preguntaba si la aparición de esta extraña criatura era el heraldo de alguna nueva amenaza para la seguridad del Imperio.

—Opus Dei —respondió malhumoradamente. El novicio de ojos fríos se hizo a un lado. Kryptman alzó su anillo y apuntó al sello de la puerta—. Ninguna barrera se alza en el camino del verdadero fiel —dijo. La joya roja de su anillo parpadeó. Las runas de la puerta se encendieron y ésta se disolvió en el aire. Kryptman hizo un gesto a Borshak para que le siguiese y entonces continuó hacia el área restringida. Sabía que estaban en absoluta soledad. El secreto de la puerta que se disolvía era uno de los secretos mejor guardados de la Inquisición y él era uno de los pocos hombres en el Universo que tenía acceso a él.

El artefacto descansaba sobre una columna en el centro de la habitación con una fantasmagórica aura azulada procedente del campo de éstasis a su alrededor. Se movieron hasta el estrado y miraron hacia él.

—Pa-parece vivo —musitó Borshak. Se rascó su afeitada cabeza con una mano sucia de uñas mordidas—. No... no me gusta.

—No importa si te gusta o no —dijo Kryptman.

Comprendía la inquietud de Borshak. La pulposa y carnosa apariencia de la cosa hacía que su estómago se retorciese. Durante su propio noviciado había estudiado técnicas de tortura. La apariencia de la cosa le recordaba mucho a la de un brazo cuya piel hubiese sido arrancada para dejar a la vista prácticamente todo el músculo.

—Simplemente descífralo.

—¿Dice que ha si-sido recuperado de los restos del carguero Ma-martillo de Enemigos? —preguntó Borshak.

—Sí. Estaba conservado en criostasis.

Eso estaba mejor. El psíquico había comenzado a recabar información para facilitar una aproximación a su lectura.

—Y que no había ningún tripulante a bo-bordo.

—Ningún tripulante vivo. Muchas de las cápsulas de escape habían sido lanzadas. Aún deben ser encontradas. Quedan unos tres tripulantes por ser encontrados. Tenemos los cuerpos del resto. Habían sido asesinados con algo que parecía ser material orgánico. Comidos en su interior como por alguna combinación de ácido y gusanos gigantes. La nave había sido despresurizada. Encontramos el cuerpo del Astrópata flotando cerca de la cámara de criostasis. Había muerto por falta de oxígeno. El artefacto estaba en la cámara.

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