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No importa cuántas historias de romance escriba, nunca puedo tener un buen final en la vida real como el que tienen mis personajes.

Mi vista está sobre el computador mientras veo parpadear el puntero, esperando que escriba algo, pero ninguna palabra escapa de mis dedos.

Resoplo con frustración antes de ponerme de pie sin delicadeza, dispuesta a caminar hasta la cafetería.

Sin embargo, el destino parece estar en mi contra cuando justo en ese momento, Jay y el señor Heiken salen de su oficina. Arregla su traje hasta que nota mi cuerpo paralizado en medio del pasillo y se detiene. Intenta cubrir el broche que aún lleva en su chaqueta y yo escondo la cabeza, sin saber qué decir.

Lo escucho suspirar ligeramente mientras vuelve a caminar, cuando cruza por mi lado se detiene brevemente como si quisiera decir algo pero simplemente no se atreve, así que se obliga a avanzar el paso y seguir su camino. Una lágrima cae por mi mejilla sin aviso, elevo mi mano con prisa y la recojo con discreción, evitando que otros lo noten.

«¿Por qué estoy llorando? Soy la única persona responsable de lo que está pasando».

Una mano toca mi hombro y me giro con emoción al pensar que puede tratarse de Jay, pero no. Finjo una sonrisa cuando veo el preocupado rostro de Susie.

—¿Estás bien?

Fue inevitable para todos escuchar la conversación que sostuvimos ayer. Asiento intentando calmarla y luego me dirijo al baño siendo incapaz de enfrentarme a ellos en este momento.

***

Cuando vuelvo a mi escritorio, veo con curiosidad a los hombres que están de pie frente al área de trabajo mientras conversan, sin embargo, Jay no parece muy contento con la presencia del otro chico que parece de su misma edad y que lo examina con burla, sintiéndose superior a él.

Cuando se dan cuenta de mi presencia, los tres hombres se concentran en mí.

—¿Por qué no nos dijiste que faltaba alguien por conocer? —las palabras de aquel chico me causan escalofríos.

Jay aprieta su puño y estoy consciente de que lucha por mantener la calma.
El señor Heiken decide aparecer e interviene por su jefe, antes de que las cosas se salgan de control.

—Esta es Sunnie, nuestra escritora de romance. —saludo con un gesto tímido, miro a Jay pero este me ignora por completo—. Este es el señor Moore, y este es su hijo, Elias Moore.

—Ambos ya se iban. —Jay afirma sin ninguna emoción, pero el otro chico no parece dispuesto a dejarlo ir tan fácil.

Camina hasta Jay e intenta abrazarlo, pero este reacciona de inmediato y lo sostiene por la chaqueta. El padre no interrumpe a favor de su hijo, pues lo ve con molestia al estar consciente de lo que dirá.

—Hey, Paltrow. —se burla de Jay al darse cuenta de que su provocación tuvo éxito—. ¿Por qué nos corres? Estamos aquí para tener una comida en familia, ¿O no es así? Primo.

«¿Primo?»

Su padre lo agarra con fuerza y lo aleja de Jay, avergonzado.

Mis dudas se ven reflejadas en mi rostro y Jay es incapaz de mirarme.

—Es mejor si vamos a la oficina. —sugiere el señor Heiken al notar la situación.

Elias ríe mientras asiente, luego se gira hacia mí nuevamente y escanea con malicia todo mi cuerpo.

—Padre… invita a todos estos niños a comer. —se acerca a mí y sonríe—. Me gustaría pasar más tiempo junto a esta belleza.

Su mano se eleva con la intención de tocar mi cabello e inmediatamente retrocedo, a esto se suma el hecho de que Jay pierde cualquier clase de modales y empuja su cuerpo lejos de mí, colocándose delante mío y evitando que cualquiera se pueda acercar.

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