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—Oye, ¿Enserio harás un berrinche? ¡Eres una niña!

Cruzo los brazos sobre mi pecho mientras me niego a retirar el cinturón de seguridad. Lila observa la situación sin poder creerlo. Luego de que ayer en la noche le dijera que no iría a trabajar y que renunciaría a mi vida como escritora, pensé que podría dormir plácidamente hasta que a las 5 de la mañana alguien llegó a mi casa con la intención de obligarme a salir de ella.

El estacionamiento de la editorial empieza a llenarse de vehículos y Lila se estresa al no saber cuándo podrá irse a trabajar.

—No iré. —digo—. Moriré en mi habitación.

Golpea mi hombro con rabia.

—¿Qué se supone que te pasa? ¿Acaso es el fin del mundo?

—¡Lo es!

—¿No estás exagerando? ¡No es tan malo como parece!

Esta vez soy yo quien se altera y desbloqueo mi móvil para enseñarle las noticias. Lila lee cada palabra y su rostro se mantiene inexpresivo.

—Sunnie, ¿Te molesta que estén hablando de tu identidad? ¡Como si no supieras que era lo que iba a pasar!

—¡Me molesta que estén hablando más del estúpido que decidió aparecer en la foto que de mi! —me quejo—. ¡Claramente lo hizo a propósito! Aprovechó mi momento de fama para limpiar el suyo…

—Tú… —las orejas de Lila parecen botar humo—. Realmente eres una buscadora de atención ¡Sal del auto!

Ignoro sus palabras y llevo mi vista a la ventana fingiendo no escuchar. Mi mejor amiga sale del auto y da la vuelta para abrir mi puerta y sacarme del interior a rastras, sin importar todos los ojos que caen sobre nosotras.

***

Las puertas del ascensor se abren revelando una molesta expresión en mi rostro mientras Lila me amenaza con romper mi computador si no le hago caso. Sostiene mi brazo con fuerza mientras me arrastra hacia el área donde trabajan los chicos.

—¡Buen día, chicos!

Saluda Lila con emoción. Todos prestan atención y regalan una sonrisa hacia nosotras.

—¡Oh, señorita Lila! ¡Hace mucho tiempo no la veíamos! —dice Susie.

—Es bueno tenerla por aquí. —afirma Binnie.

—Es bueno verlos chicos, aunque hoy solo estoy aquí para dejarles un paquete.

Me observa esperando que siga su chiste y cuando no lo hago me pisotea, dibujando en mi rostro una falsa sonrisa.

—Oh, Sunnie. Ese de ahí atrás es tu escritorio. Lo preparamos especialmente para ti.

Erika habla con genuina simpatía mientras los demás asienten.

—Muchas gracias, chicos.

Lila me abraza y ríe ligeramente mientras me acompaña al lugar indicado.

—¿Ves, Sunnie? Te dije que no era tan malo com-

Frena la marcha y calla, manteniendo su vista fija sobre algo frente a nosotras. Sigo su mirada y copio su expresión al ver unas 4 enormes filas de libros ocupando todo el lugar del escritorio.

—Adquirimos los derechos de uno de sus libros el día de hoy. —una odiosa y conocida voz aparece.

Los chicos se ponen de pie y saludan, mientras que Lila y yo nos giramos para confrontar al joven con un fino traje negro y cabello perfectamente peinado dirigir una sonrisa maquiavélica hacia nosotras. El señor Heiken a su lado, nos saluda desde su lugar y no se atreve a decir nada más pues supongo, ya sabía de eso.

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