Capítulo 45

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((PEDRO))

El sonido de la mañana, que mezclaba silencio y gotas de lluvia, era bastante acogedor y, a pesar del frío que corría afuera,  la habitación permanecía cálida.

Con el pasar de los años, tener un sueño largo y reparador se vuelve un reto. Luchas por conseguirlo, pero no es algo fácil de alcanzar. Pero esa mañana sentí que había dormido lo que en los últimos cinco años no había podido.

Al recordar  la noche anterior, como un enamorado sonreí y suspiré aún con los ojos cerrados. Giré en la cama en busca de su cuerpo y lo que encontré, fue la otra mitad completamente vacía y fría.

El estómago se me encogió en una punzada.

Me senté de golpe y la ropa que estaba seguro que había quedado en el suelo, no estaba. Tomé mi celular de la mesita de noche para darme cuenta que era un poco más de las nueve de la mañana. Tenía unos cunatos mensajes y mails, pero ninguno era de Penélope.

Salí de la habitación agudizando el oído para notar algún sonido en la cocina, pero la llegar allí, solo estaba la soledad de mi departamento.

La incertidumbre se intensificó a medida respiraba. Subía como la espuma. La simple, pero mortal sensación que me daba imaginar que Penélope se había ido me causaba cosquilleo en la espina dorsal, uno lejos de ser placentero.

De un segundo a otro, decidí no darle más importancia a ese comportamiento muy propio de ella que no lograba comprender. Un día sí y al otro no.
Me froté la cara con frustración y cuando estaba por volver a la habitación para tomar una ducha y marcharme, la puerta se abrió.

—¡Estás despierto!— Penélope entró al departamento. Se sacó las zapatillas, dejó sobre la consola del recibidor lo que parecían ser mis llaves y dió saltitos cortos en mi dirección.

—¿Dónde estabas?— la sostuve de los hombros tomándola por sorpresa. Justo cuando iba a responder mi pregunta, la besé. El aire entró a mi sistema al momento que la ví. —Pensé que...— junté nuestras frentes, pero mis ojos seguían cerrados tratando de quitarme de la mente la imagen de lo que no podía verbalizar. —No quisiera que...

—No voy a dejarte.— Susurró. —Mirame, amor.

"Amor". Me había llamado "amor" y sentí derretirme en mi propia temperatura. Sonreí antes de abrir los ojos y mirarla como me lo había pedido.

Sonrío conmigo y volvimos a besarnos.

—Fui a la administración para que me dieran una llave del departamento.— Me mostró la llave sacándola del bolsillo de sus jeans.

—¿Tan pronto te quieres deshacer de mi?— la abracé por la espalda besando su cuello mientras caminábamos al mismo tiempo hacia la cocina.

—No, pero el que esté aquí no quiere decir que me quedaré a vivir contigo.

—¿Por qué no?— sentí su cuerpo tensarse. Dejé de abrazarla al darme cuenta lo que había dicho y lo que eso había causado en ella. La giré suavemente para quedar frente a frente otra vez. —Lo siento, sé que no es buen momento. Simplemente lo dije sin pensar.

—No te sientas mal,— su mano tocó mi mejilla —Pero aún no estoy lista. A penas salí de una relación y...

—Tranquila, Penn.— interrumpí besando la mano que me acariciaba —Lo entiendo todo a la perfección, no tienes que explicarme nada.— Sus ojos se veían angustiados, y sabía que en el fondo estaba luchando por cumplir la necesidad de satisfacer a alguien sin estar segura de querer hacerlo. —Cariño, conmigo no estás obligada a nada, recuérdalo.— Tomé sus dos manos y las besé —Tómate tu tiempo y espacio. Puedes venir cuando tú quieras, o yo podré ir si tú quieres.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora