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—Sunnie, ya llevas más de una semana sin querer irte a tu casa. ¿Cuándo vas a decirme de quién estás huyendo?

El helado se derrite en mi boca mientras veo la serie romántica que se proyecta en la gran pantalla de cine, Lila no está dispuesta a soportar mi actitud por más tiempo y lo demuestra alejando el helado de mis manos y lanzando la cuchara al suelo.

—¡Oye! ¡¿Cuánto más vas a seguir fingiendo que no me escuchas?!

Suspiro.

—Si está siendo una molestia para ti que me quede en tu casa, puedo buscar otro lugar.

Se pone de pie con rabia, colocándose justo frente a mi cuerpo.

—¿Quieres dejar de victimizarte conmigo? Te conozco de toda la vida… ¿De verdad crees que no me daré cuenta de que sucedió algo cuando mágicamente te alejas de Jay, pides una semana de licencia fingiendo estar enferma y luego vienes a mi casa con cara de perro malherido con la estúpida excusa de que me extrañas? Sunnie, basta.

Me quejo en voz alta mientras alboroto mi cabello.

—¡Ah!... ¿Cómo puedo volver a mi casa si cada cosa me recuerda lo que hice…? —lloro con falsedad.

Lila se arrodilla frente a mí y mueve mis hombros con fuerza.

—¡Tienes 5 segundos para decirme lo que hiciste!

***

La copa de vino es derramada sobre la mesa mientras Lila mantiene la boca abierta y un rostro pálido, procesando todo lo que he contado.

—Eres una perra desalmada.

—¡Lila!

—¿Qué esperabas que te dijera? Te confiesa su amor, le dices que no con tanta frialdad para luego empezar a ignorarlo, irte de su casa y decirle por mensaje que es mejor si no se ven por ahora. ¿Hay algún corazón latiendo dentro de tu pecho?

—No me confesó su amor, solo dijo que… Le agradaba. —intento defenderme.

—¡Y a pesar de eso estás actuando como si fue él quien rompió tu corazón! —suspira, frustrada—. Mi pobre amigo, ¡No debió caer en tus garras!

—¡Oye! ¿Por qué lo defiendes? —refuto.

—¡Porque no te lo mereces! Si simplemente no te gustaba, ¿No era mejor decirlo de una vez en lugar de hacerle creer que hizo algo terrible al confesarse? Sunnie, lo estás haciendo sentir culpable de que TÚ no seas capaz de dar una respuesta clara.

—¿Decir que no lo creo, no lo es?

Lila golpea mi cabeza con fuerza.

—Si confesara mis sentimientos y alguien dijera que no cree lo que digo, posiblemente, me frustraría al pensar que no soy lo suficientemente sincero como para que la gente quiera aceptar mis emociones. —escondo la cabeza, avergonzada—. No te sorprendas si vuelve a ser el mismo despiadado que fue hace algunos años.

Dejo caer mi cabeza contra la mesa pero ni siquiera el golpe parece alivianar mi culpa.

—¿Qué debo hacer? ¡No sé qué hacer!

—¿Por qué no empiezas por admitir tus sentimientos? —propone Lila.

—¡¿Cómo puedo admitir algo que no sé si siento?! —vuelvo a sentarme correctamente—. Acabo de salir de una relación desastrosa y quien pensaba que me odiaba ahora es mi amigo y encima me acaba de confesar, ¿Cómo podría definir lo que siento con este escenario?

Lila asiente, entendiendo un poco mi punto.

—Sin embargo, tampoco es justo que le hagas sentir que expresar sus sentimientos está mal. Mira, si no quieres volver a vivir con él, está bien, total, las promociones del libro terminarán pronto. Pero por favor, deja de esconderte como si lo que hizo es un delito.

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