Capítulo 39

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((PENÉLOPE))


El ardor en mis fosas nasales a causa del aire acondicionado y la masculina voz en la lejanía me hizo despertar. Suspiré pesadamente mientras mis ojos luchaban por abrirse, sentía que había dormido treinta mil años, tanto que se sentía bien. No recordaba la última vez que había descansado de esa forma.

De repente, recordé dónde estaba y todo lo que había sucedido antes de aquel sueño reparador causando que me sentara abruptamente en la cama.

—¿Te desperté?— su voz ronca me erizó la piel. Miré en su dirección y entraba desde el pequeño balcón con una toalla colgando de sus caderas.  Negué ante su pregunta quitándole los ojos de encima porque la imagen que me estaba dando me ruborizaba como una adolescente. —Estaba en una llamada de trabajo, intenté no molestarte.

—¿Qué hora es?— miraba al rededor buscando rastro de mi celular.

—Las tres de la mañana.— se acercó entregándome el bolso que yacía sobre el sillón —Creo que es esto lo que buscas.

—¿Llamadas de trabajo a estas horas?— Pedro juntó sus cejas en confusión para sonreír después. Acto que me hizo notar la estupidez que había hecho, y me atreví a culpar mentalmente a Jesse por crearme tantas inseguridades. —Disculpa...— sacudí la cabeza para intentar quitarme lo imbécil de encima.

—Penélope,— sonrió de esa forma que recordaba cuando pasábamos las horas recostados leyendo libros en aquel departamento que dejé atrás. —En Madrid son las ocho de la mañana.

—Cierto.— Me puse de pie envuelta en la blanca sábana dispuesta a encontrar mi vestimenta y marcharme del lugar. Mi celular no tenia batería y lo mas probable era que Jesse estuviese furioso porque Aidan no sabría nada de mi paradero.

—¿Qué buscas?

—Mi vestido.— Sus ojos mostraron decepción ante mi respuesta, esos ojos de cachorro me mataban. —Tengo que irme...

—¿Tienes o quieres?

—¿Hay diferencia?

—Por supuesto, te lo demostré hace unas horas.— Sentí las piernas flaquear ante el recuerdo de lo que había sucedido y como su aliento rozaba en mi nuca diciéndome que no podía dejarme ir.

—No quiero, pero tengo que hacerlo.— El corazón retumbaba tan fuerte de los nervios invadiendo mi ser imaginando lo que sucedería si Jesse descubría todo aquello.

—Pues, si no quieres irte...— caminó hacia mí quedando a centímetros de distancia. Me estaba poniendo todo más difícil. —No tienes por qué hacerlo.

Sus ojos analizaban mi rostro una vez más y, ante aquella mirada y su mano colocándose en mi mejilla, no pude evitar derretirme en su presencia. Cerré los ojos y ladee la cabeza permitiéndome sentir la calidez de su roce, y segundos después, la suavidad de sus labios.

Mi cuerpo había cedido ante sus actos y las señales que enviaba mi cerebro fueron ignoradas.
El beso se alargó y no podía luchar contra las ganas de que no terminase, y en un flash recordé que tenía que volver a casa junto al hombre que acompañaba mis días y él, pues él tampoco era un hombre soltero.

"Suele estar en su auto con una rubia" repetía Aidan en mi mente.

—¿Mi vestido?— Me separé sutilmente de su boca. Para ser una de las tantas chicas del chef, ya estuvo bueno.

Pedro se quedó en silencio unos segundos y con una mirada me indicó que lo que tanto buscaba estaba en el clóset.
Sin decir palabra alguna, tome la prenda y mi ropa interior del colgador, me vestí apresuradamente bajo la intensa mirada de Pedro y caminé hasta la puerta.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora