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Mi taza de café es rellenada una sexta vez y agradezco a Binnie, quien es la persona que se encarga en esta ocasión de hacerlo. El trabajo en la editorial ha estado complicado incluso para nosotros los escritores. Se acerca el verano y el mercado exige nuevas historias que puedan cautivar al público, por lo que todos en la empresa se encuentran abrumados. Mis ojos viajan a la puerta de oficina que permanece cerrada y suspiro, frustrada.

—De todos nosotros… Es posible que sea él quién la esté pasando peor. —susurro.

Durante más de dos semanas, Jay únicamente viene a la oficina una hora en la mañana y luego se va, ya sea por una entrevista, una reunión, problemas en la editorial o en cualquiera de las demás empresas de su padre. Según el señor Heiken, su alimentación y horas de sueño son tan preocupantes que incluso llegó a desmayarse en la última reunión.

La situación se salió de las manos cuando su propio padre vino personalmente a pedirle que se detuviera y aquello terminó en una discusión. Conociéndolo, no descansará hasta que todo sea tan perfecto como debería ser.

Pone mucho trabajo sobre sus hombros, pero ni siquiera parece sentir el peso.

—Sun. —Erika se acerca a mi escritorio—. Iremos a comer al restaurante de la calle 7, ¿Te unes?

—Yo…

El ascensor se abre y de él sale Jay. Ojeras notables en sus ojos y un poco menos de peso, ni siquiera se detiene a saludar, es más como un robots que se dirige directamente a su oficina para seguir con el trabajo.

—Es mejor que vayan sin mí. —digo—. Terminaré esto y luego comeré algo cerca de aquí.

—¿Segura? —asiento—. Bien, nos iremos entonces. ¡No trabajes mucho!

—Bye, bye!

Me despido de todos y espero unos minutos para asegurarme de que se han ido. Mi vista viaja hacia un lado específico del lugar y suspiro, agotada.

***

Sostengo la bolsa de comida con una sola mano y utilizo la otra para tocar la puerta. Un “pase” se escucha desde el interior de la habitación, así que reúno voluntad y giro el pomo, ingresando. Lo primero que ven mis ojos es la gran espalda cubierta por un traje gris que sostiene el móvil contra su oreja y habla con autoridad.

Cuando se gira y descubre quién lo visita, su rostro se relaja y los hombros pierden tensión.

—Te llamo luego, tengo una visita importante.

Me sonrojo ligeramente ante el comentario. Cuelga la llamada y camina hasta colocarse frente a mí dejando una pequeña distancia entre ambos. No dice nada, sé que espera a que yo sea la primera en hablar.

Empujo la gran bolsa contra su abdomen y la toma inmediatamente mientras se queja por el impacto.

—Debes comer, ¿Cómo tendrás fuerzas para hacer tantas cosas si no comes? —hablo, tomándolo por sorpresa—. ¡También debes dormir! Sé que eres un adicto al trabajo pero debes controlarte. Hay vitaminas en la bolsa y yo tamb-

Me detengo inmediatamente y noto la gran sonrisa en su rostro mientras aquellos ojos devotos me observan fijamente, escuchando cada cosa que digo.

—¿Q-qué? —balbuceo.

—No parece que me estés rechazando ahora mismo, más bien… ¿Estás preocupada por mí?

Me envuelve la timidez y aunque trato de sacar alguna palabra de mi boca para defenderme, es imposible, solo soy capaz de llevar mi vista de un lugar a otro y mi estado de nerviosismo lo entretiene y mantiene el buen ánimo en su rostro.

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