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Las palpitaciones me traen de regreso a la realidad poco a poco, me retuerzo con dolor y sostengo uno de los esponjosos almohadones como si se tratara de una nube. La superficie en la que descanso parece hecha perfectamente para una inolvidable noche de descanso.

Aún sin abrir los ojos, susurro emocionada:

—Nunca había dormido en algo tan cómodo…

—Gracias por hacerme sentir que valió la pena invertir lo que vale tu sueldo en una cama.

Mis ojos se abren exageradamente y el sueño me deja de golpe. Me siento rápidamente en la cama ganándome un gran dolor de cabeza y cuando por fin miro a mi alrededor, la confusión me invade.

«Cama…»

Tanteo la superficie llegando a la conclusión de que aquel colchón debe valer millones. Veo toda la habitación con pánico y cuando detengo la vista al frente, creo que me voy a desmayar.

—¡Ah! —cubro mi cuerpo completo con las sábanas, avergonzada —. ¡¿Qué haces aquí?!

—Oye, ¿Te dejo dormir en mi cama una sola noche y ya te crees la dueña de mis quincenas?

No me atrevo a mirarlo nuevamente luego de notar que solo una toalla cubre la parte inferior de su cuerpo, dejando al descubierto un abdomen bastante entrenado y mojado por gotas de agua que caen desde su cabello. Se acaba de duchar, y yo necesito hacer lo mismo para dejar de pensar que se ve bastante bien para ser real.

Observo mi propio cuerpo y agradezco tener aún la ropa de ayer.

—¿Por qué estoy en tu habitación?

—¿Quieres quitarte la sábana primero? No es como si ya no te hubieras hecho quedar en vergüenza anoche. Estabas tan borracha que incluso tuve que cargarte aquí. Me duele la espalda…

Ni siquiera un insulto de su parte me haría sentir peor de lo que ya lo hago.

—¿Por qué no me dejaste dormir en la sala?

—¿Y correr el riesgo de que vomitaras todo mi piso? Es más fácil lavar una sábana que una alfombra.

—¡Uhm, está bien! Ahora sal. —pido.

—¿Qué? ¿Por qué debería salir? ¡Tú eres quien está en mi habitación!

No respondo a eso y espero que se vaya, el silencio me hace creer que quizá vaya a hacerlo pero cuando menos me lo espero, la sábana es arrancada de mi cuerpo dejándome al descubierto.

—¡Oye!

Jay toma la sábana y cambia la toalla que lleva puesta por esta. Mi rostro quema debido a la rojez y aunque sé que debo dejar de mirarlo, estoy tan perpleja que me es imposible.

—Sal de mi cuarto.

Lanza la toalla húmeda sobre mi cabeza y se aleja, supongo, a su vestidor. Retiro la toalla inmediatamente y quedo sin poder creer lo que acaba de hacer.

***

El viento fresco sopla con calma mientras mis manos se deslizan entre las páginas, leyendo en voz alta. Cada paso es acompañado por uno un poco más grande. A mi lado, Jay protege mi cuerpo de los rayos del sol mientras sostiene una sombrilla, escuchando lo que leo para él.

—Oh. —exclamo—. ¿Por qué acaba de morir el protagonista?

Jay ríe débilmente.

—Te dije, no todos los romances tienen un final feliz.

—Tss… si eres el escritor puedes lograr que lo tengan, es solo cuestión de querer. —alego.

—Es cuestión de sentir, idiota.

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