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—Ha pasado todo un mes desde que estamos aquí, las vacaciones acabarán pronto y yo debo volver para hacerme cargo de los negocios, ¿Hay algo que quieras hacer antes de irnos?

Jay acaricia mi pelo mientras mi rostro descansa sobre su pecho. Ayer el trabajo le permitió volver a la habitación en la madrugada y aún así, a pesar del cansancio, fue inevitable para él tener que buscarme al otro lado de la cama y envolverme entre sus brazos.

Es así como al despertar, el toque en mi cabello me hizo dar cuenta del cálido pecho en que dormía.

—Uhm… si tienes algún día libre, realmente hay algo que me gustaría hacer. —respondo.

Jay gira su rostro para poder mirarme e intenta ponerse de pie, pero lo detengo.

—¿A dónde vas?

—¿No querías ir a algún lugar? —pregunta—. Hoy puedo dejar que otros se encarguen de los asuntos.

Niego.

—No necesitamos salir del hotel para lo que quiero hacer.

Sus mejillas se tiñen de rojo y cubre su cuerpo discretamente con la sábana. Me siento sobre el colchón y lo golpeo, consciente de sus pensamientos.

Aprieto su rostro entre mis manos mientras me acerco a él.

—Déjame cuidar de ti.

***

No puedo evitar reírme mientras veo a Jay acostado sobre la cama mientras permite que masajee sus manos. Una mascarilla hidratante en su rostro y una venda de unicornio para alejar su cabello de la frente.

—¿Qué te parece tan gracioso de un hombre siendo mimado?

Me sorprendo al darme cuenta de que no estuvo durmiendo como creía.

—¿Qué pensarían tus subordinados si vieran a su cruel jefe así? —me burlo.

En medio de mi risa, soy sorprendida por la mano que me hala con fuerza logrando que me recueste boca arriba en la cama y luego el cuerpo responsable del acto se coloque sobre mí, dejando sus rodillas clavadas a cada lado de mi cuerpo.

Utiliza su mano izquierda para retirar el papel de su cara y tirarlo a un lado. De inmediato, me empiezo a sonrojar.

—Supongo que tienes muchos deseos de exponerme. —acerca sus labios a los míos y sonríe—. Déjame darte algo bueno de qué hablar.

Sin embargo, justo cuando un beso tiene la intención de ser puesto en mis labios, alguien llama a la puerta. Jay suspira con frustración y río cuando a rastras se levanta de la cama y arregla su ropa, caminando hasta la puerta.

Escucho algunos murmullos sobre la conversación que mantiene con quien parece ser uno de sus empleados. Poco después, lo veo volver a mí con un gesto confundido, como si intentara resolver algo en su mente.

Se detiene frente a la cama mientras balbucea, sin siquiera mirarme.

—¿Pasa algo?

Jay me señala e intenta hablar. Aunque duda por un instante, al final lo hace.

—¿Hay algo mal en mí? —señala todo su cuerpo en busca de una respuesta.

—¿Qué?

—No estoy acostumbrado a que la gente me mire despectivamente, pero ese empleado parece estar evitando mirar mi rostro como si hubiese algo malo en mis facciones. —explica, y luego procede a toquetear cada rincón de su cara—. Soy naturalmente hermoso y encima me acabo de poner una mascarilla facial, ¿Qué puede haber mal conmigo?

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