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Llego a la editorial un poco más temprano de lo normal y saludo a todo aquel con quien me cruce durante mi trayecto hacia el ascensor. La caja metálica me traslada hacia el piso correcto mientras una suave melodía llena mis oídos. El ruido común es inexistente pues los trabajadores apenas han empezado a llegar.

Cuando llego hasta mi piso de trabajo, salgo inmediatamente con toda la confianza del mundo mientras tarareo una canción que quizá, ni siquiera exista. El ánimo es diferente y sé que es imposible pasarlo por alto. Me concentro tanto en organizar las cosas sobre mi escritorio que he ignorado por completo las 4 miradas que me juzgan desde diferentes puntos de la habitación.

Un ligero carraspeo hace que deje por completo lo que estoy haciendo y me gire hacia ellos haciéndoles frente. Me envuelvo en mi propio nerviosismo cuando todos me escudriñan intentando descifrar sus incógnitas mentales.

—¿Qué… les pasa? —pregunto.

—¿Por qué has venido tan temprano? —pregunta Binnie en respuesta.

—Sí, nunca sueles llegar tan temprano. —alega Eleanor.

—Yo…—balbuceo—. Yo… ¡No pude dormir bien anoche!

Suspiro aliviada al encontrar una respuesta.

—Oye, ¿Otra vez te quedaste hasta tarde? —Erika se molesta—. Te he dicho que hacer eso con mucha frecuencia puede alterar tu sueño.

Un poco de vergüenza en mi rostro se acompaña de una ligera sonrisa.

—¿Pasó algo anoche por lo que no pudiste dormir? —cuestiona Susie con genuina preocupación.

Me quedo en silencio mientras todos dejan su atención en mí, esperando una respuesta.

«¿Cómo explicaría que la razón por la que no pude dormir fue porque pasé la noche entera hablando con su jefe?»

—Yo…

—¡Buenos días a todos!

Nos sobresaltamos al escuchar la voz del señor Heiken quien, ni siquiera nos dejó darnos cuenta de su llegada. Mi corazón se agita al ver la imponente figura envuelta en un traje que camina a su lado mientras sostiene una gran sonrisa que genera un ligero contraste en relación a las ojeras debajo de sus ojos. Los chicos lucen aún más aturdidos por verlo aquí, así que sus ojos viajan de un lugar a otro.

—No puedo creer lo que mis ojos están presenciando el día de hoy… —murmura Susie.

Tanto el señor Heiken como Jay se acercan a nosotros para dar los buenos días. Es evidente que todos están sorprendidos al ver a su jefe tan temprano en la oficina.

—Buenos días, espero que todos estén bien. —dice Jay y todos responden con amabilidad, pero sus ojos solo están en mí.

El señor Heiken nota la situación y decide intervenir.

—El señor Paltrow estuvo tomando café y decidió comprar algunos para ustedes, así pueden empezar el día con energía.

“¡Gracias jefe!”

“¡Necesitaba un buen café para empezar el día!”

“¡Estamos muy agradecidos señor Paltrow!”

Sonrío con simpatía mientras mis compañeros se alegran por el gesto que acaban de recibir, sin embargo, la preocupación en la cara de Binnie parece cortar la emoción.

—¿Sucede algo? —pregunta el señor Heiken.

—Uhm… solo hay 4. ¿Qué pasará con Sun-

No es capaz de terminar su frase porque antes de que pueda hacerlo, soy captada de frente por el vaso de café que se extiende hacia mí con delicadeza… directamente de la mano del jefe.

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