Capítulo 4

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((PENÉLOPE))

E

l alcohol en mi sistema me hizo fantasear por algunos segundos.
Escanee descaradamente cada centímetro de su imponente presencia.

Ligeramente bronceado, metro - ochenta de altura, hombros anchos cubiertos por una camisa blanca de tela fina al parecer, tanto que se notaban sus pectorales debajo de ésta.
Descalzo y un jogger gris que me traicionaba al sugerirme mirar lo que sutilmente se notaba que colgaba entre sus piernas.

- Son las dos de la mañana de un martes en la madrugada y habemos personas que trabajamos muy temprano y el escándalo que tienen no deja dormir. -- dijo a secas el moreno con evidente enojo sacándome de mi burbuja un poco indecente.

- ¿De madrugada no se saluda o qué? -- contesté en el mismo tono en el que me había hablado. Intenté pensar por unos segundos en que si debía disculparme o no, pero decidí que no.

El tipo me miró fijamente en silencio, cruzó el umbral de la puerta acercándose a mi.
El alcohol me tenía mal solo pensando que era muy guapo y que debía abofetearlo por haberme hablado así y al mismo tiempo la idea desubicada de besarlo sucumbía mis pensamientos. Sentí la tensión.

- Eres una niña, con suerte rondas los 30 y la insolencia no te permite pensar que hay más inquilinos en este edificio y no todos son  partidarios del escándalo de unos recién llegados. -- habló muy cerca de mí al mismo tiempo que examinó todo mi rostro.

No pude articular palabra alguna. Estaba bloqueada, perdida en sus ojos marrones y en toda la sensualidad que desbordaba su semblante enojado.

Empecé a sentir como la sangre me hervía y mi respiración se intensificaba. No reconocía si era el vino, el enojo o algo extraño que me causó el tenerlo muy cerca.

- Tenemos invitado ¡Wuuh! -- Dass me sacó del trance con su grito.

- ¡Holaaaaa! -- gritó Aidan algo borracho desde la sala.

- ¡Shh! Callen. El señor ha venido a decirnos que no tolera a los recién llegados, inmaduros como nosotros que viven su vida -- dije mirando al vecino con un tono bastante irónico.

- Fui claro ya. Si no paran el escándalo me quejaré con la administración del edificio y eso será un problema para ustedes y para que no les quede duda de que fui yo, soy Pedro del 3-10, la notificación llegará a mi nombre -- se dió la vuelta y se fue.

Cerré la puerta detrás de él y estaba congelada. Que hombre tan guapo y tan amargado, efectivamente algo mayor, pero muy bien conservado.

((PEDRO))

Caminaba hacia mi puerta lleno de enojo, cansancio y una sensación de atracción que no entendía.
Claramente la nueva chica estaba guapísima, pero no era para tanto.

Entré en mi departamento y al fin la música y los gritos pararon, toqué mi cama y pude dormir.

A la mañana siguiente, cumplí con mi rutina de siempre a pesar del par de horas menos de sueño.
Salí a correr, tome una ducha fría, me prepare mi desayuno express favorito, pan tostado con aguacate y café bien cargado. Me arregle lo más rápido que pude antes de llegar tarde a una reunión que definiría los últimos detalles de un proyecto que empezaba en unos días.

- ¿Mala noche? -- dijo mi socio apenas entré en la oficina.

- Buenos días a ti también, Simón. -- contesté.

- Espero que haya Sido una muy buena para que casi llegues tarde. -- rió por lo bajo.

- Pues te equivocas hermano... Unos muchachitos han llegado al edificio y no me dejaban dormir. -- Respondí con fastidio recordando la conversación con la niña esa.

- ¡Que amargado te has vuelto Pedro! Tú también eras así de joven.

- Simón, tengo 45 años. Me gusta la vida nocturna, el sexo y alcohol de jueves a sábado, pero no un martes cuando tengo que trabajar al día siguiente. -- terminé la conversación con esta frase al ver que los directivos que esperábamos dieron comienzo a la charla.

- Caballeros, buenos días y bienvenidos. -- Dijo el director de proyectos de pasantías internacionales, Mauricio Escalante.

- Días... -- apenas respondí.

- No hace falta que me presente, -- dijo éste mientras tomaba asiento-- ya todos me conocen y viceversa. Así mismo no es la primera vez que hacemos esto, gracias a una muy bien ejecutada organización podemos llevar a cabo la tercera edición de estás pasantías, ésta vez en el restaurante del caballero presente, Pedro Pascal. -- terminó su frase abriendo paso a mis palabras, palabras que no tenía.

- Ehm... Si. Tal como lo dijo Mauricio, este año las pasantías se darán a cabo en mi restaurante, aquí ya todos lo conocen y saben la calidad de los servicios prestados. Estoy emocionado de empezar -- mentí -- y espero que sea una experiencia enriquecedora. -- suspiré con algo de desagrado.

ANCESTROS había Sido mi sueño desde siempre, tener mi propio restaurante que mezclara la gastronomía ancestral y tradicional con sabores del todo el mundo.
Estaba posicionado entre los mejores restaurantes de Europa, tenía 2 estrellas Michelin y quería la tercera.

Según mi asesor, involucrarme con universidades de prestigio para este tipo de actividades me podría llevar un paso más cerca del objetivo, no lo creía cierto, pero haría lo que fuera con tal de conseguirlo.

La simple idea de tener estudiantes en mi cocina me enojaba de sobremanera. Podrían hechar a perder todo mi esfuerzo si algo salia mal, pero Simón sería el culpable.

Simón era mi mejor amigo de la infancia. Empresario y excelente con los números, efectivamente trabajábamos juntos, el maldito era mi asesor.

La reunión paso sin mucho preámbulo, se establecieron protocolos de los pasantes, y por supuesto, mis reglas.

Llegué a mi restaurante para dar aviso a mis empleados de lo que estaba por suceder en los próximos días hasta que escuche la voz que tanto venía evitando los últimos días.

- ¿Por qué no has contestado mis llamadas? -- dijo la despampanante rubia a mis espaldas.

Suspiré pesadamente y di la vuelta para verla de frente.

- ¿Me has estado evitando? -- preguntó de nuevo con una sonrisa pícara.

- Por supuesto. -- respondí sin más.

- Pedro... -- ésta fingió un tono de tristeza acercándose sugestivamente hacia mi.

- Nina, detente. Estoy en mi lugar de trabajo y ya te dije que nosotros no íbamos más. -- contesté soltandome de su agarre.

- ¿Acaso conociste a alguien más? - preguntó la rubia brotando descaradamente su pechonalidad hacia mi.

Si le decía que no, volvería a insistir. Si le digo que si, probablemente me deje en paz.

- Si. - contesté desviando la mirada y creando mi camino hacia la salida.

- Pedro, no me des la espalda. -- escuché sus tacones correr detrás de mi.

- ¡Nina, ya para! - dije exaltado al ver su inútil insistencia.

- Al menos dime quién es. ¿Es más bonita que yo?, ¿Te lo hace mejor que yo? -- soltó sin más con un tono algo desesperado.

- Es... Es... — no sabía que carajos decir, pero de repente la imagen de una niñata se apareció por mi cabeza— mi vecina, si. - respondí subiéndome a mi auto y dejándole en la acera toda confundida.

¿Mi vecina? ¿Que? Esa niña me desesperaba y apenas la había visto un par de minutos, pero honestamente no se me ocurrió otra cosa.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora