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Erika y yo charlamos con gracia en la cafetería mientras tomamos un poco de café. Nos damos un descanso de algunos 10 minutos para recuperar fuerzas y luego volver a escribir.

—¿Cómo han ido las cosas entre ustedes durante estos días?

Bebo un poco y luego dejo la taza sobre la mesa, prestando atención a la persona que pregunta.

—Uhm… podría decir que todo va bien entre nosotros. —digo, no con mucha emoción.

Erika revisa mi rostro buscando alguna respuesta a sus dudas.

—¿Qué te perturba?

—¿Uhm?

—En otra ocasión te hubieses sonrojado tanto como si tu rostro fuera a explotar. —Erika explica—. Pero hoy tu mirada se ha perdido desde que pregunté. ¿Hay algo malo entre ustedes?

Suspiro, dándome cuenta de que al parecer soy incapaz de ocultar mis emociones.

—No hay nada malo entre nosotros. —confieso—. Es más… algo externo.

—¿Externo cómo qué? —mi amiga parece un poco dudosa.

—Últimamente mucha gente ha sabido sobre nuestra relación. Personas del ámbito laboral y fuera de él, todos se enteran de una forma u otra.

—¿No es bueno eso? Es mejor si son ustedes quienes hacen publica la información a que alguien más la filtre. Sabes cómo es la prensa, Sunnie.

Asiento.

—Sin embargo, ¿Está mal si a veces quisiera que no hablara sobre eso? Jay. No me importan las murmuraciones o lo que la gente vaya a decir de mí, pero cuando lo miran a él y lo juzgan por ponerse contra otros para hacer publica nuestra relación… no me gusta que la gente subestime sus capacidades solo por salir con una de sus escritoras.

—Uhm, es entendible. —Erika acaricia mi mano—. Pero si a él no parece molestarle, ¿Por qué le estás dando tantas vueltas al asunto?

Un tropiezo en la puerta evita que pueda responder, el señor Heiken sostiene el pomo para evitar caer al suelo y nos sonríe con nerviosismo. Termina de abrir la puerta por completo y detrás de él vemos a Jay, quien permanece sin mirar mi rostro y solo ve fijamente al suelo.

—Tendremos una reunión fuera de la empresa, vayan por sus cosas.

Herido por algo, gira sobre sus talones y se marcha sin más, dejándome con un extraño presentimiento.

***

Cuando salimos del ascensor, un grupo de inversionistas está a punto de ingresar a la gran caja metálica pero se detienen a mostrar respeto cuando ven a Jay.

Todas nos detenemos detrás del jefe mientras este saluda a sus socios.

—Señor Paltrow, ¿Son todos estos sus talentos? Es un gusto verlos por fin en persona. —la persona que habla se fija en mí y sonríe, como si pudiera reconocerme—. ¡Oh! ¿No es esta su-

—Ella es Sunnie, nuestra escritora de romance. —la respuesta de Jay deja a todos perplejos, incluido al señor Heiken y a mí—. Quizá la haya reconocido porque sus libros se han vendido bien últimamente.

Mi corazón duele por algún extraño motivo.

—Yo no quise d-

—Si nos disculpa, debemos ir a un lugar. —Jay vuelve a interrumpirlo—. Espero vernos en otra ocasión.

Sin más, empieza a caminar sin esperar respuesta o siquiera, a nosotros. Las chicas se acercan a mí al ver la situación y luego todas seguimos al señor Heiken para llegar hasta Jay.

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