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Alrededor de 5 hombres salen del ascensor seguidos por algunos asistentes.

El ambiente es tétrico incluso si ninguno de ellos nos mira. Es suficiente su altanería e indiferencia hacia nosotras para dejar claro que su posición está por encima.

El último hombre en llegar mantiene un rostro serio pero una vez me ve saluda con agrado, así que regreso el gesto. Si el padre de Lila está aquí, supongo que los otros 4 hombres también son inversionistas de la editorial.

Cuando las puertas de la sala de juntas se cierran, todas sentimos libertad como si el aire se nos había sido privado pero nuevamente nos lo dieron.

Las 4 nos reunimos en una esquina mientras nos aseguramos de estar lo suficientemente lejos como para chismosear con tranquilidad.

—Esto no es bueno. —alega Erika—. Si estos millonarios antipáticos salieron de sus emporios para venir a tener una reunión aquí, significa que las cosas no van bien para ellos.

Las chicas asienten y todas miramos hacia la puerta cerrada que ahora, no permite ver nada.

—Eh, Sunnie. ¿Tendrá el señor Paltrow una reunión con esas víboras en su estado?

Mi ceño se frunce, así que pregunto:

—¿Cuál es su estado?

Todas me observan con sorpresa.

—¿No lo has visto? —Pregunta Susie—. Tose tanto que ni siquiera puede articular bien una frase.

—Hoy choqué con él accidentalmente y pensé que me iba a derretir, ¡Qué caliente! —Erika exagera el movimiento de sus manos.

—¿Él?

—¡Su fiebre!

Todo comienza a tener sentido.

—Entonces fue por eso… —susurro, dejándolas curiosas—. Oh, anoche hizo lo posible por estar lejos de mí. No quiso hablar por teléfono incluso si es él quien suele llamar todas las noches, también insistió en que durmiera en mi casa porque no estaría en la suya hasta tarde.

—Aghs… estos hombres. ¿Es tan difícil admitir que estás enfermo y no puedes valerte por ti mismo? —Eleanor se frustra.

—Mi querida amiga, es más fácil para una persona creída como el señor Paltrow dejarse morir por fiebre que dejar de trabajar. —afirma Erika.

Mi preocupación se hace notar mientras miro con frustración hacia la sala de juntas. Ni siquiera he podido verlo esta mañana, llegó primero que yo y justo cuando iba a verlo a la oficina, tuvimos la noticia de que los inversionistas de su padre estaban aquí para una reunión.

Erika frota mi hombro y entonces la miro.

—No pienses más en eso, puedes enfrentarlo cuando todos se vayan.

Asiento.

—¿Y si escuchamos la conversación a escondidas? —ofrece Eleanor—. ¡Me muero de curiosidad, esto no pasa todos los días!

Erika la golpea y todas pensamos que llamará su atención, hasta que sonríe.

—¡Siempre tienes buenas ideas, vamos!

Antes de poder quejarme, soy arrastrada hasta la puerta que permanece cerrada y cuando veo que todas pegan sus orejas para escuchar, también lo hago.

—Si no crees que tu equipo sea capaz de presentar nuevas historias como he propuesto, lo entenderemos. —una fuerte voz explica.

—Nunca he dicho que no. —Jay intenta forzar su voz ronca, con dificultad—. Conozco a mi equipo y sé que son capaz de hacerlo así que le recomiendo señor Ford, que evitemos crear rumores infundados sobre mis chicos. Todos aquí sabemos que no sería la primera vez.

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